Ahora que se está poniendo de moda el estoicismo (vulgarizado y tamizado por la cultura woke) recordaré una máxima del gran filósofo y emperador Marco Aurelio: “Todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no la verdad”. Desde luego, no hay que ser filósofo para entender la complejidad de la construcción de narrativas y estrategias de impacto social y político. Más allá de las normas, de las instituciones (desde el punto de vista sociológico), la política es un juego de poder. Y quien gana la partida es quién sabe escoger las batallas que hay que luchar.
La guerra, el devenir de la guerra como arte, viene determinado por tres elementos fundamentales: los recursos, el tiempo y el territorio. Si hacemos el camino inverso que recorrió Carl von Clausewitz en su obra De la guerra y consideramos que la política es el arte del poder y las estrategias son similares a los de la guerra, ¿qué elementos serían determinantes en los juegos de poder? El primero serían los recursos, no solo el dinero a disposición, también las relaciones y la capacidad de influencia en aquellos actores relevantes para impactar en el público objetivo; otro sería el tiempo, saber cuándo debes actuar, cuando debes esperar, cuando debes hablar y cuando debes callar; y, finalmente, el territorio, en este nuestro caso, estaríamos ante la competencia extrema por la atención de la ciudadanía. Como vemos, es una visión holística de los juegos de poder.
Si hiciésemos una comparativa entre la “fachosfera” y la “sanchisfera” veríamos una gran asimetría favorable hacia Sánchez y el sanchismo
Pues bien, si seguimos esta estructura vemos cómo nuestro presidente, Pedro Sánchez, es un mago de las estrategias en los juegos de poder. Como podrán observar quiénes lean este artículo, solo estoy haciendo un ejercicio descriptivo y realista de la situación, no quiero contaminarlo (excesivamente) con mi opinión personal del personaje y su obra concreta. Porque el objetivo estratégico es impactar y llamar a la acción (movilizando y/o desmovilizando) a un número suficiente de ciudadanos como para poder trasponer esa mayoría social (por muy exigua que sea) a la conformación de un gobierno, a la permanencia en el ejecutivo. Descarnadamente, el que consigue la mayoría más un voto, se lo lleva todo. Esta lógica de suma cero es una alerta, nuestro sistema institucional no puede soportar una dinámica polarizadora que destruye la esencia dialógica de la democracia. Estamos en territorio ignoto, las proyecciones no son nada halagüeñas para la salud de nuestra democracia.
Pedro Sánchez, el mago, tiene a su disposición una miríada de medios de comunicación y antenas emisoras que son los recursos básicos para poder impactar en el marco mental de la ciudadanía, si hiciésemos una comparativa entre la “fachosfera” y la “sanchisfera” veríamos una gran asimetría favorable hacia Sánchez y el sanchismo. Con lo que constatamos una primera realidad, el socialista tiene más recursos que los contrarios. Si analizamos cómo se manejan los tiempos, sin duda alguna, los hechiceros monclovitas están muy atentos a lo que ocurre, interpretan a la perfección la durabilidad de los sucesos, saben cuándo hablar y cuándo callar, es más, saben provocar que la oposición hable cuando tiene que callar y calle cuando tiene que hablar. Como observador es una maravilla la maquinaria puesta en marcha por Sánchez. Finalmente, el territorio, hablamos del marco mental de los ciudadanos, de esa visión de la realidad, de utilizar referentes, símbolos y los sustratos culturales necesarios para lograr que esa llamada a la acción se concrete, que movilice al propio y desmovilice al contrario. Esto último con todos los matices, muchas veces movilizan a los muy extremos (lo sean extremistas o no) para lograr la movilización propia.
El entorno familiar, ese es el punto débil de Sánchez. Si la oposición, llevada por ese esencialismo de tener la razón, se deja atrapar con la amnistía, se convertirá en colaborador necesario para que el presidente escape
En el concreto de las elecciones europeas, cabría preguntarse, a mi entender de forma muy ingenua, si la tramitación final de la amnistía afectará de alguna forma al resultado. Sinceramente, los socialistas han logrado que algo tan grave como decretar la amnistía para delincuentes condenados, delincuentes que trataron de romper el pacto constitucional, esté amortizado para su electorado potencial. Por mucho que nos disguste, la amnistía es una pantalla pasada en el juego de poder patrio. Imagino que habrá muchos que crean que debería ser uno de los ejes de campaña para dañar a Sánchez, ese será uno de esos errores de los que alertaba, hablarán cuando deberían callar. Fijémonos cómo ese marcar tiempos y temáticas lo sigue dominando Sánchez.
