Opinión

El arte de insultar... cordialmente

En el ambiente de la clase política la habilidad verbal es el arco que tensa la flecha para rebatir las ideas de los otros, o para atacarlas con expresiones que envenenan el dardo

  • La bancada parlamentaria del PSOE -

El insulto mancilla a quien lo infiere. Aun así nos gusta usarlo porque la palabra, cargada de energía, se instala con placer en el cerebro al llamar hijo de tal a un tipejo que nos toca las narices desde primera hora del día.

Los insultos se dardean con indignación. Las ofensas menudas se expiden con delicadeza, a modo de fino proyectil que hiere solo como alfiler, o si acaso como picotazo de mosquito. No importa que se trate de injuria pobre en contundencia. Me tienes harto no ofende, salvo que el destinatario lo sienta como agravio. Me tienes hasta los cojones, sin embargo, podría provocar una seria reclamación.

En el uso de requiebros refinados queda garantizada más gracia que daño. El capitán barbudo, pipa en boca, de Las aventuras de Tintín, tan de mal humor tantas veces, se servía de ultrajes cordiales como archipámpano, mequetrefe, bellaco, malandrín, villano, facineroso o mastuerzo… que leíamos con tanta inocencia que más que injurias parecían mimos.

En el ambiente de la clase política, la habilidad verbal es el arco que tensa la flecha para rebatir las ideas de los otros, o para atacarlas con expresiones que envenenan el dardo: Yo no insulto, analizo, dijo en una ocasión un político de la transición aferrado a la bronca. La habilidad para colocar la ofensa no depende tanto del ingenio como de la oportunidad. A un extremista impertinente bien le puede cuadrar fanfarrón; a un fanático religioso, meapilas; a un adulto con aspecto de adolescente, un irónico torobravo.

Mucho más graciosas y menos incisivas son las variantes cuclillo, gurrumino, novillo, o sencillamente cornudo, todas ellas en busca de frustrar el ultraje

Nos enseña Cervantes en El Quijote que bien puede el ultraje viajar cargado de afecto. Bergante, infacundo, deslenguado, rústico, patán, malmirado, bellaco y mentecato pertenecen a la cosecha del hidalgo manchego, y ayudan entender quese puede zaherir sin ofender. El insulto más frecuente se inspira en el comportamiento lujurioso de las cabras y la aceptación pacífica del macho, con su variante de intensidad cabronazo, versión aumentativa, y cabronzuelo, forma atenuante. Mucho más graciosas y menos incisivas son las variantes cuclillo, gurrumino, novillo, o sencillamente cornudo, todas ellas en busca de frustrar el ultraje.

Ocupan el máximo uso aquellos palabros que ofenden a la madre por su supuesto oficio (hijo de puta) o a la esposa por su infidelidad (cabrón). Y también la alusión a los familiares o amigos fallecidos (me cago en tus m.) Cuando aparecen los seres queridos, la ofensa se multiplica. Podría elevarse con expresiones del tipo hijo de violador, o hijo de corrupto, pero no parece tan grave un comportamiento ajeno al sexo.

Otro frecuente recurso consiste en mandar al ofendido a algún lugar incómodo, tipo vete a tomar por…, vete a la… y, en sus versiones atenuantes, anda y que te zurzan… En esta categoría se sitúa el disminuido vete a freír espárragos.

Entre los que pretenden criticar el comportamiento sexual de la mujer, tipo puta y zorra, no se incluye Tu madre es una meretriz. De la misma manera, nadie dice fornicar en vez de joder para señalar rechazo a algo que está sucediendo. Puta y puto han ampliado su campo de significado y funcionan como intensificadores: puto imbécil, es más agresivo que imbécil a secas, pero también se aplica a seres inanimados: Me he hecho polvo el dedo con el puto martillo.

Perroflauta se reserva para un tipo especial de progre antisistema afiliado a Podemos (no lo digo yo, solo recojo lo que observo)

En mi Diccionario Temático del Español clasifiqué un centenar de improperios en cuatro categorías: a la inteligencia, a la salud mental, a la educación y a la bondad. Ya por entonces me pareció una larga lista, y me seguiría pareciendo si no fuera porque años más tarde amplié la colección en mi Diccionario Ideológico y me serví de hasta quinientas voces que ordené con la frustrada intención de que pudieran servir al desorientado.

