Opinión

Abandonad toda esperanza

Cuando el pasado domingo, hacia las nueve de la noche, se pasó en las televisiones de la fantasía de los sondeos a la dureza de la realidad, se nos quedó a todos cara de conejo en mitad de una autopista deslumbrado por los faros de los coches. Nada de lo

  • Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal -

Cuando el pasado domingo, hacia las nueve de la noche, se pasó en las televisiones de la fantasía de los sondeos a la dureza de la realidad, se nos quedó a todos cara de conejo en mitad de una autopista deslumbrado por los faros de los coches. Nada de los prometidos 150 diputados para el PP Y 31 para Vox, con la tranquila mayoría absoluta que estábamos esperando, sino todo lo contrario. El PSOE empezó ganando y ni el PP. en su trabajosa remontada, ni Vox, anclado desde el principio, consiguieron llegar a los 176 escaños que se necesitaban. Los votantes de centroderecha, como boxeadores sonados, miraban incrédulos las pantallas sin dar crédito a lo que veían. Enseguida se llenaron los teléfonos de mensajes desbordados de estupor y desolación, pero con muy pocos memes, porque el talento anónimo que los crea no estaba por la labor de ponerse a hacer gracietas. Afuera, en la calurosa noche de Barcelona con su humedad de sauna, las calles estaban vacías y en las terrazas del barrio solo unas pocas mesas estaban ocupadas por turistas que hablaban en otras lenguas y disfrutaban de la tranquila velada ajenos al drama que se vivía a su alrededor.
Como dijo el catedrático de derecho político y letrado del Consejo de Estado Jesús Fueyo Álvarez en una frase que se reveló profética,  “Señores, España es un país trágico, pero poco serio”. Una mayoría de españoles ha considerado que nada hay que objetar ni a la alianza con Bildu ni a las continuas cesiones ante el golpismo independentista y han decidido premiar la osadía de un líder, Pedro Sánchez, que reconozcámoslo ya, les da mil vueltas a todos los demás, aunque solo sea porque sin el peso de la conciencia lastrándole el pecho es mucho más fácil abordar con éxito las más arriesgadas e inmorales piruetas políticas.

PP y Vox, aliados naturales aunque no siempre se comporten como tales, debieron asegurarse de que los votos que ya tenían amarrados iban a tener su correspondiente rendimiento electoral


Pero el triunfo de una izquierda que ha sabido conectar con su electorado no quita responsabilidad a los culpables del fiasco de la derecha. Como esos agricultores que cuando hay sequía lo primero que hacen es revisar sus instalaciones a la búsqueda de posibles fugas de agua, el PP y Vox, aliados naturales aunque no siempre se comporten como tales, debieron, antes de lanzarse a buscar nuevos caladeros de votantes arrepentidos, asegurarse en primer lugar de que los votos que ya tenían amarrados iban a tener su correspondiente rendimiento electoral, que no iba a haber fugas en las tuberías. En Lérida y Gerona, las dos únicas provincias españolas junto con Guipúzcoa en las que los dos partidos de la derecha carecen de representación electoral, volvió a darse la situación desesperante de siempre. En Lérida, los 35.889 votos resultantes de la suma de los conseguidos por el PP, 23.428, y Vox, 12.461, hubieran convertido a esa posible fuerza única en la segunda más votada de la provincia por delante de Esquerra,  con un  escaño asegurado. También en Gerona, los 53.556  provenientes de la suma de los 31.042 del PP y los 22 .514 de Vox la hubieran convertido en la tercera fuerza más votada, de nuevo por delante de los de Junqueras, y se hubiera visto premiada con su correspondiente escaño.

Nunca podrán ganarse unas elecciones generales mientras que de los 66 escaños en juego en el País Vasco y Cataluña la derecha solo obtenga 10


Pero todos esos votos constitucionalistas emitidos por sufridos ciudadanos catalanes que han aguantado contra viento y marea el infierno procesista, se han perdido, como lágrimas en la lluvia, víctimas del ego y la estupidez de dos partidos que han decidido usarlos como munición en su batalla de aniquilación recíproca. Solo puede quedar uno, yo soy el útil, vótame a mí, gritaban los dos, y el votante en su casa, sin entender por qué no le dan la elección hecha, con las dos papeletas en la mano, tratando de acertar y escoger la misma que todos los demás para que su voto por fin sea útil y equivocándose de nuevo porque no se nos puede pedir que además de sufridos seamos telépatas. Bastante hacemos siendo el juguete roto de dos partidos que se nos disputan como niños malcriados. Y así, dos diputados seguros, que unidos a los que hubieran podido conseguirse de más por el mismo sistema en Barcelona y Tarragona  hubieran bastado para completar la mayoría necesaria para gobernar, porque al final solo necesitábamos cinco más, se han sacrificado por la expresa voluntad del PP y de Vox.
Nunca podrán ganarse unas elecciones mientras que de los 66 escaños en juego en el País Vasco y Cataluña la derecha solo obtenga 10. Como la leyenda que campaba en la puerta del infierno de la DIvina Comedia, lasciate ogne speranza, voi ch’entrate. Abandonad toda esperanza de un buen resultado mientras sigamos en el infierno de la división.

Una triste comedia


Es muy curioso que en Lérida, cuya capital es mencionada en la Comedia en el canto XVIII del Purgatorio, el candidato del Partido Popular que no va a poder representarnos en Madrid, un hombre joven, valioso y preparado, cuya pérdida para la política nacional es una desgracia para todos, se llame Dante. Dante Garcīa Berenguer, uno de los cinco alcaldes que consiguió el Partido Popular en las últimas elecciones municipales.
Todo encaja al final en esta comedia, que no tiene nada de divina y sí todo de triste y rabiosamente terrenal. Enhorabuena al perdedor que va a poder formar gobierno

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