Un día en la vida del Partido Popular. Escondida tras las cortinas de su piso durante días, la alcaldesa de Valencia decidió al fin dar la cara, aunque solo después de que Mariano dijera ante la bella Griso aquello de que Rita es inocente porque me lo ha dicho Rita, y entonces Rita se arremanga y dice ¡ahora hablo yo, tengo el respaldo del gran jefe que estaba esperando y os vais a enterar…! Asumida la presunción de inocencia y las miserias morales que tienen al periodismo acogotado, los españoles se enteraron el jueves de los modos y maneras, la suficiencia, la arrogancia encanecida de una señora que reinó durante años y hoy es fiel reflejo del viaje al final de la noche de una generación de políticos que ha perdido pie con la realidad. Imagen de partido viejo, que a corrupción une arrogancia. La marca PP arrastrada de nuevo por el barro. Y enfado supino en Génova con la señora. “Pa matarla”, decían cabreados, con una Cospedal de nuevo en fuera de juego, superada por la importancia del envite, porque el único que podría matar a Rita Barberá es “mi amigo Mariano” y Mariano ya no está para poner orden, nunca supo, sino para ordenar el escaso tiempo de vida política que le queda por delante.
El mismo día, distinta hora, Mariano se daba un baño de autoestima en la sede de La Razón. Quienes le escucharon dicen que hace tiempo que no se le veía tan entero, tan seguro. Que ha vuelto a su ser. Es verdad que llegaba descansado tras otro día de brazos cruzados, que el BOE viene ahora delgadito cual hoja volandera, y que el partido lo jugaba en casa y bien escoltado por casi todos sus ministros, con Soraya oficiando de reina de Saba y ese genio que responde al nombre de Mauricio Casals pasando revista, a ver, quién falta, pues faltan Soria y Guindos, habrá que advertirles muy seriamente, y en La Razón estaba también la familia, estaba Elvira Fernández, cuánto está sufriendo Viri, se le nota en la cara el infierno por el que está atravesando. Mariano, entre amigos, contaba además con ese punto de cabreo que necesita para estar fluido, pelín dicharachero, gracioso incluso. Se lo había servido en bandeja el pacto PSOE-Ciudadanos, nuevos Acuerdos de Yalta en versión doméstica, y esa declaración naive de Albert Rivera de que “ahora voy a trabajar para intentar atraer al PP al pacto”, de modo que Mariano tiró de ironía gallega, y “espero que comprendas que yo no pueda suscribir ese contrato de adhesión y que, por tanto, no vaya a apoyar a tu candidato”. ¡Tu candidato!
Mariano es ya un político vitalmente implicado en la gestión aseada de su final como presidente en funciones y líder del PP
Descarrilamiento matutino con Rita y baño de masas nocturno en La Razón para subir la moral de un señor a punto de despeñarse por los barrancos del Lérez, que esta semana, y salvo sorpresa mayúscula, recibirá el subidón de Prozac que precisa para activar su falta de protagonismo reciente con la función de teatro que se anuncia en las Cortes para el martes, a saber: el choque abrupto de Pedro Sánchez con la realidad de una investidura imposible. Mariano, con todo, es ya un político vitalmente implicado en la gestión aseada de su propio final como presidente en funciones y líder del PP. Dicen que es su hermana Mercedes la que con más ahínco presiona para que lo deje de una vez, que ya está bien, que ha cumplido y es hora de que se dedique a lo suyo. Viri, que compartía la misma opinión, cree que ahora es el peor momento para el arrivederci y hay que esperar. Cuestión de semanas, meses a lo sumo. La ha convencido el propio Mariano, un tipo corriente al que casi 11 millones de votos dieron en 2011 un mandato digno de un gran líder, casi de un héroe. Un fracasado. Viri cree que Mariano no puede decir adiós sin antes haberse sacado la espina de la amarga victoria del 20-N y del paso en falso de su renuncia a la investidura, y que necesita de unas nuevas generales para hacer posible una salida no apaleada de la política. Porque “además es que ahora te persiguen aunque renuncies al cargo; las cosas se han crispado tanto que aunque abandones el Poder te seguirán el rastro allá donde te escondas”.
Ir a generales en busca de una nueva victoria, si es posible más holgada, que permita salvar la cara, y volver a proponer esa grosse koalitio entre populares y socialistas, con el añadido, en todo caso, de Ciudadanos, y entonces sí, entonces, para dar una oportunidad a un partido hoy cercado por la corrupción, Mariano Rajoy Brey estaría dispuesto a irse, estaría pensando en hacerse a un lado, renunciar a la presidencia de ese Gobierno de coalición con otro partido que previamente se habría desprendido también de su actual líder, del caparazón de un Sánchez derrotado, un tipo que ha hecho ejercicios de equilibrio sin fin en el alambre para seguir vivo, pero que, salvo milagro, será el primer candidato a la Presidencia incapaz de superar una sesión de investidura, y a ver cómo gestiona Pedrito ese récord, cómo afronta la cosecha de enemigos que no ha dejado de crecer dentro del propio PSOE, porque ha ofendido a unos con el ninguneo a Podemos y ha cabreado a otros con el pacto con “la marca blanca del PP”, y es ya demasiada la gente que quiere ajustar cuentas con él de no mediar victoria en la Carrera de San Jerónimo.
