Opinión

Argentina: historia de una trampa

Argentina vive –de nuevo– tiempos difíciles. Está entre la espada y la pared. La vuelta del peronismo hace temblar la economía argentina. El "país normal" que Macri prometió ha sido un espejismo fallido

 

  • Mauricio Macri junto a Cristina Fernández de Kirchner.

La siguiente escena, para los de mi generación, ya es clásica. El filme, de Adolfo Aristarain. Año: 1997. Se encuentran Martín (padre) y Martín (hijo) cenando en un distinguido restaurante madrileño. Están frente a frente. Son argentinos, pero residen en la capital de España. El hijo (interpretado por Juan Diego Botto) le pregunta, después de años de escueta comunicación, a su progenitor (interpretado por Federico Luppi) si alguna vez echó de menos Buenos Aires. Y el padre le responde con una cita lapidaria:

-"Cuando uno tiene la chance (oportunidad) de irse de Argentina la tiene que aprovechar. Es un país donde no se puede, ni se debe, vivir. Si te lo tomás en serio, si pensás que podés hacer algo para cambiarlo, te hacés mierda. Es un país sin futuro, es un país saqueado, depredado, y no va a cambiar…".

Martín (hijo), como buen joven romántico y optimista, le echa en cara a su padre lo pesimista de sus palabras y le interrumpe con un lugar común: "Todo puede cambiar". Y, por si fuera poco, remata con, "… no creo que estemos mucho peor que otros países". Entonces, Martín padre le responde:

-"Pero Argentina es otra cosa. No es un país, es una trampa… la trampa es que te hacen creer que puede cambiar. Lo sentís cerca, ves que es posible, que no es una utopía, que es ya, mañana, y siempre te cagan. Vienen los milicos (militares) y matan a 30.000 tipos. Hoy viene la democracia y las cuentas no cierran, y otra vez a cagarse de hambre y tratar de sobrevivir, de no perder lo que tenés. El que no se muere, se traiciona y se hace mierda. Y, encima, te dicen que todos somos culpables".

El año del corralito

Sí, esas frases son de 1997, de la película 'Martín H.'. Cuatro años antes del histórico colapso de la economía argentina. Cuatro años antes de la congelación de depósitos por 66.000 millones de dólares, y de la paralización de 18 millones de cuentas bancarias. Es decir, cuatro años antes del fatídico 2001: el año marcado por el 'corralito'. Sí, cuatro años antes de que en "el granero del mundo" se dieran casos de niños muriendo por desnutrición. Palabras premonitorias. Durísimas. Palabras que, desgraciadamente, para muchos argentinos tienen la misma fuerza hoy que hace 22 años. Resulta que Argentina, un país vanguardista durante buena parte del siglo pasado, está actualmente entre la espada y la pared.

El viernes, antes de la derrota de Macri en las primarias, un dólar se podía cambiar por 42 pesos. El lunes, por 60

Por una parte, Mauricio Macri, que prometió a su electorado "un país normal", está por cumplir su cuarto año al frente del gobierno argentino con complicaciones para su reelección (de lograrla, podría convertirse en el primer gobernante no peronista en terminar su mandato desde 1928). El resultado de las elecciones primarias del pasado 11 de agosto exhibieron que no todo el mundo comprende su definición de normalidad. ¡Qué pena que no se hubiese propuesto lograr un país excepcional! Por desgracia, las devaluaciones, hiperinflaciones, así como las enormes filas afuera del consulado italiano (y de otros países europeos) para solicitar la nacionalidad, parecen ser lo normal.

Y por la otra, está Alberto Fernández, que simboliza el regreso del peronismo a la Casa Rosada. El viernes antes de su victoria en las primarias, un dólar se podía cambiar por 42 pesos argentinos. El lunes por 60. Y llegó a estar a 62. El mensaje de los mercados es claro. Hay quien ya habla de un agosto negro. Al buen entendedor, pocas palabras.

Fernández fue fiel y leal al gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007), pero esa historia de camaradería política no la repitió con su esposa, Cristina Fernández de Kirchner, a quien, en su día, culpó de una pésima gestión de la economía. Sin embargo, hoy puede ser él quien le acompañe de regreso a la Casa Rosada. Ambos creen que una vieja rencilla no merece la pena, y que juntos podrán echar al enemigo común: Macri. "El enemigo de mi enemigo es mi amigo", que se dice por allí. Ah, por cierto, cabe destacar que la Justicia argentina investiga a la señora Cristina por delitos de corrupción, blanqueo de capitales, entre otros.

Faltan menos de dos meses para saber cuál será el futuro político (y, sobre todo, económico) del país en el que las siglas FMI, la palabra default, y el corralito, aún hacen temblar a más de uno. Y es que –como hace 18 años– más de un argentino está tentado a sacar del cajón el pasaporte color tinto para huir de aquello que Martín (padre) definía como "una trampa".

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