Escribe Vargas Llosa, el enorme intelectual que ahora esconde el personaje de papel couché, que "a Fidel Castro no le absolverá la historia". No le falta razón. Pasados unos años, quizás incluso antes del intercambio generacional en Cuba, el juicio será sumario para este dictador que murió en la cama y mantuvo a su pueblo durante décadas bajo una combinación devastadora: la tiranía, el nacionalismo y el populismo. La historia ya es también durísima con ETA y lo es (será) con sus apoyos, algunos de los cuales comparten muchos de los ingredientes de esa receta, escenificados en el lamentable episodio de la agresión a dos guardias civiles y sus novias en Alsasua. Un episodio que ha vuelto a demostrar no sólo la inmadurez política de Podemos sino su total incapacidad para aceptar las más elementales normas que rigen en cualquier democracia consolidada. La equidistancia con la violencia es absolutamente incompatible para cualquier partido que aspire a ganarse el respeto de la ciudadanía, como paso previo al aterrizaje en Moncloa.
Podemos lleva meses haciendo su elección frente a la violencia. Lo hace donde solo busca la foto (el Parlamento), donde gobierna (Carmena y el desmantelamiento de la Policía Municipal en Madrid) o donde actúa de socio de Gobierno. Navarra es un ejemplo. Apoyada en Podemos y en Bildu, Uxúe Barkos ha creado un bloque político unido con el objetivo de empujar a Navarra hacia el País Vasco, y para ello desnaturalizar las instituciones forales y socavar la Constitución española. En consecuencia se ha creado un contínuum político y social que va desde las Herriko Tabernas hasta el Palacio de Navarra, una unidad de acción caracterizada por el deterioro de la seguridad en diversas localidades. Así es como las razzias abertzales en Alsasua contra la Guardia Civil se completan con denuncias de asociaciones contra la tortura; estas denuncias, con las iniciativas y las comisiones parlamentarias impulsadas por el bloque nacionalista contra el Estado; esto, con la dirección de la Policía Foral por parte de Bildu; y por fin, con la propia Barkos afirmando que "evidentemente" linchar a unos agentes no es terrorismo, sino una pelea de borrachos. Iglesias y compañía en Podemos se alinea con este guion. Nada de agresión, sólo una bronca por unos vinos de más. Así se cierra el círculo.
Alsasua es hoy, desde la entrada del pueblo, una suerte de Nüremberg abertzale basado en el miedo y la propaganda. La mayoría de sus habitantes reitera la tesis de Barkos e Iglesias: la agresión en el bar Koxka, a tan solo 50 metros del Ayuntamiento, solo fue una bronca con algún chupito de más en plenas Ferias. La plaza del Ayuntamiento está separada del casco antiguo solo por un paso de cebra. Una raya que siempre marcó en Alsasua, según cuenta algún vecino, la línea imaginaria que divide dónde se puede pasar y dónde no. Y aquella noche, los guardias civiles transitaron por territorio comanche. El contexto y las declaraciones de las víctimas, la del teniente al que le partieron el tobillo, la de su novia apaleada, y la del otro guardia civil y su novia, repletos de magulladuras, sirvieron para que la Audiencia Nacional procesara a nueve de los agresores (esos benditos para Podemos) por un delito de terrorismo. Este linchamiento se añadía a las agresiones verbales, los desprecios y la segregación a la que somete una parte de los habitantes del pueblo a quienes representan el orden del país que les da de comer, sí, también con la fábrica de carrocerías Sunsundegui, varios talleres ferroviarios de CAF, y empresas auxiliares.
Las declaraciones de las víctimas apuntan, con datos más que suficientes, que en ese lugar sigue vivo el miedo y que no hay libertad si uno no está de acuerdo con las tesis de ETA y de quienes les apoyan y defienden. ETA ha sido derrotada por la democracia y por la razón, pero sigue habiendo feudos donde la libertad no es posible.
Y no lo es porque hay cierta clase política que sigue dando cobertura a los entornos radicales. Tras la agresión a los guardias civiles, el pueblo respondió con una multitudinaria manifestación que solicitaba la expulsión de Navarra de las Fuerzas de Seguridad del Estado y, en concreto, de la Guardia Civil. Al frente de la protesta estaban el alcalde, de Geroa Bai, junto a una de los dos concejales socialistas, que no cuentan con el respaldo de su partido; la portavoz del Gobierno navarro (también Geroa Bai); la presidenta del Parlamento de Navarra (Podemos); y los portavoces de EH Bildu, Geroa Bai y Podemos; el alcalde de Pamplona, y la presencia un tanto sorprendente del fundador de Podemos, Juan Carlos Monedero, y la nada sorprendente del dirigente histórico de ETA, Tasio Erkizia. Es decir, que el Gobierno de Navarra ha tomado partido por las personas que agredieron a los dos guardias civiles y a sus parejas, presionando a la Justicia como no debe hacer nunca un poder político que representa a todos sus ciudadanos y que debe ser absolutamente respetuoso con la ley.
ETA está prácticamente desarticulada, sus principales dirigentes en la cárcel, sus zulos descubiertos y su futuro ninguno. Pero sigue pendiente el reconocimiento y la reparación del daño causado y la petición de perdón a las víctimas, a su dignidad, a sus derechos. Casi todos los vascos y los navarros, que han padecido más que ninguno la violencia de ETA, quieren pasar página y construir el futuro. Y es loable. Pero falta algo más y sobra que los herederos de ETA traten de aislar o expulsar a los que no piensan como ellos. La presencia de la presidenta del Parlamento navarro, de la portavoz del Gobierno navarro y de altos representantes de Podemos, junto a representantes de los herederos de ETA y a una concejal del PSOE, es una mala noticia para la democracia y para el futuro de la paz y la libertad en esa parte de España.
Pero, en el caso de Podemos, resulta especialmente vergonzoso y lacerante su empeño a la hora de alimentar la ambigüedad con las víctimas de ETA y su entorno, teniendo en cuenta el legado de sangre y terror tras 40 años de terrorismo. Es cierto que, entre los diputados de Podemos que no firmaron el alegato a favor de las 'víctimas', en realidad agresores, de Alsasua, no figuran ni el juez Juan Pedro Yllanes ni Juan Antonio Delgado, ex portavoz de la Asociación Unificada de Guardias Civiles. Pero ambos representan dos excepciones en un grupo político que continúa siendo refractario a mostrarse taxativo con todo aquello que emana del entorno de ETA. Sorprende, por tanto, que Iglesias y el resto de la cúpula sigan irritándose cada vez que son acusados de titubeos en esta materia. Si parafraseásemos su macarra léxico de la pasada semana frente a Rajoy, diríamos que a Iglesias "se la bufa" el terrorismo. Solo se acerca a ese drama para abrazar a verdugos implacables que han hecho una reconversión exprés a hombres de paz.
P.D: Retomando la agresión, es de justicia señalar, que uno de los guardias civiles agredidos protagonizó un arriesgado rescate el invierno pasado de un autobús de familiares de ETA que a su regreso de distintas cárceles, se vieron atrapados en la nieve, y fueron salvados de las bajas temperaturas y de un serio riesgo de congelación.