La "Coalición de las Eses"
¿Y quién en el PP? Ahí está la aspirante escondida, la señora sin amarre en el partido en la que pocos populares creen. La niña con bula en todos los medios, todas las teles. La chica listísima con agenda propia tan obvia que hasta el propio Mariano, ciego, terminó por darse cuenta. Soraya es el oasis del PP, el rincón aseado que, rodeado de corrupción por todas partes menos por una, no presenta la más leve salpicadura marrón. Hay quien dice que Soraya se escondió tras la derrota de las europeas y no ha sabido dar la cara, protegida con puño de hierro por María G. Pico, una estricta gobernanta que al parecer pretende mantenerla en formol para convertirla en objeto de estudio de alguna clínica universitaria. Soraya no ha consolidado imagen de sustituta, pero ¿tiene aspiraciones la dama? Eso pocos lo dudan y por ahí apuntan los viajes que la doña realiza con discreción, y dicen que cuenta ya con el apoyo expreso de algunos barones, en Valladolid, en Murcia, en Andalucía… Soraya, de quien no se conoce discurso político alguno de enjundia, trata de tejer su red de alianzas en un partido cuya militancia la sigue viendo como una extraña, pero que se lleva muy bien con el Ibex y muy bien también con otra mujer que tampoco ha terminado de cuajar, que ha disparado ya demasiada pólvora en salvas y no termina de dar el paso: la andaluza Susana. Los planes que albergan las gentes del dinero apuntan a la “Coalición de las Eses”, dos mujeres, Soraya y Susana, con la presidencia en manos del partido más votado, para intentar las reformas del Estado que Mariano fue incapaz de acometer con su mayoría absoluta la pasada legislatura.
En la olla a presión que es hoy el PP, Mariano no tiene sucesor: se los ha ido "cepillando" a todos, uno tras otro
No lo va a tener fácil en la olla a presión que es hoy el PP. Mariano no tiene sucesor: se los ha ido cepillando a todos, uno tras otro, de modo que en el vacío de poder que provocaría su eventual retirada, podríamos asistir a no pocas sorpresas. Por ahí anda la candidatura de un Núñez Feijóo dispuesto a jugar sus cartas, marcadas o manchadas, dicen sus enemigos, por sus amigos de juventud, cosas de la política, zancadillas de los “amigos, enemigos y compañeros de partido”. Por ahí, también, una mujer juiciosa como Ana Pastor, bien vista por todos, honesta al decir de casi todos, a quien Rajoy entregaría el cetro de una transición hasta un Congreso refundacional. Pero en el mar de los sargazos de un partido que tontea peligrosamente con el desastroso final de la UCD anidan las esperanzas locas de mucha gente, y no solo las del lenguaraz Margallo: entre los generales de un ejército en retirada caben todas las ambiciones del mundo.
Y está José María Aznar, en quienes muchos adivinan un interés irrenunciable por meter la cuchara en la reconstrucción de un partido descoyuntado, y cuentan que Aznar tiene un candidato escondido que no es otro que Alberto Ruiz-Gallardón, el gran amigo de Ana Botella (otra mujer que se dice injustamente tratada con su salida de la política por la puerta de atrás, según la cual “el único que se ha portado bien conmigo ha sido Alberto”). Muchos ven la sombra alargada de Gallardón tras los pedriscos judiciales que no dejan de caer sobre el tejado de zinc del PP, porque son los jueces, es la estructura del poder judicial que él entronizó como ministro del ramo la que ahora castiga a Mariano con porquería estibada en los juzgados de España. Y ahí estaría Alberto manejando en la sombra los hilos de la gran orquesta que desde hace meses ataca una partitura tan simple como vibrante: hay que reducir el marianismo a cenizas, para sobre ellas edificar el partido nuevo de la gran derecha.
Que Iglesias se arrugue
En el gran teatro español del momento, nadie osará echar el telón tras el previsible fiasco de Sánchez este martes. Sobredosis de propaganda electoral. Juego de espejos para intentar atraer votos y cargar de culpa al adversario. El líder del PSOE, que ayer recibió un bofetón de la militancia a cuenta de esa broma de consulta a la que pretendió someterla, solo tiene una oportunidad: que Iglesias se arrugue y, tras mucho contoneo, termine abrazado a la abstención, porque su posición es mucho más vulnerable, mucho más débil de lo que aparenta, con Mareas, Compromisos y demás dispuestos a volar por su cuenta, de modo que al final sus auténticos apoyos no irían mucho más allá de los que en su mejor momento tuvo el PCE, o tal vez una IU reforzada. En otro caso, caminamos hacia nuevas generales. Imaginen el espectáculo de un nuevo debate en la cumbre, con Mariano Rajoy y Pedro Sánchez ocupando las pantallas del televisor, Manolo Campo Vidal de hombre bueno, y un sudor frío recorre España, mientras los ecos siniestros del “y tú, más” resuenan de Tarifa a Estaca de Bares. Todo empantanado. El futuro puede esperar.