La primera categoría, la más rica, la forman los insultos a la inteligencia. Acompañé gilipollas con vilipendios que encajarían perfectamente entre la clase política: ablandabrevas, cascaciruelas, chupajornales, correlindes, cagapoquito, espantanublados, majagranzas, mamacallos, papamoscas, papanatas, parapoco, pavitonto, pelahuevos, pinchaúvas, rascatripas, sacabuche, soplagaitas, soplamocos, tiracantos, zampabollos…

El neologismo pagafantas se especializa en quienes sufragan las copas en una cita con la esperanza de llegar a un encuentro sin posibilidades de acontecer; y perroflauta se reserva para un tipo especial de progre antisistema afiliado a Podemos (no lo digo yo, solo recojo lo que observo).

Los insultos a la belleza se inspiran en animales: loro, foca, ballena, orangután… o en los alimentos: carahuevo, carapán, caracandado, zampabollos…

Son afines a tonto, bobales, lelo, memo, majadero, calamidad, sandio, mondrego, cantimpla, motolito, panfilote, paparote y en Argentina tilingo… No deberíamos prescindir de mentecato, mequetrefe, chiquilicuatre, mameluco, tarambana, badulaque, adoquín, cirigallo, gaznápiro, chafandín… Y también cateto, panoli, cazurro y ceporro. Y comparado con un animal: asno, pollino, palomo, ganso, pato, pavo, cabestro; y con una fruta: alcornoque, membrillo, zanahoria, melón… Y cabe añadir los expresados con comparación ingeniosa: tonto de narices, tonto del capirote, tonto del higo, tonto del c. Se relame el ofensor conultrajes del tipo más tonto que Pichote, más tonto que hacerle la permanente a un calvo, más tonto que pellizcar cristales

Fresco, frescales, miserable, sinvergüenza, caradura, cataplasma, mamarracho y zascandil son insultos a la educación, y también el neologismo tragaldabas, para quien come como animal cuando la comida es gratis.

Son insultos a la torpeza: patoso, apantallado, huevón, madero, samarugo, zoquete, mendrugo, marmolillo, pardillo. Boludo y pelotudo son propias de algunas zonas de Hispanoamérica.

Son insultos a la bondad: bellaco, pérfido, vil, víbora, ogro, satán, alma de Judas y en México hijo de la gran chingada.

Son insultos a la cordura: chiflado, pirado, grillado, papanatas, papatoste, pasmarote, alma de cántaro, caído del guindo.

Los insultos a la valentía, tipo cobarde, van marcados con la falta de hombría: mandilón, calzonazos, cagueta, cagón, culeras; o con el comportamiento de los animales: gallina, hiena, liebre, cabrito.

Los insultos a la belleza se inspiran en animales: loro, foca, ballena, orangután… o en los alimentos: carahuevo, carapán, caracandado, zampabollos…

Son insultos a la actuación taimada: cuco, socarrón, morlaco, gazapo, marrajo, mindango, somormujo, zamacuco, zamarro, moscón, camastrón, zanguayo, zorrocloco… y el reciente cierrabares, asignado a quienes son los últimos en acabar la juerga.

No nacen insultos especializados en comportamientos sexuales socialmente desviados, tipo pederastia o zoofilia, ni tampoco relacionados con la corrupción. Voces de nuevo cuño tipo asaltacunas que se le asigna a quien gusta de mantener relaciones con alguien mucho más joven, apenas va cargada de hostilidad.

Puestos a asimilar insultos, se pueden destruir con una sonrisa, con el silencio, o, irónicamente, con la aceptación: sí, amigo, así, como usted dice de engañado por su mujer vivo yo. O bien: Mi mujer, sí, se va con todos y mi madre tuvo esa tendencia a que usted se refiere.

No cerraré esta lista sin citar a los insultos que no abandonan el pensamiento y viven sin articulación verbal. Calman así la ansiedad y evitan el posible conflicto entre la libertad de expresión y la injuria. Otra solución aconsejable es llevar en la faltriquera los usados por Mortadelo y Filemón por si hay que echar mano de manera urgente y articular con énfasis vejatorio: batracio… merluzo… basilisco... Si bien, muchas elegantes personas se unirían con gusto a ¡Que Dios te confunda! Pero hay quien piensa que la paz que brinda un hijo de la gran puta a grito pelao no la proporciona el yoga y el zen juntos.

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