En este juego perpetuo y constante, uno de los últimos capítulos ha sido el reconocimiento de Palestina, más allá del grave error estratégico que supone y el daño-país que ello supondrá, ¿alguien cree que esta enorme cortina de humo está pensada para tapar la amnistía? Por supuesto que no, esta tinta de calamar presidencial está diseñada para ocultar y escabullirse del escrutinio público ante las informaciones que vinculan al círculo más íntimo y familiar del presidente con actividades que, como mínimo, son sospechosas. Ese es el punto débil de Sánchez, es su talón de Aquiles. Si la oposición, llevada por ese esencialismo de tener la razón, se deja atrapar con la amnistía, se convertirá en colaborador necesario para que el presidente escape (social y mediáticamente) de los verdaderos problemas que le están quitando el sueño. Reforzará el relato que le hizo ganar esa batalla (por qué ganó daría para otro artículo): amnistía o ultraderecha, libertad o dictadura, republicanos o nacionales, amor frente a odio.
Espero que la oposición se quite de encima la pátina esencialista que solo sirve para contentar a los convencidos y miren más allá de sus propios marcos autorreferenciales. Tener la razón y perder el poder es una muy mala jugada.
Variopinto
Tiene razón en que, de manera habitual, parece que el juego de esta gente consiste en poner el trapo y que todos acudamos al engaño. Lo de que ya desde el 24-04 (día 1 de la carta) ya nos pusieran otro trapo, mientras nos hacían perder el tiempo, ufff Hay juegos que ya empiezan a cansar y además, andar siempre entre tanto relato cambainte no puede ser sano. Para la salud mental, me refiero, esa que ahora tanto se ha puesto de moda entre el pijoprogresismo (aunque haya observadores que vemos que quienes lo dicen, en realidad, prefieren mantenerse en sus adicciones mentales). Como espectador, prefiero no enredarme ni que me enreden entre tanto juego interesado, la verdad. Como alguien escribía esta semana, si cierto partido opositor hubiera apostado por una campaña en positivo y dejando de entrar al trapo, además de ayudar a bajar los decibelios, hubiera conseguido atraer sin problemas a más votantes de Ciudadanos. Que no saliera aquella coalición electoral no implica que esos votantes centristas y liberales no esten cansados de tanto ruido y de tanto relato de Antonio.
Ernesto Tagliavini
Está bien traído Clausewitz. No obstante, el autor del artículo debería citarlo por derecho: "la guerra es la continuación de la política por otros medios". Ese es Clausewitz. Así es como se entiende que, aun sin armas de fuego, el psicópata (de cuyo nombre no QUIERO acordarme) esté en guerra SIN CUARTEL contra cualquiera que ose, no ya enfrentársele, sino llevarle la contraria en lo más nimio. Esa es, para él, la continuación de la política. Y en la guerra, como Clausewitz ya dijo, el psicópata usa todo, en cualquier medida y sin escrúpulos de ninguna clase. Por eso es, ciertamente, TEMIBLE. Dicho esto, lo que resulta demasiado evidente que el señor Rosiñol está, usando una frase muy castellana, A VIVA QUIEN VENCE. Eso es todo. Pero por favor: que no convierta a Marco Aurelio en un relativista que niega la capacidad de conocer la realidad, porque no lo es. Que a ese autor lo conozco más... Y menos que mezcle al insigne emperador con un MAMARRACHO que lo único que hace es apartar la realidad de nuestra vista y ocultárnosla. ¿Que eso el psicópata lo hace bien? ¿Muy bien, incluso? Pues vaya. Ya podía tener otras virtudes. De las de verdad, quiero decir. Al final va a resultar que del psicópata se podrá decir lo que el duque de Alba dijo de Franco: "Tiene todas las pequeñas virtudes y ninguna de las grandes". Ah, por cierto: Franco también era un genio de la cazurrería, la tribalización de aliados y enemigos y todas esas, ejem, "cualidades" de las que tanto elogio hace el señor Rosiñol.