La flamante ministra de economía, Nadia Calviño, anunció que creará una autoridad macroprudencial para prevenir crisis futuras, en un intento de extraer señales de alerta temprana ante la acumulación de determinados desequilibrios. Si bien es una actitud muy loable, se debe tener mucho cuidado en su implementación porque muchas veces los sesgos ideológicos y de formación académica no permiten identificar los problemas. Como ejemplo paradigmático la Gran Recesión, donde la formación de burbujas en los mercados financieros no fue predicha por ninguno de los economistas neoclásicos más relevantes, y mucho menos su impacto en el sistema bancario y la economía real.
Desde estas líneas, los cuatro economistas que aquí escribimos, desde posiciones ideológicas distintas, venimos coincidiendo en el diagnóstico y sabemos lo que ocurrirá si no se hace nada en los siguientes trimestres. Los profundos errores de diagnóstico sobre la Gran Recesión, así como las medidas implementadas por los ejecutivos de Zapatero y Rajoy desde 2008, nos han llevado a la mayor y más profunda crisis económica y social de nuestra historia reciente. La clase media se evapora; las desigualdades de renta y riqueza alcanzan cotas insoportables; y nuestros jóvenes, sin futuro.
Vuelta al 2007-2008
Frente al autobombo del anterior ejecutivo respecto al crecimiento económico que experimenta España desde 2014, venimos afirmando que la razón fundamental radica en los vientos de cola favorables externos, que ya se están desvaneciendo. El mismo regulador, en el Informe Anual de 2016, detalló las razones que había detrás de las sorpresas positivas en nuestra economía. Y ninguna de ellas tenía que ver con las políticas económicas implementadas desde el gobierno del ínclito monclovita de turno.
Por un lado, la relajación del ajuste presupuestario. Por otro, la entrada de flujos financieros foráneos en nuestra economía, derivados de la política monetaria del BCE. Pero además, el Banco de España añadía otra relevante: la bajada no prevista del precio del petróleo y otras materias primas. Según los cálculos del regulador, estos tres elementos habrían tenido un impacto sobre la actividad más positivo del previsto. Y todos ellos impactaron de modo menos favorable sobre el PIB del área del euro que sobre el español.
Repetimos los mismos errores: confiar en nuevas burbujas y en un turismo que crece artificialmente… Y nuestro tejido exportador patrio controlado por capital foráneo"
Sin embargo, el anterior ejecutivo pudo aprovechar, pero no lo hizo, las ventajas que suponía una financiación barata acompañada de una caída acentuada del precio del petróleo, para invertir en la creación de un tejido productivo sólido que permitiera a España consolidar una posición competitiva a largo plazo, con la creación de bienes y servicios de alto valor añadido cuya consecuencia sería la disminución del desempleo con generación de altos salarios, mayores ingresos tributarios y altas cotizaciones que permitieran la sostenibilidad del sistema de pensiones.
Prefirió continuar con “la patada hacia adelante”. Repetimos los mismos errores: confiar en nuevas generaciones de burbujas, en un turismo creciente, en parte por problemas geopolíticos en zonas competidoras, y todo ello en un contexto donde nuestro excelente tejido exportador patrio empieza a ser controlado por capital foráneo. Por eso le advertimos al nuevo ejecutivo de Sánchez que nos encontramos de nuevo en una situación parecida al período 2007-2008.
Ciclo alcista del precio del petróleo
Prepárense para ver el crudo a 90 dólares el barril este otoño y a más de 100 dólares en 2019. Los años de bajos precios del crudo y de la energía en general han sido buenos para los consumidores, pero los bajos precios han dado lugar a un colapso de las inversiones en exploración y producción. Después del hundimiento de los precios del petróleo en 2014, la industria del petróleo y del gas comenzó a reducir sus inversiones de capital. No existía razón alguna para que las empresas invirtieran, y desde ese momento las inversiones han caído a la mitad, lo que ha significado menos nuevos descubrimientos y la caída de las reservas probadas.
