¿Imaginan ustedes que dentro de no mucho tendrán que ver en el cine o en plataformas de streaming nuevas versiones de Casablanca, Lo que el viento se llevó, El Padrino o Doctor Zhivago? ¿Cómo serán las revisiones de Juego de tronos, Los soprano, The wire o The Walkind Dead que con toda seguridad se estrenarán a bombo y platillo dentro de treinta años?
No, no me he vuelto loco. Todavía. Ocurre con las películas desde hace tiempo y con las series también empieza a ser tendencia. Nuevas versiones y continuaciones por doquier. Diríase que más que una moda es una plaga. Pero los que cortan el bacalao audiovisual en Hollywood y en España opinan justamente lo contrario, acaso porque saben que el negocio es seguro y no estamos para grandes riesgos porque se viene -bueno, ya está aquí- una crisis devastadora.
La crisis, realmente, está en cómo agoniza la originalidad. Las secuelas, las precuelas y, sobre todo, los odiosos remakes nos anegan las pantallas. Sin ir más lejos, uno de los grandes éxitos cinematográficos de los últimos años ha sido It, pese a que existía una película similar rodada treinta años antes. La serie sobre El señor de los anillos que prepara Amazon arrasará. Hasta se anuncia una nueva versión de El príncipe de Bel-Air. Está previsto que en los próximos años se estrenen en los cines otras formas de Batman (una más), Solo en casa, Cazafantasmas, Jóvenes y brujas, Los goonies, Regreso al futuro y hasta de un clásico como West Side Story.
Paradójicamente cuando todos tenemos acceso a los contenidos originales de todo el mundo, se repiten las copias de productos audiovisuales de unos países a otros
En España ya se habla de quiénes estarán en el reencuentro de Física o Química, está al caer el estreno de la nueva temporada de Los hombres de Paco, que regresa mil años después, no tardará en llegar el remake de El internado y se está rodando Alba, que es la versión patria de Fatmagul, la célebre serie turca que arrasa en medio mundo. Además, la ficción que ahora más se ve, Mujer (Antena 3), es la forma también turca de una serie que antes se hizo en Japón.
Paradójicamente, en estos tiempos de internet, de la globalización y de las plataformas de pago, cuando todos tenemos acceso a los contenidos originales de todo el mundo, se repiten las copias de productos audiovisuales de unos países a otros. Ya saben, eso de comprar los derechos del argumento y adaptarlo a cada lugar. Cualquier día alguien rodará Parásitos en versión española, por poner un ejemplo atroz.
Otra modalidad de esta muerte lenta de la originalidad, hermanada con la voracidad de la industria, es que muchas de las series que han triunfado empiezan a tener tentáculos. Son los famosos 'spin-offs'
Otra modalidad de esta muerte lenta de la originalidad, hermanada con la voracidad de la industria, es que muchas de las series que han triunfado empiezan a tener tentáculos. Me refiero a los famosos spin-offs, que realmente son productos que imitan a otros y están pensados solo para estirar el chicle y los beneficios. Por ejemplo, acabamos de saber que The Walking Dead terminará (por fin) con su undécima temporada, pero AMC anuncia otras dos series hijas de esa matriz. O sea, hasta los zombis pueden parir.
Alguien que conozca bien el mundo del cine podrá argüir que los remakes son una constante en la historia del séptimo arte. Incluso obras de arte como Ben-Hur o El precio de poder son imitaciones de otras películas previas. Nada que objetar, si bien parece más lógico rehacer productos defectuosos para mejorarlos antes que repetir películas o series que hicieron historia con su primera versión.
La moda actual de replicar un producto exitoso o de estirarlo hasta la extenuación solo responde a intereses comerciales (y legítimos, esto es un negocio) y, sobre todo, empieza a ser agotadora. Lo poco gusta y lo mucho cansa. Mejor sería descubrir creaciones nuevas y conocer talentos escondidos. O, al menos, así lo creo yo. Si no están de acuerdo, piensen en un futuro Rick que no sea Humphrey Bogart y me darán la razón.