Dijo Pedro Sánchez hace unos días que para esta semana se alcanzarían los 10.000 contagiados por coronavirus en España. Hoy son muchos más: 25.000. El martes, tras la larga reunión del Consejo de Ministros, anunció la “movilización” de 200.000 millones de euros para frenar el impacto económico que generará la infección. Puro artificio, pues tan sólo una pequeña parte de esos recursos saldrá de las arcas del Estado. Volvió a alejarse de la verdad.
Las mentiras piadosas suelen servir de ansiolítico en tiempos de crisis, en especial, cuando los ciudadanos desconocen si al término de las hostilidades tendrán que seguir poniendo el mismo número de platos sobre la mesa en la que cenan. El problema es que la estrategia que ha seguido el Gobierno en estos últimos días ha sido distinta, pues las falsedades y medias verdades que ha incluido su discurso no han ido encaminadas a tranquilizar a los españoles, sino a ocultar sus fallos de gestión.
Es cierto que la dimensión de la amenaza era difícil de predecir, pero también lo es que el Ejecutivo ha actuado de forma negligente. Ante esa evidencia, no sólo miente para maquillarla, sino que trata de adueñarse de la verdad. El pecado es doble.
Esta actitud la escenifica de forma sibilina cuando pide a los españoles “recurran a canales de comunicación fiables” y eviten leer “noticias engañosas, que provocan alarma y pánico” durante estas semanas. Básicamente, porque una de las grandes fuentes de información inexacta han sido las propias autoridades. Las que apelaron a los españoles a que se movilizaran en las marchas feministas del 8-M, con algunas decenas de muertos sobre la mesa. Las que exigieron a los españoles que permanecieran en sus casas ante el menor síntoma de infección, pero ellas mismas burlan la cuarentena, como en el caso de Pablo Iglesias. O, peor, las que tratan de ocultar su falta de diligencia con anuncios grandilocuentes.
Ahora van a las residencias de ancianos
Porque llama la atención que Sánchez haya adelantado este sábado -con 1.300 fallecidos y 25.000 contagiados- su intención de enviar al Ejército a las residencias de ancianos de la Comunidad de Madrid para desinfectarlas. O que anuncie el establecimiento de un plan nacional para la fabricación de mascarillas. Es evidente que ambas cosas debieron hacerse antes y no fue así. Por eso hay decenas de muertos en los hogares de la tercera edad y desabastecimiento de 'cubrebocas'. Los fallos de gestión y previsión son evidentes.
Estos son sólo dos ejemplos de las medias verdades que escondía el discurso de Pedro Sánchez de este sábado, que no estaba tan vacío de contenido como parecía, pues ha sido una enorme maniobra de justificación y ocultación del Gobierno ante los españoles. Es decir, ante personas que pueden llegar a sentir durante estos días que todo lo que han construido durante los últimos años se desmenuza como un terrón de arena.
Son tiempos complejos los que vive el país, pero, sin duda, la tormenta amainará tarde o temprano, las restricciones del estado de alarma se levantarán y la vida volverá a la normalidad. Entonces, el Gobierno deberá ofrecer explicaciones sobre imprudencias como la del 8-M o por la escasa previsión que ha demostrado a la hora de abastecer y escuchar a los diferentes eslabones del sector sanitario. La única preocupación de Moncloa debería ser ahora mismo la de controlar la pademia. Eso implica contener el entusiasmo y la ambición de sus más conocidos propagandistas, los que alicatan los discursos y han realizado tantos intentos de imponer medias verdades y falsedades.