Análisis

La España ingobernable en el horizonte de 2020

          

  • Mariano Rajoy y Luis de Guindos.

Perdidos en la arboleda del pin pan pun al que nos tienen sometidos nuestros partidos, incapaces de ponerse de acuerdo a la hora de formar Gobierno, los españoles no estamos sabiendo ver el bosque de un futuro que a medio plazo se presenta cargado de incertidumbres tanto desde el punto de vista político como económico. La España ingobernable en el horizonte del 2020. Parece claro que quien finalmente se instale en Moncloa tras el caos actual lo hará al frente de un Gobierno débil, con escaso respaldo parlamentario, incapaz por tanto de hincarle el diente a los grandes retos que tiene planteados este país para mejorar drásticamente la calidad de su democracia, por un lado, y para seguir creciendo y creando empleo. Como contaba aquí días atrás Teresa Lázaro, la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas) acaba de dar la voz de alarma en un informe en el que afirma que, si no se toman medidas para remediarlo, la tasa de desempleo seguirá en 2020 por encima del 14% de la población activa y la deuda pública se mantendrá por encima del 100% del PIB. Sin cambios en la política económica, los grandes desequilibrios del país seguirán sin corregirse y el crecimiento de la economía no será suficiente para resolver los dos grandes retos españoles: el paro y la deuda.

La caótica situación política actual contrasta poderosamente con el comportamiento de la economía, que crece a más del 3% en tasa interanual, una paradoja que está llamando la atención de toda la UE. Parece, en efecto, que la parálisis política no pasa factura a la economía. En el segundo trimestre del año, el PIB registró un crecimiento del 0,8%, igualando los registros de los tres previos (tercer y cuarto trimestre de 2015 y primero de 2016). Entre abril y junio, el empleo aumentó a un ritmo del 2,9% en términos interanuales, tres décimas menos que en el trimestre anterior, lo que se traduce en la creación de 484.000 empleos equivalentes a tiempo completo en un año. “La economía parece tener una opinión diferente a la del típico periodista político para quien la ausencia de Gobierno es un grave problema, casi un drama”, podía leerse en un artículo aparecido en la revista británica The Spectator, bajo el título “Por qué los españoles tal vez están mejor sin Gobierno”. Otros van incluso más lejos. “Desde las elecciones de diciembre pasado no ha habido normas nuevas, y la población se ha librado de la carga de la nueva legislación que nadie entiende y que muchos tratan de desobedecer”, aseguraba este martes el historiador británico Henry Kamen, en un interesante artículo (“La delicia de no tener Gobierno”) publicado en El Mundo. “Un Gobierno débil significa menos control gubernamental, que no es una mala cosa cuando reparamos en que gran parte de esos controles son un obstáculo para esa prosperidad que se origina mediante el trabajo duro y los esfuerzos de la gente común, no por las leyes y regulaciones gubernamentales”.

La ausencia de un Gobierno impide la aprobación de los PGE, asunto que tiene su impacto en el gasto público, lo que indudablemente ralentizará el crecimiento

Una visión con tintes anarquizantes que choca con la opinión de Miguel Cardoso, economista en jefe de BBVA Research, para quien, si bien no se puede hablar de un impacto evidente, la incertidumbre política no ha dejado de tener un efecto negativo sobre la economía. “Probablemente la pregunta que hay que hacerse es cuánto más estaríamos creciendo en un entorno de mayor certidumbre”, una cuestión que él mismo responde asegurando que “el impacto del aumento de la incertidumbre sobre la economía se ha traducido en que en lugar de estar creciendo a tasas de entre el 3 y el 3,5% del PIB, muy probablemente podríamos estar haciéndolo a tasas de entre el 3,5% y el 4%, medio punto por encima”. La ausencia de un Gobierno, por otro lado, impide la aprobación de los PGE, asunto que tiene su impacto en el gasto público, lo que indudablemente ralentizará el crecimiento, por no hablar del déficit de legitimidad y representación de un Gobierno en funciones incapaz de atender las demandas ciudadanas.

Malas perspectivas en deuda y paro

Según las previsiones de Funcas, si el próximo Gobierno no es capaz de corregir los desequilibrios y proseguir con las reformas que el Gobierno de mayoría absoluta del PP dejó a medio hacer, el crecimiento del PIB se irá frenando en los próximos años hasta situarse en el 2% en 2020. El paro también bajará y la deuda se estabilizará, pero la tendencia será insuficiente para corregir ambas variables. En lo que al empleo se refiere, la tasa de ocupación aumentará en los próximos años, pero en ningún caso alcanzará los estándares de nuestros socios europeos más ricos, lo que se traducirá en que en 2020 el 14,3% de la población activa seguirá desempleada. Los cambios demográficos que ya vive España no harán sino empeorar estas perspectivas. La población en edad de trabajar disminuirá en 500.000 personas en los próximos 5 años por la caída de la natalidad y el inicio de la jubilación de la generación del baby boom, una situación que es un misil dirigido a la línea de flotación de las pensiones. En efecto, el número de activos por cada jubilado será de 2,5 en 2020, frente a los 2,7 actuales y los 3,1 de antes de la crisis. Solo un problema como el de las pensiones, que se nos viene encima como si de una avalancha de montaña se tratara, debería ser suficiente para hacer reflexionar a nuestra clase política e inducirla de inmediato a ponerse de acuerdo, pacto de Estado mediante, para hincarle el diente al problema.

