Lo que ves sobre estas líneas es una de las pruebas que el doctor John Greenwood ha utilizado para estudiar la visión periférica de un grupo de 12 voluntarios durante varios años. Se trata de un test visual, como el conocido de las letras de mayor a menor tamaño, pero en el que lo importante es fijar la vista en el punto rojo y tratar de diferenciar la hora de los pequeños relojes representados a ambos lados. Una parte de las personas tiene más fácil distinguir los relojes de la derecha y otra los de la izquierda, donde su visión periférica será un poco mejor.
Fija la vista en el punto rojo y trata de diferenciar la hora de los pequeños relojes
Lo que ha visto Greenwood y su equipo y lo que explican en su estudio publicado este lunes en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) es que la capacidad de distinguir objetos varía mucho entre individuos, aunque en general la mayoría tuvieron más problemas en distinguir la parte superior y no hubo diferencias significativas entre izquierda y derecha. Este tipo de pruebas, llamadas de “visual crowding” (apelotonamiento visual) permiten comprobar si la presencia de muchos objetos impiden la diferenciación de los detalles.
“Todos tenían su propio patrón de sensibilidad, con algunas islas de visión pobre y otras zonas de buena visión”, explica el autor principal. “Si estás buscando unas llaves perdidas” explica, “este perfil afectará a tu habilidad para encontrarlas. Si tus llaves están sobre la mesa pero a la izquierda de donde miras, por ejemplo, la presencia de libros y papeles en la mesa puede impedir que veas las llaves. Alguien con fuerte sensibilidad de su visión hacia la izquierda podría distinguirlas incluso si estuvieran operadas un libro, mientras que otros no las distinguiríais salvo que estuvieran a varios centímetros del libro. Hay una variación sustancial entre personas diferentes”.
“Todos tenemos islas de visión pobre y zonas de buena visión”
Lo que se preguntan estos científicos es si estas zonas de sombra de la visión y esta configuración concreta del sistema visual es de carácter genético o si se adquiere por factores ambientales a lo largo de nuestras vidas. “Nosotros proponemos que algunas de estas variaciones se originan en los primeros niveles de la visión, en el desarrollo más temprano, y luego son heredadas por los niveles superiores mientras el resto del cerebro configura para analizar la información que llega de los ojos”, explica Patrick Cavanagh, coautor del estudio. Este tipo de trabajos son útiles para conocer con más detalle problemas como la ambliopía (conocida a veces como “ojo vago”) en las que se produce una pérdida de agudeza visual son que haya una lesiono o un rasgo físico en el ojo que lo justifique.
“Nuestro trabajo nos ayuda a entender mejor los mecanismos que causan el ‘apelotonamiento visual’ y dónde se produce en nuestro sistema visual”, explica Cavanagh. “A largo plazo, esperamos que esto ayude a desarrollar mejores estrategias de tratamiento para un amplio abanico de condiciones que causan sufrimiento y problemas a millones de personas en todo el mundo”.