Si algo se le puede atribuir al líder de Vox, Santiago Abascal, es que no pierde una sola oportunidad de situarse como protagonista en la agenda política, sea por el medio que sea. En la calle, con manifestaciones en contra del Gobierno por su actuación frente a la pandemia. En los tribunales, actuando como acusación particular en el juicio contra los líderes independentistas catalanes y, ahora y sin sentido, presentando una moción de censura que, si bien está claro que no tiene ninguna utilidad en estos momentos porque no va a prosperar, va a servir para dos cosas.
La primera, para que Vox siga marcando la agenda política y, por extensión y si cabe más importante, la mediática, aquella que le da visibilidad, la que necesita para conseguir votos. Desde la tribuna del Congreso, eso siempre es más fácil. La segunda, la de la más pura estrategia política en aras de próximas contiendas electorales, es que consigue relegar a un segundo plano al PP y encuentra así el cuerpo a cuerpo que busca para seguir ganando el tan deseado y necesario protagonismo, el cuerpo a cuerpo entre Abascal y Pedro Sánchez.
La imposible unidad
Un juego político en el que los ganadores son los líderes de Vox y del PSOE. Por ello, ya le va bien a Sánchez darle alas a Abascal para que le haga el trabajo sucio de arrinconar al PP y deje libre la centralidad política que en su día quiso ocupar Ciudadanos y que tampoco consiguió. El resultado es un Santiago Abascal que sigue alzando el vuelo con méritos propios, sí, pero también por el aire y el juego que se le está dando desde el Gobierno. No obstante, todo este show de la moción es de una pereza supina teniendo en cuenta la pésima situación actual que estamos viviendo con la pandemia. Ante este bochorno político lo único que se extrae es la incapacidad que tiene la clase política de centrarse en lo que en estos momentos es realmente importante y urgente. Falta, desde hace tiempo, altura de miras en este país y a día de hoy, políticamente hablando, están perdiendo una oportunidad de oro para demostrar esa unidad sólo conseguida en ciertos momentos en la historia de este país como en la Transición o con el fin, hace nueve años, de la banda asesina ETA.
No llega ni a un año desde las últimas elecciones generales. Vivimos unos meses convulsos en los que se necesita tomar medidas sin precedentes. España está en la UCI económica, empezamos a tener los hospitales saturados, estamos nuevamente en el ojo del huracán de la pandemia, somos líderes de Europa en contagios según los últimos datos -nos siguen Francia y Reino Unido- y diría que en batallas políticas que no deberían tener cabida.
Ahora, urge que aquellos que tienen en sus manos la responsabilidad para tomar decisiones en beneficio de todos estén centrados y unidos, al objeto de coordinar esfuerzos para luchar contra el coronavirus. Nos jugamos nuestra economía, nuestra vida, nuestro bienestar. Cuando todo esto pase tendremos tiempo de volver a caer en el barro político. Necesitamos soluciones, no más problemas de los que tenemos, veremos si se ponen de acuerdo en activar el estado de alarma para amparar los posibles toques de queda que ya aplican nuestros vecinos en París o Bruselas. Cuídense, con mascarilla siempre.