Internet es una enorme caja repleta de bombas. Hace una semana, cuando aún humeaban los rescoldos del atentado de Barcelona, un usuario de Youtube subió un vídeo a la plataforma en el que se veía a Vladimir Putin pronunciar un discurso delante de los más distinguidos miembros del Ejército ruso. El documento incluía unos subtítulos en los que el mandatario hablaba de una conspiración planetaria por la que el yihadismo, el feminismo y la homosexualidad habrían sido ‘potenciados’ por las élites con el objetivo de reducir drásticamente la población mundial.
En la descripción del vídeo, figuraba la siguiente frase: “El presidente de Rusia expone y desmenuza el plan del Nuevo Orden Mundial tras el atentado terrorista en Las Ramblas de Barcelona. 19 de Agosto de 2017”. Obviamente, el contenido de los subtítulos no se correspondía con lo que realmente salió de la boca de Putin. Y el sermón no era posterior a la matanza de Las Ramblas, sino que data de 2016. La manipulación que el propietario del canal de Youtube realizó fue tan obscena que hasta la propia agencia de noticias Russia Today (promovida por su gobierno) tuvo que difundir una noticia para advertir a sus lectores de este hecho.
Ocho días después de que la aparición de este documento audiovisual, ha sido visto por 1,1 millones de personas. Es cierto que la descripción ha sido editada recientemente para advertir a los espectadores de que los subtítulos son “apócrifos”. Sin embargo, basta con observar los comentarios que incluye la página para cerciorarse de que una buena parte de quienes han visto el vídeo creen que fue Putin quien pronunció esas palabras. Una vez más, un usuario plantó una semilla de odio en internet y nadie ha hecho nada para evitar que germine.
Este episodio no puede considerarse como un caso aislado, dado que en el ecosistema de internet habitan cientos de especialistas en la manufactura de noticias falsas. Virtuosos de la mentira que difunden bulos a través de las redes sociales con una sorprendente impunidad. Escriba usted ‘George Soros’ en su buscador de Facebook y revise los resultados. Observará decenas de webs de ‘actualidad’ que sitúan a este magnate desde como financiador de guerrillas en Siria hasta como miembro de las SS o de una raza extraterrestre de reptiles.
Todo cabe en internet y todo tiene espacio en las redes sociales, en las que no existen los suficientes controles para separar el grano de la paja. Para discriminar la información seria de las patrañas. Unas patrañas que, por cierto, llegan a millones de usuarios.
El problema surge cuando las fake news son fabricadas por quienes tienen algún tipo de interés en perjudicar a algún colectivo u organización.
Buitres alrededor de Las Ramblas
En las horas posteriores al atentado de Barcelona, surgieron diversas noticias falsas que estaban cargadas de dinamita. Una buena muestra es el vídeo citado al principio de este texto, en el que se utiliza a Putin como excusa para enarbolar una teoría de la conspiración que rezuma resentimiento e intolerancia. También puede calificarse de engañabobos un artículo en el que se advertía de un envenenamiento masivo de perros realizado por musulmanes en Inglaterra por una especie de animadversión hacia ese animal. Estaba ilustrado por una fotografía que en realidad estaba tomada en Pakistán, donde se ejecutó a 700 canes callejeros tras los diversos ataques que habían realizado a la población de Karachi.
Todos estos bulos son creados por oportunistas que aprovechan para pescar en río revuelto. Para generar rechazo social hacia un determinado grupo que, por alguna razón, se encuentra bajo los focos. Bien por profesar una determinada religión, por defender una ideología concreta o por rechazar el discurso que traza el sanedrín de lo políticamente correcto, especialista en malear la realidad a su antojo y en promover autos de fe contra quienes se niegan a tragar con sus ocurrencias.
Busque usted en Facebook las palabras ‘marido Juana Rivas’. Observará decenas de vídeos y noticias de usuarios que prejuzgan a este hombre y ocultan el trasfondo de esta patética historia. Lo hacen por el desconocimiento de la ley y de este caso en particular, pero también por la influencia de la brutal campaña emprendida en las redes sociales por los grupos defensores de la ideología de género más sectaria, conscientes de sus mentiras y alineados con una buena parte de los medios de comunicación, que se pirran por estas historias lacrimógenas veraniegas. La responsabilidad y la verdad no importan. Sólo la audiencia.
Los autores de las noticias falsas intentan que sus embustes se conviertan en verdades aceptadas a través de su difusión en masa. Todo ello, para lucrarse a través del público que las recibe (que llega a ser masivo) o para difundir alguna ideología sectaria.
