Ser pobre no es sinónimo de bondadoso. Como tampoco se puede asociar únicamente la maldad a los ricos. Hay buenos y malos en todos los estratos sociales. Pero el mantra, actualizado, renovado y adulterado desde la entrada en escena de Podemos, es claro: hay que dar caza al rico. El ser perverso por antonomasia. A la nueva izquierda española no le gustan estos gestos de solidaridad de ricos y famosos, como la donación de 320 millones por parte de Amancio Ortega para la compra de tecnología con la que luchar contra el cáncer, quizá porque consideran que los pobres y enfermos con escasos recursos son suyos. Son su tribu a la que sólo ellos pueden guiar a la tierra prometida. Sin otro maná que el suyo. Ese que llega siempre desde la esfera de lo público. Dinero, dinero y dinero público para pagar alguna de sus ‘grandes transformaciones’ sociales allí donde gobierna la nueva izquierda: los semáforos paritarios, carriles bici desiertos, sin ningún tipo de seguridad para el ciclista, o aceras más anchas para seguir recortando las libertades de los conductores. A los pobres y enfermos no se les puede tocar porque son los que les votan. Los utilizan partidariamente para llegar al poder, como hizo Ada Colau con los desahuciados. Pero los alzamientos siguen en Barcelona. Solo en el primer año de su mandato, Colau admitió más de trescientos por impago de alquileres o hipotecas, luego la puñalada trapera a sus votantes ha sido de órdago. Porque una cosa es predicar y otra dar trigo.
El rechazar las donaciones de particulares, sean de Amancio Ortega o de la señora María, es rechazar de plano las iniciativas de la Sociedad Civil. Silenciarlas porque sólo Podemos y adláteres pueden ser la voz de la calle. Detrás de todo ello subyace la mentalidad de someter la voluntad del ciudadano a la de los políticos-funcionarios recortando sus libertades y su capacidad de acción. Cuando se produce la captura de la sociedad civil por el poder político esto desemboca en la creación de privilegios, el estancamiento y el subdesarrollo económico. Por tanto aquí hay en juego algo de muchísimo más calado que la donación concreta de un individuo en particular. La Sociedad Civil es un actor incomodo tanto para aquellos que buscan mantenerse en el poder sacrificando el bien común en aras de intereses particulares como para aquellos que tratan de capturarlo o asaltarlo. Unos intentan acabar con la acción de la Sociedad Civil mediante la Ley Mordaza, el déficit educativo, la manipulación mediática o mediante los intentos de evitar o dificultar la financiación privada de las asociaciones y fundaciones, tal y como ha hecho el PP. Otros como personas vinculadas a Podemos restándole valor a la acción ciudadana y exigiendo que toda acción sea sometida al dictamen del poder político. Evidentemente ese es precisamente el camino de la captura de la Sociedad Civil por el poder político y la autopista hacia la tiranía.
El rechazar las donaciones de particulares, sean de Amancio Ortega o de la señora María, es rechazar de plano las iniciativas de la Sociedad Civil
¿Por qué se critica la donación de Amancio Ortega? Posiblemente me deje algún argumento: que si es poco proporcionalmente para su fortuna, que si es un explotador por el mero hecho de tener ese patrimonio, que si no hubiese deslocalizado actividad empresarial de su corporación quizás no hiciese falta, que si factura desde Irlanda, que es una donación muy rentable por motivos fiscales y publicitarios, que si no lo hace él y lo hace su fundación, que la caridad no es justicia… El problema, lo que pone de los nervios a muchos, es que señala que hay una opción diferente a la todopoderosa intervención estatal. Un alternativa de la solidaridad voluntaria, frente a la solidaridad coactiva, instrumentada desde la vía tributaria. ¿Y por qué se prefiere ese tipo de pseudosolidaridad? Por una cuestión de poder, por demostrar quien manda, por dejar bien claro que tu dinero no es tuyo, es de todos, y que lo que conservas tras el paso de los impuestos es un mero acto de generosidad de la comunidad.
