Dimidium facti qui coepit habet, escribía el viejo y sabio Horacio, lo que traducido muy libremente expresa que la mitad de cualquier cosa la tienes hecha a la que comienzas. Así lo ha entendido el separatismo catalán en sus dos caras, la de Esquerra y la de la neoconvergencia, cuando de tratar con Miquel Iceta se ha tratado. La república catalana, que jamás será independiente porque ni salen los números ni les interesa a sus promotores, tiene visos de realidad merced al acuerdo entre socialistas y estelados. ¿El resultado? Una Cataluña insolidaria que ordeñará al máximo a España, permaneciendo vinculada a ella en lo que le interese y haciendo rancho aparte en lo que obtenga más y mejor provecho.
Esa es la consulta “constitucional” que auguraba Sánchez en rueda de prensa, ese es el motivo por el cual Iceta ha apoyado al separatismo en el Parlament para reforzar a Torra como President de la Generalitat en contra de la Junta electoral Central y esos son los mimbres del cesto que están urdiendo, cesto que recogerá oportunamente la cabeza de la Constitución y la forma de estado. Lo digo por usted, Señor.
No es Sánchez quien está detrás del blanqueamiento escandaloso que se hace en cada telediario – a Puigdemont ayer mismo se le llamaba president – o en cada movimiento político. Es Moriarty Iceta, que desea llega a la presidencia de la Generalitat como trampolín para alcanzar la Moncloa, esa misma Moncloa en la que veló sus armas hace años al servicio de Narcís Serra desde su despacho en el complejo de Las Semillas como director del gabinete de análisis de la presidencia del gobierno. Como persona inteligente, Miquel sabe que en política lo más importante es medir los tiempos. Que el próximo president sea de Esquerra o que Sánchez pase dos mandatos en el cargo no le preocupa en lo más mínimo, porque su objetivo siempre ha sido a largo plazo.
Definiciones de brochazo grueso
Sabe que tiene a Sánchez bien amarrado y por eso el doctor dice que va a reunirse con Torra al considerarlo el legítimo presidente catalán o que en quince días se pondrá en marcha la mesa de diálogo con el separatismo que ha de concluir en una consulta. Con ese frente tranquilo y sin novedad, el político catalán, del que nunca nos cansaremos de alabar su inteligencia, tiene las manos libres para dar una de cal y otra de arena al complejo y roto universo separatista. No le importa apoyar a Torra en una votación parlamentaria junto a Junts per Catalunya y Esquerra, de la misma manera que no le importaría hacer lo contrario mañana si así lo juzgase oportuno. Creo que ni en el frente estelado, y ya no digamos en Ciudadanos, o en el PP han sabido calibrar con la debida proporción lo que supone Iceta. A excepción de Juan Carlos Girauta y un servidor, no veo demasiados análisis exactos acerca del personaje. Las definiciones de brochazo grueso y, lo reconozco, en no pocas ocasiones homófobas e inadmisibles, les han impedido ir más allá del señor que baila en un mitin o despliega ironía en sus intervenciones.
No entienden que Miquel posee una carga de odio que da miedo verla cuando, en contadas ocasiones, se permite mostrarla en privado a muy pocas personas. Yo he sido testigo. No es odio de clase ni odio generado por la envidia - es millonario y, además, generoso - ni odio por ser gay ni nada que se le parezca. Es un odio mucho más profundo, más hondo, de raíces más negras y temibles que nace de haberse sentido durante demasiados años el chico de los recados del PSC, ese personaje que nos es tan útil cuando de escribir papeles se trata, de hacer las gestiones que nadie quiere hacer, ese asalariado eficaz y diligente al que no se da mayor importancia que a un buen frigorífico o una cómoda butaca. Isidre Molas lo despachaba en cierta ocasión cuando se proponían nombres para cierto asunto “de intelectuales del PSC” con un despótico “¿En Miquel? Aquest sols sap ballar” y les hablo de los ochenta del siglo pasado, no de ahora. Qué clasismo y qué estupidez.
Miquel Iceta actúa por ese odio, por ese “se van a enterar” del que les hablaba el otro día. Y su tremenda visceralidad, unida a una capacidad política sin parangón en la política actual, lo hacen sumamente peligroso. Decía Alejandro Fernández que Sánchez es rehén de los separatistas. No, querido amigo, es rehén de Iceta, al igual que el debate político es también prisionero de las tesis del primer secretario del PSC que, sin que nadie lo advierta, es quien realmente está manejándolo hacia el terreno que a el le es más propicio.
Lo repito: los separatistas acabarán por hacerlo santo. Los suyos ya lo han hecho. Y nadie lo ve.