La situación se puede resumir de la siguiente forma: los medios no pueden depender de Google, pero tampoco es posible que vivan de espaldas a esta multinacional, que controla una parte importante del tráfico de usuarios y del negocio de internet. Se aproxima un momento clave en este sentido, pues próximamente se rubricarán los contratos que determinarán la retribución que recibirán las cabeceras por ceder una parte de sus contenidos al agregador de noticias Google News Showcase.
Los medios españoles tienen la opción de alcanzar un acuerdo colectivo con Google o hacerlo de forma individual; y las fuentes de los editores de prensa consultadas por Vozpópuli dan por hecho que cada medio de comunicación –o grupo de medios- librará esta guerra por su cuenta. En otras palabras, que la patronal de la prensa (AMI) no tendrá ningún papel en estas conversaciones.
Hay que recordar que el Gobierno de Mariano Rajoy aprobó una normativa de propiedad intelectual que facultaba a los medios de comunicación para cobrar una retribución por parte de las webs que se dedican a hacer resúmenes de prensa a partir de sus contenidos. A este punto de la ley se le llamó ‘canon AEDE’; y su aplicación no era voluntaria (era "irrenunciable"). Es decir, los editores debían reclamarlo. Este cambio legal llevó a Google a cerrar su servicio News en España.
El pasado noviembre, tras varios meses de conversaciones entre el Ministerio de Cultura y los editores de prensa, el Ejecutivo anunciaba un Real Decreto que anulaba esta tasa -que debería haber cobrado CEDRO, pero nunca lo hizo-; y eso dejó a los grupos de prensa la libertad para negociar con Google una remuneración por la cesión de sus contenidos.
Diferentes enfoques con Google
Vocento se mostró en contra de la supresión de este artículo de la ley, al contrario que Prisa y Unidad Editorial, que apuestan porque los editores puedan alcanzar acuerdos con la multinacional de Mountain View sin que ningún texto legal condicione sus términos. Entre los medios digitales y los grupos pequeños existe la convicción de que esta última opción es la adecuada.
En Alemania, una gran parte de sus medios de comunicación optó por la negociación colectiva y, de hecho, el pasado octubre se anunció un acuerdo entre Google y Corint Media –entidad de gestión de derechos de autor que representa a una gran parte del sector- por el que retribuirá a estos medios con 420 millones de euros anuales. Todo, por el uso de sus contenidos.
Unos meses antes, hizo lo propio con 8 editores canadienses que representan a 70 medios de comunicación. En Italia, fue el pasado marzo cuando se anunció un acuerdo entre Google y RCS MediaGroup, que edita el Corriere della Sera y que en España posee El Mundo, Marca y Expansión.
Dentro de la Asociación de Medios de Información (AMI) –explican fuentes internas- este asunto ha provocado importantes fricciones en los últimos tiempos, hasta el punto que hubo socios que llegaron a barajar darse de baja de esta patronal en caso de que se estableciera una postura oficial que no les convenía.
Las fricciones de la patronal
Los grandes acuerdos no son abundantes en esta colectividad, más allá de las declaraciones de principios sobre la profesión y la aprobación periódica del convenio de prensa diaria. Esto ocurre, entre otras cosas, por la diferente naturaleza de sus socios, entre los que se encuentran grupos de medios de comunicación como Prisa y pequeños diarios regionales con un ámbito de difusión muy pequeño.
La negociación conjunta con Google no sería sencilla, en este sentido, pues habría que conjugar los intereses de los diarios que tienen muros de pago y cederían contenidos exclusivos a la multinacional; con los de cabeceras cuya información podría ser menos relevante para News Showcase por ser muy local.
El grupo que más señales de alerta ha emitido en los últimos tiempos con respecto al papel de Google para con las empresas periodísticas es Vocento. De hecho, su consejero delegado, Luis Enríquez, llegó a publicar una columna en el diario ABC en la que definía la situación actual con estas palabras: “La disyuntiva que se presenta a los editores es elegir entre la vigencia de nuestras marcas, la independencia respecto de nuestro omnímodo competidor y la búsqueda de nuestro propio negocio, o la subordinación de nuestras cabeceras a otra mayor y única, llámese como se llame, hasta quedar reducidos a meros servicios de agencia”.