Abrimos una revista, encendemos el televisor, consultamos nuestras redes sociales y ahí están. Los hombres muy musculados se han convertido en los reyes del cotarro. No importa si se trata de estrellas de Hollywood o de un excompañero del colegio, parece que no queda ya nadie que no sea capaz de romper una camiseta con la presión de sus propios pectorales. Espaldas anchas, brazos fuertes, abdominales marcados y glúteos de acero, ese es el nuevo estereotipo que se ha colado con comodidad en nuestro imaginario.
Ya no sirve lo de mantenerse en forma o mejorar la salud. Ahora, o se notan los resultados a primera vista, o no tienen nada que hacer. Y si son de los que ni pisan el gimnasio, ténganlo claro: están muertos socialmente.
¿Recuerdan cuando Mark Wahlberg -conocido por entonces como Marky Mark- se bajó los pantalones para publicitar los calzoncillos de Calvin Klein? En aquel momento supuso toda una revolución ya que no estábamos nada acostumbrados ni a los anuncios sexuales protagonizados por hombres en las revistas, ni a ese tipo de físico en concreto. Los ídolos de los 90 se aproximaban más al aspecto aniñado de Leonardo DiCaprio o Ryan Phillippe que a unos buenos músculos y unos pectorales voluminosos. Pero de eso hace tanto que ya ni nos acordamos.
Ahora no queda ni un modelo, ni un actor, ni una figura pública que no pase por su entrenamiento intensivo antes de exponerse al mundo. Los músculos ya no son un plus digno de los héroes de acción, ahora son el requisito indispensable para triunfar.
Si extrapolamos bien, esta losa que se nos ha impuesto sobre la cabeza de los hombres no es más que la forma más sencilla de equipararnos con las tiranías a las que se ha -hemos- sometido a las mujeres durante décadas. Mientras nosotros éramos felices con nuestro abandono, nuestro 'las cremas son cosa de mujeres', nuestras canas y nuestra curva de la felicidad, ellas seguían teniendo que ser eternamente jóvenes, entrar en una talla 32 y renunciar a cualquier tipo de aspiración personal si querían triunfar profesionalmente.
Claro, era cuestión de tiempo de que las tornas se volvieran en nuestra contra. Y como el ser humano siempre acaba optando por la peor opción, en lugar de quitarles presión a ellas, nos la hemos puesto a nosotros -y hemos aumentado, ya que estábamos, un poco la suya también, no sea que se relajen y crean que pueden permitirse el lujo de bajar la guardia-.
Un negocio que mueve millones
El Hunkvertising que se han inventado los redactores de webs americanas para llenar contenidos no es más que la llegada al mainstream de esta explosión de músculos. Tampoco hacía falta ser muy avispado para darse cuenta. No hay día que los abdominales -y demás músculos- de Cristiano Ronaldo no sean noticia por cualquier bobada.
Los actores de Magic Mike han conseguido estrenar una segunda parte tan solo con el poder de sus físicos y modelos rotundos como David Gandy hacen que las nuevas generaciones no consigan apartarlos de lo más alto -a los 35 un modelo está ya casi en la tercera edad-. Pero no debemos olvidar que todo esto tiene una razón de ser, un negocio detrás que mueve millones de euros. Si no, ¿creen que la publicidad hubiese caído en esto?
Uno no se levanta un buen día con el cuerpo de Joe Manganiello. Para conseguirlo hace falta mucha disciplina, mucho gimnasio, muchos entrenadores personales, muchos batidos de proteínas, muchas dietas para ensanchar músculo, muchos productos y mucho dinero también. Claro que con tiempo, tesón y una cantidad menor, uno puede llegar al mismo resultado, pero el negocio está ahí.
¿No están hartos de ver cómo sus amigos virtuales y contactos en redes sociales comparten sus deliciosos platos de pechuga de pavo y revuelto de claras de huevo? Las exigencias del gimnasio se han convertido en nuestro pan de cada día. Compartimos los kilómetros que hemos corrido, nos hacemos fotos en plena rutina de ejercicios y hablamos de 'cuando éramos gordos' como si haber pesado unos kilos de más fuese una losa que no nos podemos quitar de encima.
¿No creen que se nos ha ido de las manos esta obsesión con la forma física? ¿No deberíamos volver un poco al redil y entender que no todos debemos ser iguales? Aunque, claro, si las mujeres no lo han conseguido tras años de lucha feminista, lo de los hombres es ya una utopía... Tal vez nos lo tenemos merecido.