Ignasi Bartomeus, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)
Las abejas tienen capacidades cognitivas fascinantes. Para sobrevivir en la naturaleza han de aprender a navegar con precisión a kilómetros de distancia de su nido, localizar y recordar qué flores dan las mejores recompensas, recolectar polen y néctar y volver a casa sanas y salvas.
A pesar de la creencia popular de que los insectos se mueven por instintos simples y prefijados, llevar la vida de una abeja es un poco más difícil. Necesitan procesar información compleja y tomar decisiones. Y eso requiere un cerebro sofisticado.
Necesitan dormir bien para recordar
En el laboratorio, usando principalmente abejas de la miel (Apis mellifera) y abejorros (Bombus terrestris), no solo se ha demostrado que aprenden a relacionar colores con ciertos estímulos, como una recompensa azucarada, sino que, además, para fijar ese aprendizaje requieren de un sueño tranquilo y sin sobresaltos.
Las abejas no solo aprenden por ensayo y error, también pueden aprender imitando a compañeras. Aunque es difícil de investigar, se ha demostrado que las abejas pueden entender pensamiento simbólico y procesar números. De hecho, hasta sienten algo parecido al optimismo a la hora de tomar decisiones, y son más “arriesgadas” cuando han tenido suerte recientemente. Por tanto, tener un cerebro grande puede ser ventajoso para ellas, al menos cuando necesitan contar flores o memorizar paisajes.
Hay más de 20 000 especies de abejas diferentes (¡el doble que de pájaros!), y no todas tienen un cerebro igual de grande. Cuando nos referimos al tamaño del cerebro, siempre es relativo al tamaño del cuerpo, ya que especies más grandes tienen en general corazones más grandes, estómagos más grandes y también cerebros más grandes. Por tanto, la pregunta adecuada es: ¿Por que hay especies con cerebros mucho más pequeños de lo que esperamos para su tamaño de cuerpo y otras con cerebros mucho más grandes de lo esperado? El cerebro es un órgano muy caro de desarrollar y mantener, por tanto, si hay especies que invierten en cerebros grandes, debería estar justificado evolutivamente.
Test de aprendizaje
Recientemente hemos podido medir el tamaño del cerebro de más de 100 especies de abejas silvestres para investigar por qué observamos tanta variación. La primera prueba importante era demostrar si cerebros más grandes confieren capacidades cognitivas mejores. Aunque ese es el resultado esperado, nunca se había comprobado en insectos. Para ello “enseñamos” a diferentes especies de abejas a asociar una recompensa azucarada con un color, y luego les hacíamos un examen a ver si elegían el color correcto incluso cuando no había recompensa. Las abejas con cerebros relativamente más grandes aprendieron más rápido y con más porcentaje de acierto que las de cerebros relativamente pequeños.
Ahora toca volver a la vida de la abeja. Localizar flores preferidas, recordar donde están, encontrar el nido, etc. La siguiente pregunta que queríamos responder con nuestros experimentos era que tipos de abejas necesitan de esos cerebros grandes y costos.
Las abejas especialistas tienen cerebros más grandes
Lo que encontramos es que las abejas que se especializan en un solo tipo de flores han evolucionado para tener cerebros más grandes. Las abejas que se alimentan de todo, no tienen que esforzarse tanto porque tienen muchas flores para escoger; en cambio, las abejas que han de pensar dónde está aquella flor específica y memorizar sus características necesitan un cerebro mayor.
Entender el cerebro de las abejas también es importante para entender su estado de conservación. Muchas poblaciones de abejas están sufriendo un claro declive, pero no todas las especies son igual de vulnerables.
Actualmente estamos comprobando si las abejas con cerebros más grandes son capaces de adaptarse a vivir mejor en grandes ciudades, donde el ambiente cambia constantemente, y se necesita una gran capacidad para aprender y adaptarse a las nuevas situaciones. Los resultados preliminares indican que así es. Tener un cerebro grande puede ayudarles a sobrevivir en ambientes dominados por el hombre.
Invertir en cerebros grandes y costosos puede ser una mala estrategia cuando el ambiente es predecible y no hay necesidad de improvisar, pero cuando se hace necesario localizar flores raras, o adaptarse a vivir entre coches y edificios, un cerebro grande y plástico puede suponer una diferencia vital.
Ignasi Bartomeus, Researcher, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.