De hecho, el número de nuevos descubrimientos de petróleo convencional fuera de los Estados Unidos ha caído a su nivel más bajo en 65 años. El recorte de inversiones ayudó a las empresas a mantener sus rentabilidades en un escenario de caída de precios, de manera que las grandes petroleras ofrecen dividendos astronómicos, pero las inversiones están por debajo del nivel necesario para mantener los actuales niveles de producción. Serían necesarios tres billones de dólares al año –más de dos veces el PIB de España– para asegurar la sostenibilidad a largo plazo. Aunque los precios están hoy a casi 80 dólares, frente a los 67 previstos en los Presupuestos Generales del Estado 2018, el ciclo inversor necesita tiempo, de 5 a 7, años para explorar, descubrir y poner en producción nuevas reservas, y mientras tanto la demanda no cesa de crecer.
Y si a eso se le añaden problemas geopolíticos, como el hundimiento de la producción en Venezuela, las sanciones a Irán y otros, los precios solo pueden subir en los próximos años. Ello invalida los supuestos de los últimos Presupuestos Generales. Una inflación el doble de la estimada implicará que el déficit de las pensiones subirá en casi 2.000 millones, y que pese a las subidas salariales previstas de funcionarios y del sector privado el poder de compra de estos colectivos se reducirá en un punto. Por otro lado, si el PIB se reduce según el ministerio de Economía en un 0,7% por cada 10% de incremento en el precio de la energía, una subida del 30 % en el segundo semestre respecto a los PGE restará un punto al crecimiento este año, y lo llevará casi a cero en 2019.
¿Restricción fiscal y monetaria?
Con nuestras previsiones se producirá un incremento de la inflación general debido a los componentes erráticos, aquellos productos de la cesta de la compra que se fijan en los mercados financieros, pero no en la inflación subyacente (ausencia de repuntes salariales). Los bancos centrales podrían reaccionar con una política monetaria más restrictiva de la que correspondería al ciclo actual. Se repetiría lo sucedido en 2007-2008. Los mercados de riesgo se desplomarían y se pincharía la última burbuja creada por los bancos centrales, la de la deuda soberana. El impacto para España sería letal.
En 2008 los acreedores de las administraciones públicas apenas representaban el 20% del total de la deuda externa; a cierre de 2017 ese porcentaje alcanzaba el 49%"
España es uno de los países europeos con mayor deuda externa, tanto pública como privada, por lo que es muy vulnerable a cualquier impacto sobre los tipos de interés. Pero el sesgo de la deuda externa se ha movido hacia la deuda pública. Si en 2008 los acreedores de las administraciones públicas apenas representaban el 20% del total de la deuda externa, a cierre de 2017 representaba el 49%. Una subida de un punto porcentual en los tipos de interés de la deuda exterior restaría casi 1,3 puntos de crecimiento al PIB.
Los dos efectos unidos, subida del precio del petróleo y de los tipos de interés, impactarían negativamente en nuestra economía. España entraría en recesión. Nuestro déficit público se dispararía y las autoridades europeas, podrían exigir ajustes adicionales que aún hundieran más el ciclo económico. Si en una fase expansiva en 2016 y 2017 España no cumplía el criterio de Maastricht, imaginemos que pasaría en un escenario negativo como el descrito. Si la Troika exigiera recortes de gasto adicionales el ciclo económico español registraría una recesión considerable.
En este contexto el BCE juega un papel clave que sin duda podría aliviar de manera considerable los efectos descritos. El BCE anunció que el programa de compra de deuda, básicamente soberana, en mercado secundario terminará a finales de 2018. El final de este programa no supone ninguna restricción monetaria, ya que la parte de la cartera de deuda que irá venciendo se renovará, de manera que la base monetaria no se contraerá. Sin embargo, existe un riesgo. El BCE hizo su anuncio de expansión cuantitativa en un contexto donde no prevé un repunte de la inflación derivado de la evolución de materias primas. Si se produjera un incremento en la inflación general, no la subyacente, como en 2007 y 2008, e implementara una restricción monetaria el impacto macroeconómico sería relevante y España no podría financiar su deuda soberana en los mercados financieros. Además, si quien sustituye a Mario Draghi es un alemán prepárense lo peor.
Conclusión
Por eso nuestro S.O.S. a Pedro Sánchez: el 2007-2008 se podría repetir. Pero si en el principio de la Gran Recesión nos parecíamos a Irlanda, burbuja de deuda privada, el estallido de la actual burbuja de deuda, sin soberanía monetaria, nos haría parecer a Grecia. El nuevo gobierno debe buscar un cambio radical de modelo productivo por que el actual ya está agotado, por el bien de las generaciones venideras. No queda otra.