Aznar dijo en su día que 'antes se fracturará Cataluña que España'. Camino va de tener razón. La fractura social catalana no es una hipérbole y de momento, los secesionistas no han logrado su objetivo. Con ayudas como las de Aznar, quizás también se fracture el PP. O se hunda en los infiernos, a lo UCD, si no acierta en la cita electoral de diciembre.
A Aznar le duele Cataluña. Desde hace años mantiene una relación muy especial con aquella tierra, de la que ama su lengua y su cultura. Tanto la ama que su primer gobierno, tras la ajustada victoria en 1996, fue el resultado de un pacto à rebours con CiU, por entonces con Jordi Pujol, el gran evasor, al frente. Ahí empezó Aznar a hablar catalán en la intimidad, entre los sillones mullidos del Majestic, bien acompañado e ilustrado por una serie de escritores, periodistas y creadores que le llevaban de paseo por el Ampurdán y le recetaban cosas de Pla.
Tras una derrota electoral sin paliativos, Aznar ha buscado con deleite escarbar en la herida
Tanto amaba Aznar a Cataluña que bajo su mandato se adoptaron las transferencias en materia de Educación, origen de casi todos los desastres perpetrados por el nacionalismo. "Todo empieza ahí, con la Educación", señala habitualmente Albert Rivera, líder del triunfante Ciudadanos. Algo, por tanto, pesa en el deber de los gobiernos de Aznar sobre lo ocurrido en los últimos años en Cataluña. Rajoy, por cierto, también estaba allí, sentadito en el Consejo de Ministros. Como siempre.
De cuando en cuando, Aznar 'el dinamitero', como le conocen algunos de sus odiadores de la calle Génova, incurre en el ejercicio de sacudir un cimbronazo a su sucesor, a quien él mismo nombró tras desechar a Rato, ese elemento sospechoso ahora sumido en la salmuera judicial. El arreón de este lunes ha resultado particularmente doloroso, tanto en el fondo como en la forma. Tras una derrota electoral sin paliativos, Aznar ha buscado con deleite escarbar en la herida, propinando lecciones tous azimuts sobre los desastres de Rajoy, algunas acertadas, otras no tanto.
Cospedal se contuvo en la respuesta. Albiol lanzó un bufido discreto. En Moncloa se acordaron de su sombra y también de que Faes recibe una apañada subvención que anualmente de otorga el Gobierno. En su día, el PP consideró la posibilidad de transformar Faes en Fundación Fraga con otro personaje al frente. Rajoy frenó en seco esta propuesta.
Dijo Aznar, antes del Estatut II, parte y cuando aún nadie había muerto, que sólo retornaría a la política activa en caso de ver a España "desesperada". Nadie piensa en el regreso. El aldabonazo de este lunes, minutos antes del Comité Ejecutivo Nacional, se explica como un gesto más de la acrisolada soberbia del expresidente, todo un clásico. Y de mortificar a Rajoy, que tan mal se portó con su esposa, la alcaldesa Botella. Si la voluntad del expresidente fuera la de ayudar a su partido en la labor de la defensa de España, otro procedimiento habría seguido. Sus relaciones con Rajoy, sin embargo, no incluyen la posibilidad de una larga sentada en torno a un café para analizar los problemas que zarandean a España.