Silencio sepulcral, como corresponde. Ni una palabra, apenas un mínimo gesto. Una nota escueta pero firme en la que se subraya el respeto a la decisión de la Justicia fue la expresiva reacción oficial de la Zarzuela tras el auto de la Audiencia de Palma. Todo queda abierto a expensas de lo que decida el juez Castro, quien en la última etapa de su instrucción se empeñó en sentar a la Infanta Cristina en el banquillo.
No ha habido enormes sorpresas en Palacio. La decisión relativamente salomónica de la Sala Segunda palmesana era posiblemente la opción más esperada. Al menos, la que se daba por hecho unas horas antes de conocerse. Sin embargo la mención expresa a que poco tiene que ver el 'caso Aizóon' con el de Botín puede ayudar al juez a justificar la decisión menos favorable par a los intereses de la Infanta. En definitiva, la sala de la Audiencia de Palma deja expresado bien a las claras que "ésta es una decisión que con libertad de criterio ha de quedar reservada al instructor, pues es a él, conforme a las competencias que le otorga la Lecrim, y no a esta Sala, al que le corresponde y viene atribuido el dictado del auto de apertura del juicio oral". José Castro, humillado y perseguido, se convierte inopinadamente, para los escasamente legos en la causa procesal, en el hombre decisivo. Una enorme contrariedad para el abogado de la infanta, Miquel Roca, que no siempre se ha comportado hacia este exfuncionario de prisiones con la elegancia requerida. El futuro de Cristina pasa a estar en manos del instructor y no del fiscal.
Siguiendo los planes diseñados este miércoles en una reunión urgente celebrada en Palacio, ayer se produjo una respuesta oficial en forma de una precisa y aquilatada nota en la que se subrayaba "el respeto absoluto a la independencia judicial" y se hacía una mención muy incisiva sobre la renuncia a los derechos dinásticos de la Infanta imputada. "Esa cuestión le corresponde considerarla a la Infanta". Una obviedad, ya que sólo ella están een condiciones de decididr sobre esa renuncia. Pero, al tiempo, un hábil recordatorio. Los Reyes desarrollaron ayer su agenda sin mayores variaciones. Don Felipe tan sólo mostró un gesto estoico en su rostro al ser preguntado sobre el asunto durante la audiencia con monseñor Osoro, nuevo arzobispo de Madrid. Doña Letizia, por su parte, efectúa una visita oficial a Lisboa, para asistir a un congreso iberoamericano de enfermedades raras. La consigna es mantener la distancia hacia los duques de Palma. Silencio absoluto, como corresponde en Palacio. La nota ofiicial es lo suficientemente expresiva. Y ya no habrá más. Al menos, hasta que se conozca si hay o no banqullo. Si se produce la imagen de la vergüenza. primera Infanta de España imputada en la Historia. Página negra que hay que pasar rápido.
Un nuevo marco
Con la abdicación de don Juan Carlos, Zarzuela ha entrado en una nueva etapa. Ejemplaridad y transparencia como norma. Un marco ético en el que no tienen cabida comportamientos y episodios del pasado. La infanta y su esposo están señalados, a efectos sociales, con el estigma de la corrupción. Cristina ya no forma parte de la Familia Real y hace años que no asiste a actos oficiales. Reside en Ginebra con su familia y apenas viaja a España. Por el momento no hay síntomas de que acceda a los deseos de su hermano el Rey para que renuncie a sus derechos dinásticos. En el caso de que resulte finalmente procesada, quizás se replantee su actual posición, firme e intransigente. La duquesa de Palma piensa que es objeto de una especie de conjura y se ha quejado amargamente a su padre del trato displicente y desairado que recibe.
En el plano estrictamente político, la posibilidad de que la infanta se siente finalmente en el banquillo es una idea que inquieta. Otra vez la Institución en el primer plano informativo con un protagonismo odioso y rechazable. Justamente ahora que recuperaba su imagen en los sondeos y en la apreciación pública. Pero todo es posible. De ahí el silencio, el mutismo y la distancia. Son historias del pasado, se argumenta desde Zarzuela. Todo está en manos del juez Castro, de si decide ser sensible a la 'doctrina Botín' o de si, como se teme en el círculo de los letrados de Cristina, se comporte como tantos y anuncian. En diez días, la solución.