Tan es así que uno de los asistentes, Alejo Vidal-Quadras, advertía después del acto de que o se cambian algunas cosas en el PP actual o Aznar podría empezar a llamar a las capitanías generales del partido y demostrar su verdadero poder. De hecho, en este segundo tomo de autobiografía Aznar ya denuncia lo mal que se hizo la campaña de 2004 -Rajoy iba de hereu- aunque es consciente de que si ganaban sería a pesar del que quiso dejar voluntariamente la Moncloa.
El ex presidente se considera, como la canción de Nat King Cole, ‘so special and unforgettable’.
Le presentaron el libro dos tocayos suyos, Josep Piqué (que se perdió en una profusión de datos de política internacional que a nadie interesaban y que fue incapaz de aportar una sola anécdota personal que engrandeciera al personaje) y José María Fidalgo, que destacó su faceta de estadista y gran patriota. El exsecretario general de CCOO ha echado tanta barriga que el botón de la camisa no aguantó la presión y mientras nos hablaba de los libros que se recomendaban Aznar y él y de cómo fue un líder sindical muy diferente, una blanca camiseta interior nos daba las buenas tardes.
Como dice la canción de Nat King Cole, el ex presidente se considera so special and unforgettable pues gracias a él España llegó a ser un player internacional. Algo que nadie le discute, como tampoco se cuestiona que su segundo mandato fue el de mayor progreso económico y nos situó como la octava potencia mundial pasando de tener 12 millones de trabajadores en activo a 17,5. A diferencia de lo que decía el socialista Francisco Fernández Ordóñez ya no hablabábamos los quintos en los foros mundiales y por ello fue contundente en el conflicto del islote de Perejil al considerar que después irían Ceuta y Melilla. Marruecos nunca se hubiera atrevido sin contar con el respaldo de Francia, afirma en este relato.
Retador, llega a decir que si él hubiera apoyado el golpe contra Hugo Chávez le habrían derrocado y comparte la perplejidad de los chilenos por las constantes injerencias del juez Garzón en su política interna.
Entre el público sí que se pudo ver desde miembros de lo que algunos denominan el ‘PP verdadero’.
Como todos, tiene en alta estima su persona y le sorprende que el príncipe Felipe no acudiera a su despedida como presidente o que el actor Carmelo Gómez se negara a fotografiarse con él en una audiencia privada. Tiene perlas para Zapatero, que decía que sería menos prepotente que él y más dialogante, para Pasqual Maragall, al que acusa de ser intelectualmente desordenado, para Ibarretxe, que se sostenía en el poder con los votos de Batasuna y relata una curiosa anécdota en la que Aitana Sánchez-Gijón y Fernando Fernán-Gómez discutían en la Moncloa sobre si doblar o no las películas extranjeras. Aitana apostaba por la versión original y el que fuera para mí el mejor Don Quijote le respondía "Mira niña, a ver si te enteras de que los subtítulos se ponen a la altura de los cojones". Esta obra concluye abordando el 11-M, el momento más difícil de su vida, y cómo los reproches de las víctimas y algunos ataques de la izquierda se le clavaron directamente en el corazón.
Entre el público sí que se pudo ver desde miembros de lo que algunos denominan el PP verdadero -con gente como Jaime Mayor Oreja, Ángel Acebes, Eduardo Zaplana, Michavila, Astarloa- hasta Ignacio González que se escapó antes porque tenía que hacer y Esperanza Aguirre, que no disimula su simpatía por la forma de gobernar de Aznar. Por supuesto, Ana Botella acudió y recordaba en los corrillos cómo en los momentos posteriores a 2004 se les consideraba unos apestados.
Entre los empresarios pude ver a Fernando Fernández-Tapias, con un tinte negro zahíno, y a Luis del Rivero y Juan Miguel Villar Mir, que están imputados por dar dinero negro al PP, cosa que no se ha demostrado.
El entrenador personal de Aznar, Bernardino Lombao, y su prusiano bigote ponían un toque de color junto al compositor Manuel Pacho, responsable de la sintonía del PP que hace que a muchos se les vayan los pies. El público comprador de los libros de Aznar andaba ennegrecido porque los cámaras y las celebrities les separaban de su líder carismático al que querían abrazar, consolar e intercambiar pareceres.