Salmond se va. El líder nacionalista escocés, que soñaba con dirigir una Escocia independiente, ha entendido que la mayoría de la población no comparte esa fantasía. Que no se trata de una aspiración común. Que la derrota del secesionismo ha sido lo suficientemente dolorosa -por más de diez puntos- como para hacer las maletas y renunciar a sus cargos. Tanto en el Gobierno escocés, como en su partido.
La "lección de democracia" de la que este mediodía hablaba el presidente catalán, Artur Mas, se ha completado esta tarde con la dimisión de Salmond. "Escocia es el camino", dijo lleno de autoridad el president, que insistió en que el Gobierno debería dejarle celebrar esa ansiada consulta, ilegal, que prevé para el próximo 9 de noviembre.
La diferencia entre ambos casos es evidente: Salmond pactó la consulta, ya en octubre de 2012, con el gobierno soberano del británico David Cameron. Los dos líderes acordaron los plazos, la fecha e incluso la pregunta que se dirigiría a los escoceses. Todo sobre el papel y respetando escrupulosamente la ley.
Mas, en cambio, mantiene un desafío permanente a la legalidad vigente. Consciente de que su referéndum es contrario a la Constitución, se ha sacado de la manga una ley a medida que esta misma tarde aprueba el Parlamento catalán. Y, alentado por las llamadas a la desobediencia de sus esbirros políticos, pregunta a Rajoy: "¿Es menos Cataluña que Escocia?"
Si es cierto que no lo es, quizás Mas debería sacar conclusiones de la apresurada huida de un Salmond que, escaldado por el rechazo de la sociedad escocesa a su plan secesionista, abandona ahora el barco del independentismo. ¿Será Mas capaz de hacer lo mismo? En cuanto la ley caiga con todo su peso sobre su consulta ilegal, ¿sabrá reaccionar como lo ha hecho Salmond? ¿Habrá aprendido esa "lección de democracia"?