Nuestras administraciones públicas siguen gastando bastante más dinero del que ingresan, de modo que este año el Tesoro pedirá prestado en los mercados una cifra cercana a los 50.000 millones (déficit público del 4,6% para 2016), cantidad que casi en su totalidad se traslada a una deuda pública que no deja de crecer, que se ha triplicado desde la llegada de la crisis y que se ha consolidado por encima del billón de euros. Sin PGE para 2017, el desfase entre gastos e ingresos públicos podría elevarse al 3,6% del PIB el próximo año (frente al 3,1% previsto), lo que puede exponer a España a una multa por parte de Bruselas de hasta 6.000 millones y la congelación de otros 1.350 millones de fondos europeos. Raymond Torres, director de coyuntura de Funcas, ve muy difícil reducir un desfase presupuestario en casi 15.000 millones en 2017, un desafío en toda regla para una sociedad como la española, que en modo alguno quiere volver a oír la palabra “ajuste”. “Es cierto que la economía tiene mucha inercia, pero hay decisiones que no se pueden aplazar indefinidamente. Hace falta un Gobierno que tome medidas de inmediato para afrontar los desafíos de nuestra economía”.

Con el respaldo, al menos supuesto, de la militancia socialista y la cobardía congénita de los llamados “barones” regionales, el bello Pedro está dispuesto a saltar la banca

El ratio deuda sobre PIB se situará en 2016 en el 100,4%, por encima de las previsiones oficiales (99,14% del PIB), y en 2020 escalará hasta el 100,9%. Un problema de primera magnitud. Por otro lado, el servicio de la deuda (intereses) tenderá a ir en aumento en el inmediato futuro en tanto en cuanto la política del BCE con el precio del dinero tienda a normalizarse. Las posibilidades de una reducción significativa de la deuda a medio plazo son mínimas: la presión social, espoleada por el populismo rampante que, en mayor o menor medida, practican todos los partidos, incluido el PP, no deja de crecer en demanda de más y más gasto público, que seguirá creciendo en pensiones, sanidad y educación. Es el triunfo del Estado beneficencia. Algunos expertos parecen haberse instalado en la resignación: “No soy nada optimista de que el futuro Gobierno sea capaz de hacer las reformas que necesita el país, pero yo me daría por satisfecho con que al menos no deshaga lo que se ha hecho bien en el pasado, por ejemplo, que no se cargue la reforma laboral o que no suba impuestos directos”, asegura José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos. “Lo que me da realmente miedo son los compromisos que Mariano Rajoy, en el caso de que el PP vuelva a formar Gobierno, pueda adoptar para superar la investidura, porque si esos acuerdos son muy gravosos en términos de gasto público, esto se puede ir por la alcantarilla en poco tiempo. Ahí va a estar la clave”.  

El proyecto loco de Pedro Nono

En un santiamén se iría por la alcantarilla el crecimiento en caso de que triunfara ese proyecto de mayoría parlamentaria alternativa al PP que Pedro Sánchez proyecta exponer ante el Comité Federal del PSOE el 1 de octubre para salvar, una vez más, su pellejo. La formación de un Gobierno con el respaldo de un “frente progresista” no es una hipótesis imposible en términos de aritmética parlamentaria, puesto que los 170 diputados de PP, Ciudadanos y Coalición Canaria que apoyaron la fallida investidura de Rajoy tienen en frente a los 180 del resto de grupos que la impidieron, 4 por encima de la mayoría de la Cámara, con los que sería posible constituir un gabinete alternativo. Pedro Nono parece dispuesto a aceptar todos los votos “disponibles” para cerrar el paso a un Gabinete Rajoy. La patulea de grupos integrados en Unidos Podemos daría su respaldo a la fórmula, y otro sí harían los independentistas catalanes, que podrían incluso hacerlo “gratis” en el convencimiento de que cualquier Gobierno que no esté liderado por Mariano será más proclive a sus tesis. Con el apoyo adicional de la minoría de izquierdas del Grupo Mixto, la fórmula podría reunir los diputados necesarios como para hacer incluso innecesario el apoyo del PNV.

Con el respaldo, al menos supuesto, de la militancia socialista y la cobardía congénita de los llamados “barones” regionales, el bello Pedro está dispuesto a saltar la banca, incluso a jugarse el default de España, con tal de salvar su culo. “¡Mantente firme, Pedro, aguanta las presiones y líbranos de Rajoy y del PP!”, le arengaba ayer mismo Miquel Iceta, actual capo del PSC. Es el instinto de supervivencia llevado a nivel superlativo y expuesto en plaza pública con total desvergüenza. Se trata de saber quién resiste más, si Pedro o Mariano. La jornada electoral de hoy en Galicia y País Vasco podría despejar no pocas incógnitas: la continuidad de Sánchez en Ferraz, la posibilidad de Rajoy de formar Gobierno, y el liderazgo futuro del PP tras el marianismo. Lo que no va a variar es la querencia de la sociedad española hacia el Estado como manantial capaz de solucionar todos sus problemas con más gasto público, una sociedad que vive de espaldas a aquella sentencia que el escritor y filósofo Ralph W. Emerson escribiera hacia 1860, según la cual “la única regla segura se encuentra en el metro ajustable de la oferta y la demanda. No legislen. Interfieran y harán saltar las fibras con leyes suntuarias. No concedan subsidios, sancionen leyes justas, aseguren la vida y la propiedad y no necesitarán dar limosna. Abran las puertas de la oportunidad y la virtud, y ellos se harán justicia a sí mismos y la propiedad no estará en malas manos”.    

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