El problema, lo que pone de los nervios a muchos, es que señala que hay una opción diferente a la todopoderosa intervención estatal
Acciones como la de Ortega, que ridiculizan las peticiones de subidas fiscales de algunos millonarios europeos y norteamericanos, son un acto que cuestiona el principio de autoridad de los estatistas. Es un hecho incontestable que la izquierda detesta el concepto de caridad. Los progres quieren que los ricos contribuyan por obligación, no que hagan donativos, ni que sean mecenas, ni patrocinadores. No pueden sufrir que una biblioteca, un museo o una institución benéfica reciban el nombre de un ciudadano o una empresa, que además de crear miles de puestos de trabajo y pagar sus impuestos, decide invertir parte de sus beneficios en proyectos culturales o sociales. El Gran Benefactor solo puede ser el Estado, y del individuo solo cabe sospechar, incluso cuando se muestra generoso. Por eso, a Podemos no le hace gracia que el dueño de Zara entregue 320 millones para la lucha contra el cáncer voluntariamente. Lo que realmente les molesta es no habérselo podido arrancar por la fuerza para demostrar su poder y poner otra pica en Flandes delante de su tribu.
Es un hecho incontestable que la izquierda detesta el concepto de caridad
Como no ha sido así, aparece la descalificación. “Limosna de millonario”, asegura el líder podemita en Baleares. No es la primera ni la última vez que desde Podemos se dedican a cargar contra el empresario creador de Zara. En abril de este año, la portavoz de Podemos en el Parlamento de Navarra aseguró, tras una donación de la Fundación Amancio Ortega a la sanidad pública navarra, que querían “menos filantropía barata”. El propio Pablo Iglesias dio a entender en las redes sociales que Ortega era un “terrorista”. En un tuit publicado en 2012, el líder de Podemos aseguraba que “25% de paro y Amancio Ortega tercero en el ranking mundial de ricos. Democracia ¿Dónde? Terrorista ¿Quién?”
Con la cuantía de esta ‘limosna’ se podrían adquirir más de 290 equipos de diagnóstico y tratamiento radiológico de última generación para la sanidad pública española. Equipamiento destinado a la mamografía digital con tomosíntesis o los aceleradores lineales avanzados, que permiten realizar diagnósticos más precisos y proporcionar tratamientos más eficaces, menos agresivos y de menor duración contra el cáncer, que podrían salvar miles de vidas. De Ortega no ha salido una queja como respuesta ante la campaña ‘podemita’. Tampoco la esperen. Hizo el gesto sin esperar el aplauso. Lo hizo por convicción. Él mismo tuvo que superar un cáncer. El relato aparece en la biografía escrita por Covadonga O´Shea, tía de la actual presidenta del Santander. “Hace unos años, por ejemplo, me operé de algo serio en Estados Unidos. Tuve miedo. En esos momentos de angustia le prometí a mi amigo que, si salía bien la operación, haría el Camino desde Roncesvalles a Santiago”. Así fue.
Seguramente, la “limosna de millonario” de Ortega no alcance para salvar todas las vidas de quienes desgraciadamente sufren cáncer en España. Pero ayudaría a mejorar los diagnósticos, tratamientos y las atenciones de algunos de ellos. Lo mismo que pide Podemos reiteradamente para las personas dependientes. ¿Por qué rechaza la nueva izquierda entonces la donación de Ortega? Quien responde es Mercedes Fadrique, una madre desesperada por la extraña enfermedad (Epilepsia catastrófica) de su hijo, cuya carta a Amancio Ortega por Facebook va camino de hacerse viral. “A estas alturas de la vida, ya estará más que acostumbrado a la envidia. No sé si lo estará a la ruindad, la estupidez y la maldad. Si la envidia fuera deporte olímpico, arrasaríamos con el medallero. Tenemos envidiosos de medalla de oro, de plata, de bronce y hasta de premios de consolación. No sé dónde estaría el Paraíso pero lo que sí sé es que Caín y Abel eran españoles. Organizamos carreras, festivales, colectas… para conseguir unos eurillos y rechazamos sus millones. ¿Por qué?. Por ser usted rico. Que no nos engañen con falsos ataques de dignidad...”
@miguelalbacar