Estos casos demuestran que los responsables de las redes sociales no son capaces de controlar que su masa de usuarios no vulnere ciertos principios éticos. Y asusta pensar que esta muchedumbre tiene un comportamiento imprevisible e impulsivo del que cualquiera puede ser víctima. "Alguien debió de haber calumniado a Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido".
La responsabilidad de las noticias falsas
No hay duda de que la responsabilidad última de este tipo de acciones es del propio individuo que las inicia. Ahora bien, sería un error exculpar a las redes sociales, los foros y las webs que permiten la difusión de cientos de miles de informaciones falsas que incitan al odio; y que son utilizados por grupos terroristas como el ISIS para captar combatientes para Siria y voluntarios para inmolarse en Europa.
Conviene tener presente que el segundo mayor atentado cometido en Europa en lo que va de siglo no fue obra de los bárbaros yihadistas. Lo cometió en 2011 Anders Breivik, un lobo solitario que bebió de fuentes en internet donde se advertía de los planes para exterminar al hombre blanco en Europa y para sepultar los valores tradicionales de Occidente. Breivik llenó su cabeza con las más febriles teorías de la conspiración de la ultraderecha -detalladas por The Guardian-, se trastornó y mató a 96 personas. De paso, escribió un manifiesto de 77 puntos para que pudiera servir de referencia para los locos venideros. ¿Tuvo alguna responsabilidad en su trastorno quien puso a su disposición esos contenidos?
La casa sin barrer
Hace unos meses, después de las elecciones estadounidenses, Facebook y Google anunciaron la puesta en marcha de planes para combatir este fenómeno, que amenaza con ahogar la verdad y con sumir a cientos de miles de personas en una peligrosa realidad paralela. Estas compañías comprendieron que durante la campaña electoral del país norteamericano el problema de las fake news había alcanzado un nivel obsceno. No sin razón.
A Donald Trump le intentaron perjudicar con bulos como el que afirmaba que el Gobierno mexicano cerraría la frontera con EEUU si el republicano ganaba en los comicios (el tercero más compartido en Facebook en julio de 2016, según Buzzfeed). A sus rivales del partido demócrata les relacionaron con una trama –falsa- de pedofilia que supuestamente se desarrollaba en el interior de una pizzería de Washington D.C. Por cierto, un hombre armado se creyó esta insidia y se presentó en el local con un arma, dispuesto a tomarse la justicia por su mano.
Este miércoles, el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg publicaba un texto en su perfil en esta red social en la que explicaba que durante los últimos meses ha mantenido diversas reuniones con editores de medios de comunicación e investigadores para intentar mejorar el sistema de difusión de noticias de la plataforma que dirige. En el artículo, prometía mejoras que permitirán al público comprobar de una forma más sencilla si la información que reciben procede de una fuente fiable.
Google asegura que cuenta con tecnología para filtrar contenidos terroristas o extremistas.
Google ha puesto en marcha planes con los que pretende discriminar de una forma más precisa la información que generan sus usuarios (como First Draft Coalition o The Trust Project), de modo que la que se compruebe que no es veraz sea penalizada, según han explicado a Vozpópuli sus fuentes oficiales.
El pasado julio, uno de sus más altos ejecutivos, Kent Walker, firmó un artículo en el que incidía en que los ingenieros de la compañía han desarrollado durante los últimos años tecnologías para filtrar contenidos terroristas o extremistas que ya están en funcionamiento. En el texto, se comprometía a trabajar para evitar que su empresa sirva de vector de los mensajes de odio. Llama la atención, a tenor de estas palabras, que en una de sus plataformas (Youtube) sigan teniendo cabidas vídeos como el que se cita al principio de este artículo.
De momento, lo han visto 1,1 millones de personas, como casi cualquier programa de televisión que se emita en España a media tarde. Imagine que La 1 o Telecinco ofrecieran un contenido similar de un mandatario extranjero y no recibieran ninguna sanción. El escándalo sería mayúsculo. El problema es que esto es internet, un universo paralelo que encierra a la vez lo mejor y lo peor del ser humano; y en el que no existen controles verdaderamente efectivos contra quienes hacen su agosto con las noticias falsas. Esas pequeñas armas arrojadizas que intoxican, manipulan y siembran la discordia.
No se puede decir que esto no lo hiciera hasta ahora una parte de la prensa. Ésa que siempre ha estado al servicio de los grupos de interés. Pero, vaya, costaba menos identificar su cara y sus mensajes llegaban a menos personas. Peccata minuta en comparación con este nuevo problema.