Todos estos incidentes son de pequeña intensidad y probablemente caigan pronto en el olvido. El problema es que forman parte de un todo ignominioso, con cada vez una mayor capacidad de inflamar y destruir. Hace unos días, una niña de Tarrasa denunció que había sido agredida por una de sus profesoras, después de escribir 'viva España' en su anuario de fin de curso. La docente, al parecer, es militante de Òmnium Cultural y activista por la independencia. Según han contado algunos medios, impartía sus clases con un lazo amarillo en la solapa, lo cual no es un delito, pero delata el sesgo de las lecciones que imparte.
Lo que ocurre en Cataluña se asemeja tanto a lo que relata la película La ola que asusta. Los movimientos totalitarios no suelen germinar con disparos y mensajes de odio, sino más bien al contrario. Al principio, apelan a los nexos que unen a un pueblo y celebran la cultura y las circunstancias que comparten sus ciudadanos. Y hay un punto en el que lo ajeno se hace prescindible, hasta el punto de llegarse a concebir como inferior o como una amenaza. Escribir 'viva España' en un cuaderno es estar del lado del enemigo, del que impide conseguir un objetivo por la fuerza y persigue a quienes piensan como nosotros, por el mero hecho de pensarlo. Y celebrar la existencia de un Estado opresor es sinónimo de cortedad de miras.
Como los independentistas han entregado su vida a esta causa, no cuesta encontrar decenas de ejemplos en los que se manifiesta esta actitud. Trascendió hace unos días un fragmento de la intervención que protagonizó la ínclita Beatriz Talegón hace un año en el Ateneo de Barcelona. Sería tentador dedicar unos cuantos párrafos a analizar la conversión al independentismo de esta señora, de corta, pero intensa trayectoria política, en la que ha tarifado desde con Gaspar Llamazares hasta con Cristina Fallarás. Sin embargo, la explicación de esta adscripción ideológica e intelectual es tan simple que puede resumirse en pocas palabras: na ha visto un filón en ese movimiento político incómodo, que bien podría garantizarle un buen sueldo en el futuro. Y los otros han encontrado a una polemista de su talla para mantener vivo el incendio.
El caso es que Talegón afirmó en aquel acto que mientras los informativos de TV3 y el programa Polònia son líderes de audiencia en Cataluña, en el país de enfrente, es decir, en España, arrasa Supervivientes. Telebasura, baja estofa y conflictos entre participantes. Vamos, lo que predomina a la otra orilla del Ebro. Visto el contexto y lo que se ha producido en este país durante las últimas décadas -con especial intensidad desde hace 10 años-, alguien podría llegar a pensar que ese mensaje buscaba situar en un plano superioridad al catalán y la catalanidad sobre el español y la 'españolidad'. Pero no, Talegón lo ha negado en rotundo y ha escrito lo siguiente en Diario 16: “De la falta de libertad a la hora de elegir, cuando te están limitando la posibilidad de acceder a información dependiendo del territorio en el que residas”.
Malas compañías
Sería mezquino defender la pureza editorial de los medios de comunicación con sede en Madrid, tan acostumbrados a obtener bula papal de partidos y -sobre todo- empresas para pecar en las guerras que les dicen que tienen que librar. La gran corrupción moral de la prensa explica, en parte, la decadencia de un sistema al que nunca miraron con lupa, por si sus caciques de medio pelo optaran por dejar de financiar el chiringuito. Rescates como los del Grupo Prisa son claros síntomas de esta carcoma. Hoy, la compañía está presidida por el chairman de OpenBank, la filial bancaria de Santander. Y no es raro encontrar la sección de Economía de su edición digital por detrás de 'verticales' de empresas como Telefónica, que es accionista del grupo.
Dicho esto, Talegón demuestra una interesada ceguera o una preocupante candidez al defender la pureza mediática de la comunidad autónoma catalana, donde TV3 ha servido durante años como altavoz de las soflamas y coartadas de la Generalitat y de agencia de colocación de todo tipo de delfines y estómagos agradecidos. Programas como Polònia, de Minoría Absoluta, lejos de contribuir a cicatrizar las heridas abiertas con el Estado y a “echarse unas risas sanas”, como dice Talegón, las han agrandado interesadamente. Quizá de una forma mayor a la de esos periodistas que señalan habitualmente los independentistas por ser instigadores de odio (que también los hay).
Sería mezquino defender la pureza editorial de los medios de comunicación con sede en Madrid, tan acostumbrados a obtener bula papal de partidos y -sobre todo- empresas para pecar en las guerras que les dicen que tienen que librar.
El fenómeno se extiende más allá de los muros TV3, por descontado. Dentro del panorama mediático regional, son decenas los aliados con los que cuentan los rupturistas en su cruzada, todos ellos, bien regados con decenas de millones de euros de publicidad institucional y ayudas a la edición en catalán. Pero aún hay más, pues los nexos y dependencias que durante los últimos años han tenido cabeceras como La Vanguardia y El Periódico con 'la gran caja' catalana han sido evidentes. Y, desde luego, no menores a las de “los medios españoles” con el sector financiero.
Talegón lo niega, pero su torpe distinción no es casual y no obedece al motivo que ha expuesto en su más reciente artículo en Diario 16. Su discurso se encuadra dentro de esa corriente tóxica que pretende denigrar lo que hay más allá de los límites de las cuatro provincias catalanas. La que utiliza el español para lo prosaico y el catalán para lo lírico. La que ha tomado las calles con iconografía que apela a valores que no existen y denuncia una falta de derechos civiles que no es tal. Y la que creó, a base de millones y millones de euros de dinero público, un cañón mediático con un enorme poder destructivo.
Esta semana, la ANC presentaba un buscador que permitirá a los usuarios distinguir entre los proveedores que apoyan el independentismo y los que no. El desafío gana poco a poco en intensidad y los tontos útiles se prestan a ejercer de mascotas de sus impulsores, quienes conducen poco a poco a este país hacia la tragedia.