Hay un elemento del trumpismo en el que no suelen reparar los interesados politólogos televisivos; y es que en su origen se encuentra los sentimientos de abandono y humillación que sobrevuelan sobre las clases populares occidentales, que durante los últimos años se han depauperado y, a la vez, han asistido a la inexplicable negación de sus problemas por parte del establishment. Alguien tan poco sospechoso de ser 'ultraderechista', como Jorge Verstrynge, lo decía hace unas semanas en una entrevista a este periódico: ¿por qué se empeña la izquierda en desmentir que un determinado tipo de inmigración genera problemas en los barrios obreros?
Cuando un partido, por ideología, se niega a reconocer la realidad, es visto por la parte afectada de la población como el loco que advierte de la presencia de burros con alas. Como alguien que no es serio. Como un demente. Sobra decir que el discurso anti-inmigración es repugnante, pero negar los efectos que cualquier fenómeno de este tipo genera, tanto en el que viene como en el ciudadano autóctono, es absurdo.
La esencia de Vox la ha resumido Santiago Abascal este miércoles en su discurso en la tribuna del Congreso de los Diputados, donde ha afirmado lo siguiente: “Han deshumanizado al que disiente ustedes; al que piensa distinto. Ustedes viven en un mundo pueril, que es binario, que es irreal, de rojos y azules. Puedo entender, aunque me repugna, a quienes entre ustedes utilizan eso como causa política. Pero compadezco a quienes de entre ustedes piensan que sólo entre ustedes hay talento y hay humanidad. Es la posición de adultos incompletos, incapaces de comprender toda la belleza que hay en la vida más allá de partidos y trincheras ideológicas”.
Lo que ha hecho Abascal con su moción de censura no tiene mucho sentido, más allá que el de arrinconar al Partido Popular, lo que ayuda a arrojar más luz sobre la debilidad de la oposición en España y beneficia a Sánchez, que debería ser un muerto político por su gestión de la pandemia.
Ninguno de los movimientos de derecha populista mundial -como Vox- hubieran ganado fuerza si los partidos y lobbies ideológicos progresistas no se hubieran empeñado en negar, por cuestiones ideológicas, los problemas de las clases populares. Tampoco existirían si la izquierda no dominara actualmente el establishment político y cultural. De hecho, ése es su principal problema, y es que hubo un momento en el que las formaciones y colectividades de esta ideología fueron una respuesta 'a lo establecido', pero actualmente ellas mismas son 'lo establecido'. La reacción contra eso es Vox. El movimiento contracultural contemporáneo.
Populismo y demagogia
El problema es que el trumpismo guarda en su conciencia pecados que son muy similares a los que habitualmente comete la izquierda radical. El principal es que acostumbra a decir a los ciudadanos descontentos lo que quieren escuchar, sin que importe si se sustenta en pruebas o en superchería; o si esos pensamientos son reales o parten de prejuicios cuasi conspiranoicos.
La mejor prueba de ello es el ataque a la Unión Europea que ha realizado Abascal este miércoles, que resulta del todo fuera de lugar. Porque se pueden discutir las mil y una contradicciones y fallas que tienen origen en Bruselas, pero, dada la realidad política de España y la tendencia amasar poder y violar las reglas del juego de los partidos, la UE resulta una barrera de contención muy importante.
Habrá quien piense que Europa desmanteló la industria nacional y eso incremento los problemas de competitividad de este país y sus dependencias con respecto a los noreuropeos. Desde luego, muy confiado hay que ser para pensar que el capitalismo de amiguetes hispánico -experto en operaciones internacionales catastróficas- y la capacidad destructora de la política no hubieran hundido tarde o temprano esa industria. Renegar de la UE en este peligroso contexto de dificultad, en el que España padece el peligro populista en el Ejecutivo, resulta del todo fuera e lugar.
Renegar de la UE en este peligroso contexto de dificultad, en el que España padece el peligro populista en el Ejecutivo, resulta del todo fuera e lugar.
Pero la intención de Abascal no es la de argumentar con exactitud, sino simplemente oponerse a lo establecido. Su actitud es la misma que exhibe la izquierda morada cuando atribuye todos los problemas de lo público a 'los recortes' aplicados por 'la derecha', como si gastar más equivaliera a tener una mejor sanidad o una educación más eficiente, cuando es evidente que el gran problema del Estado es la forma en la que se gestiona.
Más allá del contenido de su dicurso, lo que ha hecho Abascal con su moción de censura no tiene mucho sentido, más allá que el de arrinconar al Partido Popular, lo que ayuda a arrojar más luz sobre la debilidad de la oposición en España. Se ha presentado en el Congreso a sabiendas de que iba a perder. De que se encontraba en una situación de inferioridad similar a la que describió Lou Reed en su memorable Coney Island Baby. Todos le advirtieron de que estaba en una situación de debilidad, pero, aun así, salió a jugar el partido. “Dijeron que era demasiado enclenque como para posicionarme en la línea principal, así que me coloqué en el extremo derecho”, expresaba la canción. Curioso...
La enorme tropa mediática que libra esta batalla en favor de Pedro Sánchez, relatará mañana que el Gobierno ha salido indemne de la moción de censura y que la derecha se encuentra dividida, sin capacidad para hacer daño a un Gobierno que, por la gestión que ha realizado de la pandemía, debería estar arrinconado. Lo de este miércoles surge de un mal cálculo político de Abascal, pues sólo le ha servido para dar oxígeno Pedro Sánchez y para ganarse el aplauso de los 'muy cafeteros'.
El trumpismo tiene estas cosas, y es que peca de impulsividad. De bravuconadas que no conducen a ninguna parte, más allá de a derrochar de forma inútil una buena ración de testosterona.
Pero el trumpismo tiene estas cosas, y es que peca de impulsividad. De bravuconadas que no conducen a ninguna parte, más allá de a derrochar de forma inútil una buena ración de testosterona. No creo que haya que despreciar a Vox, ni mucho menos señalar a sus votantes, que sus razones legítimas tendrán para apoyar al partido. Quizá por sentirse despreciados por los partidos tradicionales o desencantados por el favor que reciben en España las ideologías más destructivas, como los nacionalismos.
Pero si este partido se deja llevar por el populismo y el tacticismo, a lo único que contribuirá es a encrespar más el ambiente con argumentos de brocha gorda y a emponzoñar un poco más la sociedad española. A la que, por cierto, en este momento histórico la pelea parlamentaria le importa un rábano.