Mi Instagram es una realidad alternativa, como el álbum de la boda de tu abuelo, como la colección de arenas de tus viajes, como el menú de degustación de un restaurante de diseño. Un libro construido con retales posados que dibujan un momento, una vida, una historia, pero que no pasarían la prueba de vida en el juicio final. Son sólo fotos, son sólo platos, es sólo arena.
El postureo es una acusación un tanto mediocre. Nadie es lo que aparenta ser y todos somos conscientes de ello. El posado es una técnica milenaria que busca sacar lo mejor de uno para condensarlo en un momento. Y es todo un arte. A finales del XIX nadie sonreía en las fotos porque no podían moverse debido a la calidad de los negativos y no les acusaba de mohínos, o sí, pero no era postureo.
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Disfruto viendo pies en la playa, sonrisas impostadas o niños felices; puestas de sol imposibles, gatos con ojazos o grupos de amigos borrachos. No me creo nada pero me gusta todo. Nadie es tan feliz como en su Instagram ni tan ingenuo como para creerse el de los demás. Esto es sólo un bonito juego.
Nadie es tan feliz como en su Instagram ni tan ingenuo como para creerse el de los demás.
Desde el primer día que nació Instagram contaba con filtros para tamizar nuestra vida. La sutileza de la fotos cuadradas que ya manipulan nuestra visión panorámica no es casual. Instagram buscó un hueco desde el principio para contar las cosas con sus propios trucos para que fuera universalmente reconocible. Y ha sido todo un éxito. Cada 9 meses 100 millones de usuarios se apuntan a este juego de envidias artificiales sin odios, sin troles ni la basura de otras redes.
Esta nueva herramienta o pincel nos ayuda a dibujar universos subjetivos sin tener que dar explicaciones a nadie. La imagen que se construyan los demás de mi con mi perfil no me va a cambiar la vida. Quien necesite eso para autoafirmarse está inmaduro o enfermo. Ahí es donde Instagram puede llegar a ser un problema.
Ver Instagram es como leer un libro, tú construyes una historia que otro te cuenta con mejor o peor ingenio. Acusar de postureo es el pretexto del que pide realismo sin importarle el duende, el arte o el talento. Nadie llama al escritor para acusarle de idealizar sus relatos, nadie llama al cubista para que suavice sus líneas, nadie llama al humorista para que temple su ingenio. El placer está en disfrutar en cómo cuentan las cosas todos ellos.
La fotografía es una forma de explicar la realidad manipulándola. Ni siquiera el trabajo de los mejores fotoperiodistas sirve de prueba de vida porque está contado siempre a medias. En todas las fotos de Capa o de Bresson se adivina un hilo conductor personal y editorializado que subraya su talento a costa de manipular retazos de aquello que respiran. Es imposible contar una guerra, una vida o un plato de El Bulli capturando instantes sin construir un mundo paralelo, por muy mágicos que sean. Falta el sabor, el olor a pólvora, a mugre o la mayor parte del contexto. La construcción personal de ese contexto es lo que convierte la fotografía, Instagram o un buen libro en un maravilloso universo.
El Instagram de Robert Capa también sería hoy acusado de postureo y tendría una colección de idiotas reprochándoselo. ¡Eres un amargado, sal de la puta guerra ya! ¡Menos milicianos y más murcianos! Sus fotos también serian acusadas de posados, pero su trabajo también sería eterno.
Capa era una empresa formada por la pareja Ernő Friedmann y Gerda Taro. Juntos construyeron una marca personal bajo nombre único para vender también una idea, un postureo. Y a nadie se le ocurriría reprochar su obra por ello.
El postureo de hoy es un movimiento de vanguardia de amateurs. El realismo mágico del Macondo, que hacía de lo irreal lo cotidiano, es el surrealismo de Max Ernest buscando una realidad más allá de la física con imágenes imposibles que buscan remover no ya la razón sino los sentimientos, una forma de aportar pimienta a las historias, poliedros que refracten la realidad para disfrute ajeno. ¡Qué aburrido sería un Instagram con fotos levantadas con acta notarial! ¡Un Instagram con pantallazos de las cámaras del Gran Hermano! ¡Qué aburrida es la vida la mayor parte del tiempo!
¡Qué aburrido sería un Instagram con fotos levantadas con acta notarial!
Mi Instagram, como el tuyo, no es mi vida, es un caleidoscopio de recuerdos, un álbum de experimentos visuales sin criterio, metidos en la batidora del azar y del cuento. No te pongas a juzgar mi vida, ni la del instagramer de turno por ello, si acaso juzga sólo su talento.