Cuando el martes pasado Susana Díaz salió del Hotel Convención de Sevilla, donde se había reunido con Pedro Sánchez, flanqueada por dos asesores, estalló y empezó a reírse a carcajada limpia. Parecía la suya una risa nerviosa, la típica reacción de cualquier persona tras casi dos horas de tensión y contención. Quienes la observamos no supimos calibrar si sus risas obedecían a algún chiste puntual de sus ayudantes o, quizás, a la feliz sensación que Susana tuvo que llevarse de aquel reencuentro con su viejo enemigo.
No era para menos, la presidenta andaluza había salido vencedora del lance que acababa de vivir esa fría y soleada mañana sevillana con su principal adversario/enemigo, Pedro Sánchez.
Hacía más de medio año que la dirigente andaluza no se veía cara a cara con el secretario general del PSOE, el mismo que el 21 de mayo le pegó un revolcón en unas primarias que para Susana Díaz supuso una cura de humildad y vuelta a la casilla de salida; a recomponer su maltrecha figura política. Objetivo conseguido, por cierto.
Pacto a la fuerza
Sánchez y Díaz se habían reunido durante media hora escasa con un único objetivo: sellar un acuerdo, un pacto de no agresión más exactamente, que durante semanas han ido punteando José Luis Ábalos y Juan Cornejo, los secretarios de Organización de las ejecutivas federal y regional respectivamente. Ábalos y Cornejo han sido los verdaderos sastres que han trabajado para remendar los costurones de mayo, “coser el partido” que se dijo entonces.
A la fuerza ahorcan, podría ser la idea motriz del acuerdo, ya que el calendario electoral ha empezado a soltar hojas"
A la fuerza ahorcan, podría ser la idea motriz del pacto alcanzado, ya que el calendario electoral ha empezado a soltar hojas. Y la primera cita con las urnas, salvo adelanto, será dentro de un año, en marzo de 2019, con la primera sentencia de los Eres calentita en el escenario, y en esa consulta Susana Díaz y el PSOE, por este orden, se juegan salir fortalecidos o muy tocados para retos electorales posteriores en municipales, europeas o generales, por no hablar de las respectivas ambiciones personales.
Las cosas para lograr el armisticio, cuentan quienes dicen conocer de primera mano esos contactos, no estaban nada fáciles. Susana se había encastillado al frente de su feudo andaluz; ganó todas las primarias –menos en Almería capital– laminando al sanchismo. Cambió su gobierno y siguió apostando por perfiles bajos de consejeros/as más o menos eficaces, pero sobre todo leales y políticamente sumisos a la autoridad de la dirigente. Y, además de todo esto, implantó una especie de escudo anti misiles a la altura de Despeñaperros, con el que estaba dispuesta a repeler los intentos, lógicos y estatutariamente legales, de la Ejecutiva Federal, por entrar en Andalucía a hacer su trabajo.
Frenar "la locura"
“Una locura, todo es una locura”, dijo uno de los veinte comensales socialistas que, junto a Manolo Chaves, se reunieron en diciembre pasado bajo el pretexto lúdico y festivo de la Navidad. En aquel encuentro se congregaron una vez más y desde que Chaves le dijo a Griñán “Pepe, Susana nos ha matado”, casi dos docenas de ex dirigentes y ex cargos públicos del PSOE andaluz que arropan al ex presidente, y amigo desde entonces, en su humillante exilio como militante de alguien que llegó a ser presidente federal.
Se habló en tono de preocupación de la deriva que iba tomando el partido con la actitud belicista y suicida de Susana contra “el secretario general”. “Eso nos conduce al desastre”, se oyó decir, y también hubo quien concluyó afirmando que para colmo ya no daba tiempo a cambiar de candidato que sustituyese a Susana.
Sánchez es consciente de algo que siempre ha sido incuestionable: el PSOE no puede llegar a la Moncloa si no gana en Andalucía"
Que Díaz eligiese a Rafael Escuredo como su presentador en los actos de la Ser del 40º aniversario del 4D, mientras que el resto de líderes andaluces se hicieron acompañar por sus respectivos dirigentes nacionales, fue un desaire gratuito, y muy visible hacia el secretario general, que sentó muy mal a la militancia. Quizás por esto Sánchez eligió a la periodista y escritora granadina Pilar del Río como presentadora en su reaparición sevillana del martes. Elegir a Susana hubiese resultado demasiado chusco y evidente.
La presión, por tanto, en estos meses ha sido intensa para que se recondujera la carrera hacia el abismo a la que la actitud de Susana llevaba al partido en su conjunto. Una carrera en la que no ha participado Sánchez, metido de hoz y coz en los asuntos de Estado en Cataluña, pero con tiempo para reflexionar sobre algo incuestionable: el PSOE no puede llegar a la Moncloa si no gana en Andalucía. La fortaleza de Susana, por tanto, es también la suya propia y estaban condenados a entenderse.
Sánchez baja a Sevilla y cede
Mientras Susana Díaz se ha mantenido en sus radicales posiciones, firme como una roca, ha sido Pedro Sánchez el que ha tenido que bajar y ceder, con una generosidad y mano tendida impensables hace medio año. Y lo ha hecho en el Foro Joly, con cierta cursilería y un exceso de peloteo gratuito hacia la presidenta presente. Las referencias a la gratuidad de las matrículas universitarias fue el momento culminante de la mañana. De nuevo el PSOE-A y sus políticas sociales volvían a cotizarse como ejemplares por la dirección federal del partido. Una reivindicación que bien se encargó Verónica Pérez –la “máxima autoridad”– de recordar nada más irse Sánchez de Sevilla en el Ave.
Pedro y Susana también coincidieron a la hora de los canutazos de los periodistas. ¿Diferencias? ¿crisis? ¿deshielo? por dios, que va, eso es historia, el pasado, todos remamos en la misma dirección. ¿El hielo?; para Frozen, bromeó con deliciosa falsedad la presidenta. Y así, de un plumazo, bendijeron públicamente el pacto de no agresión que han inaugurado desde la sensatez.
La paz ha sido formalmente sellada en las alturas, la tarea más compleja, ahora, será trasladar el espíritu de esa paz a las bases donde las brechas y heridas abiertas por los procesos de primarias han dejado muy mal parado al partido y desanimados a miles de militantes en las agrupaciones. El pacto de no seguir a porrazo limpio, de momento, está hilvanado y cogido con alfileres. A ver cuánto dura.