Les advertimos que el grado de frustración cuando terminen de leer este texto será alto. Y ya saben que el que avisa no es traidor, solo chivato en potencia. Hace cosa de unas semanas descubríamos en nuestro habitual repaso a la crónica social internacional unas fotografías que nos dejaron sin respiración.
En ellas se podía ver a una mujer de larga melena paseando a su perro cuando, de repente, una inoportuna ráfaga de viento le levantaba el vestido y dejaba ver, claramente, que no llevaba ropa interior. ¿Quién sale a recoger cacas y lanzar pelotas de tenis tan fresca? Descubrimos que la interfecta se llamaba Phoebe Price y continuamos buscando. Nuestra siguiente parada fue una alfombra roja donde la misteriosa mujer llevaba un vestido azul y al posar delante de los fotógrafos, dejaba claro, otra vez, que no llevaba ropa interior. ¿Pero qué está pasando?
Si uno trata de remontarse a los orígenes de Phoebe Price, saber cómo llegó a la fama y cuáles fueron los motivos que la convirtieron en un personaje público, no los encontrará. Un buen día se materializó en una alfombra roja, llamó la atención de los fotógrafos por sus looks y se coló en las galerías de unas cuentas webs -aunque sea de las peor vestidas-.
“Mis trucos para conseguir cobertura de la prensa es llevar cosas de color, enseñar un poco de pierna y sacar las tetas de vez en cuando”, asegura. Price comenzó su carrera como modelo, o eso dice. Trabajó para L'Oreal e hizo unas cuantas presentaciones en centros comerciales. “Era demasiado bajita para la pasarela y me centré en el lado comercial”, comenta.
¿Pero qué lado comercial? ¿Posar en un catálogo de un supermercado es el lado comercial de la moda? Pues, entonces, Rocío Carrasco y Carmen Janeiro también fueron tops en España.
Viendo que el asunto de la moda tampoco iba muy bien, se pasó al cine. Siguiendo la estela de Ana Obregón, contrató a unos cuantos coaches para que le enseñaran a actuar y dice que tuvo cierta repercusión -pueden verla, si se fijan bien, en un capítulo de Expediente X-.
“No importa si mi papel no tiene muchas frases porque aprendo de cualquier experiencia. Llevo mucho tiempo en los medios y la gente cree que soy otra Paris Hilton, pero no lo soy. Cojo cualquier papel que me ofrezcan para mostrarle a la gente que no soy una diva”, ha declarado. Y tiene toda la razón, no es otra Paris Hilton.
Al menos, Paris tiene éxito... Price se las ha ingeniado para ser un icono de las webs de cotilleo, dando titulares absurdos sin parar -“No soy una zorra” es uno de los mejores- y hablando sin tapujos de sus operaciones estéticas, que van desde la nariz a los pómulos, pechos, piernas y todo lo que puede ser retocado. Una mujer hecha a sí misma.
Embarcada en el mundo empresarial
La última aventura empresarial de Phoebe, más allá de gestionar su propia imagen, es el diseño de sombreros. En su página web pueden encontrar los diseños de la socialité, a 110-115 euros cada uno y con fotografías de algunas celebrities, como Selena Gómez o Miley Cyrus cuando todavía era Hannah Montana, llevándolos -tampoco crean que hay muchas más-. Y ella misma, claro, que debe ser su principal cliente.
Pocas estrellas hay tan seguras de sí mismas como Phoebe Price, incluso sin dedicarse a nada concreto y sin tener la repercusión de Kim Kardashian. “Julia Roberts tampoco hace desnudos o topless y mira dónde ha llegado. Puede que me cueste otros tres años, pero conseguiré un buen papel”. ¿Quién ha dicho modestia? Quédense con su nombre, puede ser la próxima ganadora del Oscar.
“Cuando no solo eres famosa en América, sino también en todo el mundo, los paparazzis van a por ti. Algunas de estas chicas que tienen sus programas de televisión aquí son muy famosas en Estados Unidos, pero nadie las conoce fuera. Yo he estado en el Vogue alemán, en el Vogue italiano, en el Vogue de París, en InStyle Alemania, en el Vogue australiano... Estoy en todas esas revistas todos los días. Si aquí los tabloides americanos me ponen en la sección de 'fashion police' -las peor vestidas', fuera me ponen entre las mejores”, remata Phoebe.
No tenemos palabras. Corran a por alguna de estas revistas, búsquenla y pónganse en contacto con ella. Igual necesita una pequeña dosis de realidad, la pobre. Eso sí, estamos rendidos a sus pies. ¡Qué descaro! No sabemos de dónde ha venido, ni a dónde va, pero iremos con ella. Se lo aseguramos.