España ha madurado y su sistema judicial también. Ya nadie se escandaliza porque haya jueces ‘mediáticos’ o ‘estrella’. Muchas voces intentan desacreditar una labor que debería ser incuestionable: la de velar por una justicia igual para todos los españoles -menos para el rey, cuya figura queda resguardada según nuestro ordenamiento jurídico y nuestra constitución-.
Castro ha cumplido con su deber de velar por el interés de que la justicia prevalezca y se ha atrevido con uno de los tótems de la democracia en España, la corona. Después de escuchar las respuestas de la infanta Cristina se ve todavía con más razones para mantener su imputación en el caso, porque cree en su participación necesaria para la comisión del delito fiscal a través de Aizoon. De nada le ha servido a Cristina hacer caso, finalmente, de las recomendaciones no sólo paternas, sino de los mejores abogados de la familia, de su círculo de amigos y de su propio hermano -privado quizá por mucho tiempo de su compañía-. Quizá ha escuchado demasiado tarde todos estos buenos consejos. Tampoco le ha servido poner su mejor cara en la Audiencia de Palma, ni su mejor voz, ni sonrisa, ni haberse estudiado hasta las sílabas con las que respondería el juez Castro. Nada de lo que ha hecho o dicho le ha podido convencer.
Resulta verdaderamente difícil creer en sus palabras, en su olvido y en su ignorancia. Castro pedía pruebas, testimonios fehacientes que le convencieran de que efectivamente ella no sabía nada. Y por lo visto no las ha habido.
Debemos felicitarnos como españoles, aunque la casa real no opine lo mismo, porque la justicia haya seguido su camino -a pesar de tratarse de la hija de la única persona inviolable de España-. Ha estado bien aconsejada, ha hecho lo que debería haber hecho, se ha comportado como cabe esperar de alguien con su cuna y con su educación, pero lo ha hecho todo demasiado tarde.
Ahora cabe esperar la segunda parte, que conoceremos a la vuelta de Semana Santa, de acuerdo con las más recientes informaciones. Si Castro no queda conforme con las explicaciones dadas, si el caso Aizoon o el Nóos extiende sus tentáculos más allá del yerno o de la hija, si Castro sigue convencido de que sin la participación necesaria de la infanta, su marido no hubiera podido nunca desarrollar las acciones fiscales delictivas que le atribuye hacienda. O si Castro comienza a cuestionarse más participaciones necesarias y tira del hilo de esta madeja real… ¿con qué nos vamos a encontrar?