A Fran Rivera le ha faltado el tiempo para posar con su mujer y su hija recién nacida para la revista Hola. El torero, convaleciente todavía de la cogida que casi le cuesta la vida, se trasladaba a Sevilla para poder estar en el parto y, de paso, dejarse fotografiar unos días después con la pequeña Carmen en brazos.
No es la primera vez, claro, que Fran se deja tentar por la prensa del corazón -de hecho, podemos analizar todos los grandes eventos de su vida a través de las exclusivas que ha concedido-, algo del todo normal cuando hablamos de famosos si no fuese porque lo que siente el torero por este tipo de medios no es cariño precisamente. ¿Es posible odiar el mismo negocio del que sacas beneficio? ¿Se puede mirar por encima del hombro a los mismos que contribuyen a sostener tu economía familiar? ¿Hay alguien capaz de morder la mano que le da de comer? Parece ser que sí. Y lo peor es que Fran no es el único.
Kiko Rivera sigue el ejemplo de su hermano
Esta misma semana también veíamos a Kiko Rivera enchufar la manguera de su jardín para rociar a los reporteros que esperaban a su novia Irene en la puerta de su chalet. Poco le importaba al DJ mojar también a la madre de su futuro hijo con tal de que los medios no recogieran ninguna declaración de la joven tras el enésimo escándalo relacionado con supuestas infidelidades.
¿Estaba protegiendo su intimidad o su más que probable negociación para contarlo en primera persona previo paso por caja? Kiko sabe que todo esto es un negocio, que no puede ir perdiendo oportunidades a tontas y a locas si luego quiere sacarle beneficio, pero, claro ¿hasta que punto uno puede jugar con la paciencia de los demás? El hijo de Isabel Pantoja tiene tan pocos reparos para poner verde al universo Sálvame en sus redes sociales como para sentarse en el Deluxe cada vez que se lo pide el cuerpo. Podría parecer contradictorio pero es real como la vida misma.
Los famosos han desarrollado una más que curiosa habilidad para nadar y guardar la ropa y que no ocurra nada. Saben que, pase lo que pase, se quejen de lo que se quejen, continuarán generando noticias y los medios seguirán llamando a su puerta hasta que ellos quieran -de hecho, cuanta más polémica generen, más y mejores ofertas recibirán-. Es el perverso juego de la prensa del corazón.
Vargas Llosa carga contra el New York Times
¿Qué ocurriría si, después de que una tonadillera saliese de su coche, cogiese la cámara de un reportero y gritase '¡no me vais a grabar más!', de verdad nadie volviese a acordarse de ella? Las muestras de desprecio de Isabel Pantoja hacia la prensa del corazón han sido innumerables -'dientes, dientes'-, de la misma forma que sus exclusivas han llenado páginas y páginas desde hace más de treinta años. Es la base de su negocio, por mucho que ella no quiera verlo.
Vargas Llosa, otro de los protagonistas del verano, también entraba en cólera hace pocos días después de que el New York Times se hiciese eco de una supuesta boda con Isabel Preysler. El premio Nobel tenía más razón que un santo al molestarse con el periódico, que no tuvo más cabeza que hacerse eco de una cuenta falsa de twitter en la que el escritor aseguraba que se iba a casar con Isabel 'Presley' -como Elvis- el próximo año en Nueva York.
De acuerdo, pero de ahí a contemplar su paso por la revista Hola como si fuese algo ajeno a su persona, hay un gran paso. La revista de cabecera de Isabel Preysler nunca publicaría nada sin el consentimiento de la implicada, y, por ende, de su pareja. ¿O acaso tenemos que creer que Vargas Llosa no sabía nada de todo el tinglado y se ha enterado, precisamente, por la prensa? No somos tan ilusos.
La relación con los medios es esencial para su carrera
Cada vez resulta más complicado encontrar famosos que comprendan que la imagen pública y la relación con los medios de comunicación es esencial para su carrera. Uno no puede pretender que el público acuda en masa si la sensación que percibe es de completo desprecio -piensen en el matrimonio Javier Bardem y Penélope Cruz y nos cuentan-.
Aunque, claro, si los propios colaboradores y excolaboradores de programas del corazón acaban hartándose de tener a las cámaras -de su propia cadena- en la puerta de su casa cada vez que les pasa algo, ¿cómo no van a pedir vía libre todos los demás? El día que la coherencia se instale en la crónica social nos quedaremos sin entretenimiento. Menos mal que, para eso, tendría que acabarse el mundo primero.