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Famosos taurinos: ¿lanzarse al ruedo o escurrir el bulto?

Mariló Montero, una vez más, ha encendido la polémica. En plena revolución mediática alrededor del Toro de la Vega, la presentadora de La mañana se desmarcó esta semana asegurando que el toro había vivido muy bien y que carne comemos todos. Las peticiones de cese inmediato volvieron a inundar las redes sociales. ¿Hay lugar para los famosos taurinos? ¿Deben lanzarse al ruedo en estos momentos tan delicados o más les vale escurrir el bulto? El debate está servido.

  • Mariló Montero (Gtres).

Pronunciarse sobre temas candentes nunca ha sido una buena opción para los famosos que pretenden estar alejados de la polémica. Preguntarle a un rostro popular qué opina de la independencia de Cataluña, del drama de los refugiados o de las políticas del Gobierno es someterle a una encrucijada de la que no va a poder salir sin ningún rasguño -a menos que sea un famoso verdaderamente brillante, que tampoco abundan demasiado-. Y no lo neguemos, nada nos gusta más que poner en aprietos a los que creemos por encima de nosotros. De ahí que cada cierto tiempo se sometan a un escrutinio detallado las opiniones y comportamientos de nuestras celebrities sobre uno de los grandes temas que tiene dividida a España: los toros.

No son pocos los famosos aficionados a las corridas y plazas de toros que guardan un perfil bajo 'por lo que pueda pasar'. No les vemos haciendo grandes declaraciones, ni manifestando su apoyo, ni nada que implique mucha visibilidad, no sea que la tendencia animalista de la sociedad, ya imparable, acabe por pisotearles y dejarles fuera del negocio. Algo como lo que le ha ocurrido a Mariló Montero, que justificaba la retransmisión del Toro de la Vega por el interés informativo y trataba de escudarse en un poco oportuno “el toro ha vivido muy bien” y “todos comemos carne”. Rápidamente, las redes sociales se lanzaron en plancha contra ella -que debe estar ya acostumbrada-, pidiendo su cabeza. Mientras tanto, su reflejo en Telecinco, Ana Rosa Quintana, mostraba su rechazo a dicha celebración y veía como su reportero desplazado era agredido con un bastón por tratar de recabar la opinión de los asistentes, a favor y en contra del evento.

Incluso el tradicional romance entre toreros y revistas del corazón se encuentra de capa caída.

Nada hay más impopular actualmente que el apoyo público a cualquier espectáculo con toros incluidos -recuerden la asistencia del rey Juan Carlos a la vuelta de los toros a San Sebastián y el revuelo mediático que motivó-. Excepto, claro, si trabajas en Televisión Española, cadena que no ha dudado en posicionarse, ya sea gastando miles de euros en retransmisiones o colocando en prime time una charla entre Bertín Osborne y Jesulín de Ubrique donde el entrevistador -el primero, para que no se pierdan- dedica muchos minutos a alabar las gestas del segundo. Mientras tanto, en Telecinco reciben llamadas de Pedro Sánchez para asegurar que luchará contra el maltrato animal y Jorge Javier Vázquez, posiblemente el hombre más influyente de la televisión, se posiciona contra el Toro de la Vega. De nuevo, dos formas muy diferentes de proceder, con dos resultados totalmente dispares. Ya saben, las dos Españas, un clásico que nunca muere.

Incluso el tradicional romance entre toreros y revistas del corazón se encuentra de capa caída. Exceptuando el fervor de Hola, la mayoría de las publicaciones de crónica social tratan de evitar cualquier noticia relacionada con toros -la consigna está presente en muchas redacciones-, aunque no por eso dejan de relatar los aspectos privados de la vida de los matadores. De nuevo, las aguas turbulentas en las que nadie es capaz de nadar sin salir ahogado. ¿Podría subsistir la crónica social española sin toreros? ¿Qué harían -haríamos- sin Fran Rivera, sin Jesulín y compañía, sin Jose Mari Manzanares y sus posados, sin Finito de Córdoba en la fiesta de Porcelanosa, sin la Pantoja cantando Marinero de luces? Los toreros venden, pese a que el toreo no lo haga. Tal vez no deja de ser más que una consecuencia de la evolución y del paso del tiempo.

Tratar de defender una celebración basada en la muerte de un animal con la excusa de la tradición es algo parecido a circunscribir la palabra 'matrimonio' a las uniones entre hombre y mujer por cosas de la etimología. Sacar pecho con el argumento de 'lleva 500 años produciéndose' serviría tanto para matar a un toro como para volver a negar el voto a las mujeres, reinstaurar la esclavitud o prescindir de los teléfonos móviles -también fue tradicional herrar a los caballos para trasladarse del campo a la ciudad hasta que esa tradición se dio de bruces con la evolución-. Negar que la conciencia alrededor de los animales ha conquistado a la sociedad -por mucho que, en ocasiones, vaya demasiado lejos- es querer negar una realidad existente. Y que esto se ha convertido en una batalla campal cada vez que se celebra el Toro de la Vega donde las autoridades no hacen nada ni en uno, ni en otro sentido, también.

Igual va siendo el momento de que alguien se pronuncie. ¿Tendremos que esperar a que pasen las elecciones? No sea que por un quítame de aquí estas polémicas acaben perdiendo votos...

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