El problema de la “nueva política” es que pasa a ser “vieja” en menos de una legislatura. Nadie, nunca, ha escapado a los vicios y maneras de la política práctica. En cuanto juegan en las instituciones con cargos y presupuestos, contratan asesores de marketing electoral, gabinetes de prensa y coach de liderazgo, y viven obsesionados por su visibilidad en la infantil sociedad del espectáculo , todo ese embrujo novedoso se esfuma.
Podemos ya ha pasado por esa situación debido a que su partido-movimiento reúne a dogmáticos de distintas familias de la izquierda, dispuestos siempre al reproche, la purga y la estalinista autocrítica. Muchas voces acusan a Pablo Iglesias de acomodo y aburguesamiento, de pasar de la ruptura y la barricada al postureo acomodaticio. No les falta razón. No en vano, en Madrid va a colocar a Errejón no para tomar el cielo por asalto, sino para competir por el electorado del PSOE; sí, el otrora “partido de la casta”.
El poder siempre recae en unos pocos, quienes acaban condicionando la política de su organización a mantener y aumentar su poder personal
Nadie escapa a la ley de hierro de las oligarquías que expuso hace más de cien años el socialdemócrata Robert Michels: el poder siempre recae en unos pocos, quienes acaban condicionando la política de su organización a mantener y aumentar su poder personal.
No obstante, existe en esta cuestión una gran diferencia entre Podemos y Ciudadanos. Los primeros tienen una teoría del poder a la que someten táctica y estrategia, y ansían tener el gobierno. Los segundos, no. Es incomprensible que parezcan acomodados al papel de grupo de presión e influencia, desde la oposición parlamentaria y el altavoz mediático. Esto les ha permitido hasta aquí mantener la ficción de “nueva política”, pero la victoria electoral en Cataluña lo ha cambiado todo.
El catalán que votó a Ciudadanos el 21-D lo hizo para respaldar una política de partirse la cara con el supremacismo, presentar batalla y demostrar que se tiene razón a la hora de defender el orden constitucional
El catalán que votó a Ciudadanos el 21-D lo hizo para respaldar una política de partirse la cara con el supremacismo, presentar batalla y demostrar que se tiene razón a la hora de defender el orden constitucional. Por eso el partido de Arrimadas se convirtió en el receptáculo de los votos antisistema, de los socialistas que no confiaban en un Iceta que pedía indultos para los golpistas, ni en un Albiol dirigido desde Moncloa.
No iniciar una ronda de entrevistas con los jefes de las otras formaciones e intentar una investidura es un tremendo error. La situación de Cataluña es excepcional, con un golpe de Estado tras cuarenta años de preparación, en una sociedad clientelar y rota, en decadencia, y llevada al umbral del enfrentamiento. No se trata de una legislatura al uso, sino de una situación trascendental, única e histórica, no solo para Ciudadanos sino para aquellos catalanes que decidieron salir del armario político.
Si no han entendido que se les votó el 21-D para liderar a campo abierto, a cara descubierta y sin miedo la respuesta al supremacismo es que van a desperdiciar la ocasión de hacer algo grande en Cataluña y en España. Porque la decisión de no dar un paso adelante no se debe al interés de los catalanes, sino a cálculos partidistas: evitar el desgaste de Arrimadas y de su formación. De hecho, ha sido Miguel Gutiérrez quien ha salido a explicarlo, no la jefa catalana. Es un tic de la vieja política.
Es decepcionante que el mundo entero no pueda ver una sesión de investidura donde se presente el vencedor electoral de la Cataluña moderna
Es decepcionante que el mundo entero no pueda ver una sesión de investidura donde se presente el vencedor electoral de la Cataluña moderna, cosmopolita, demócrata y plural, dentro de España y la Unión Europea, frente al secesionismo tragicómico y empobrecedor que se codea con los populismos nacionalistas europeos.
Es triste que no sea correspondida la valentía de la gente que salió a la calle a manifestarse como nunca antes, e incluso de muchos concejales de Ciudadanos que sufren el acoso a diario desde hace años y que vieron en la victoria del 21-D una recompensa a su impagable dedicación. No se puede alentar a la “mayoría silenciada” para que pierda la vergüenza o el temor, y luego no dar la cara en el Parlamento de Cataluña.
Es más; no se comprende después de que, en pleno golpe de Estado, entre el 6 y 7 de septiembre, Arrimadas pidiera una moción de censura, y ahora se niegue a iniciar el protocolo para la investidura. La líder de C’s tomó la iniciativa sin saber si tenía apoyos suficientes, sino con el ánimo de mostrarse como la alternativa al gobierno de Puigdemont. Es la misma situación actual salvo que en un escenario más favorable: la victoria en las urnas. En aquellos días, Arrimadas decía que confiaba en que hubiera miembros de los grupos independentistas que apoyaran su propuesta , porque si no se podía gobernar se forzarían unas elecciones.
Las contradicciones son la norma de Podemos porque su objetivo no es ser coherente, sino debilitar el orden constitucional. Sin embargo, sería deseable que no fuera así en Ciudadanos
Las contradicciones son la norma de Podemos porque su objetivo no es ser coherente, sino debilitar el orden constitucional. Sin embargo, sería deseable que no fuera así en Ciudadanos. El caso recuerda al Partido Reformista de Melquíades Álvarez, la última esperanza de la izquierda moderada para la regeneración tranquila del decrépito régimen de la Restauración. Sus incoherencias acabaron con la formación, como recordaba Manuel Azaña, uno de sus miembros.
El asunto no ha pasado desapercibido a los partidos del sistema, al PP y al PSOE, quienes ya han encontrado el punto débil de Ciudadanos : la realidad del poder, la madurez de dar el paso de la oposición al gobierno, la dificultad de liderar el grandilocuente discurso regeneracionista, el peso de la responsabilidad y el temor a los medios de información.
Maquiavelo escribió que una de las claves para conseguir el poder era tener las cualidades necesarias en el momento oportuno, la virtud en la fortuna. Por el contrario, cuando no se aprovecha la ocasión es que quizá se sobrevaloraron las cualidades.