Tras la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, la Ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado, ha propuesto penalizar la apología de franquismo. No deja de ser cómico que esta propuesta surja del mismo partido que está centrando su campaña electoral en torno a la figura del dictador, fallecido hace más de 40 años, con el único objetivo de desviar la atención de la inacción de su Gobierno en Cataluña a requerimiento del PSC.
De hecho, esta propuesta también forma parte de esas mismas maniobras de distracción que han tenido su momento álgido en las declaraciones de “su persona”, Pedro Sánchez, equiparando el pasotismo y hartazgo ante sus artimañas electorales a costa del franquismo (algo que muchos sentimos) con una suerte de aceptación o aprobación del nazismo. La banalización electoralista del Holocausto.
Habría que recordarle a la señora ministra que, mientras que en nuestro país no hay ningún partido con representación parlamentaria que exalte abiertamente el franquismo y escasean los representantes públicos que se exhiban con imágenes del dictador, no ocurre lo mismo respecto a otros genocidas y dictadores, como Stalin, Lenin o Castro. Son demasiado habituales las instantáneas de autoridades públicas enalteciendo a estos personajes, que causaron millones de muertos en nombre del comunismo, cientos de miles de ellos en nuestro país. La simpatía por el totalitarismo de izquierdas es tan manifiesta que algunos partidos políticos incluso celebran públicamente las efemérides de estos regímenes y de sus protagonistas.
Para que la propuesta punitiva de la ministra tuviese cierta coherencia discursiva, debió proponer tipificar como delito la apología del guerracivilismo. Pero qué duda cabe que eso vaciaría de contenido las campañas y programas electorales de más de un partido político, empezando por el PSOE.
Instrumento de polarización
Las muertes del franquismo son tan nuestras como las muertes republicanas, señora Delgado: esas fosas que usted tiene tanto empeño en abrir así lo atestiguan. La anomalía de nuestro país no es el franquismo, sino el recurso electoral constante al guerracivilismo como instrumento para asentar una polarización que hunda sus raíces en las emociones más viscerales del ser humano, en la muerte y la sangre. Ustedes, como otros muchos, sólo buscan que votemos con las tripas y dejemos olvidada en un cajón nuestra razón, porque ella nos haría formularnos preguntas sobre la última EPA, el futuro de las pensiones y sobre otras tantas cuestiones que les incomodan. Porque el relato es sencillo y les sale mucho más rentable electoralmente que la gestión.
Frente a quienes abogan por expandir el derecho penal y usarlo como instrumento para reparar sensibilidades políticas heridas, yo defiendo la interpretación expansiva del derecho a la libertad de expresión
La propuesta de la ministra de Justicia no es más que otro intento de seguir politizando nuestro Código Penal, criminalizando la ofensa hacia ciertas posiciones políticas muy concretas al tiempo que otras no se consideran merecedoras de protección. El odio, o abarca todo el espectro político, o no debe ser penalizado.
Frente a quienes abogan por expandir el derecho penal y usarlo como instrumento para reparar sensibilidades políticas heridas, yo defiendo la interpretación expansiva del derecho a la libertad de expresión, circunscribiendo el delito de odio a aquellos supuestos en los que se incite directamente a la violencia: in dubio pro libertate (en caso de duda, a favor de la libertad).