Opinión

Atrincherados en La Moncloa

La invención de un comité de dirección con cinco ministros, fruto del miedo desatado, es un mensaje a los acongojados candidatos municipales y autonómicos de mayo-2023

  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (c), junto a la ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, María Jesús Montero (d), y el secretario de Organización, Santos Cerdán (i), al inicio del Comité Federal extraordinario que se celebra

En el Comité Federal del sábado se vio qué queda del PSOE. Nada, una masa ovina que produce vergüenza ajena. Con la misma mansedumbre con la que hace nueve meses aplaudieron en el 40º Congreso la supuesta vuelta a la “socialdemocracia”, se entregan ahora a un nuevo giro a la “izquierda”. En el clonmité federal de la viñeta de Gallego y Rey, Sánchez convirtió a los delegados socialistas en figuras de cera, decorado, y exhibió al Partido Socialista como cadáver.

Esto es el sanchismo, una fórmula para esconder desastres bajo verborrea sin límite. Han pasado doce meses desde que una profunda remodelación de gobierno fue vendida como renovación generacional – feminista, digital, verde- y ahora los nuevos cambios se presentan como una vuelta a la veteranía. El nuevo portavoz Patxi López sería el PSOE de toda la vida, Santos Cerdán, “la calculadora”, el que supo hacer las cuentas con Bildu para gobernar en Navarra, y María Jesús Montero, la experiencia del PSOE de Andalucía.

De poco sirven los esfuerzos del poderoso ejército mediático para ocultar el pánico provocado por los resultados andaluces, incluidas exaltaciones como “ahora sí que hay un líder” -¡oh la la!- de los Esther Palomera y Fernando Garea de guardia. La invención de un comité de dirección con cinco ministros, fruto del miedo desatado, es un mensaje a los acongojados candidatos municipales y autonómicos de mayo-2023. “Mi cara irá en vuestras papeletas”, les advierte Sánchez.

Los patéticos “vamos a por todas” de Sánchez no disimulan la decisión de atrincherarse frente a la avalancha que les desborda, más ahora con la sentencia de los ERE. Los pepiños escondidos en Moncloa intuyen el final. Hoy, del PSOE en el que participaron los creadores de la Institución Libre de Enseñanza, con Francisco Giner de los Ríos al frente, no queda ni las cenizas. En caso contrario, habría sido impensable el crimen de pactar con EH Bildu-ETA el contenido de una ley para definir la memoria de la democracia española. Con la firma del acuerdo arrojan al Partido Socialista al basurero de la historia.

Venden que todos nuestros problemas se resolverían si los españoles condenaran la Transición y “erraran amnésicos por el mundo”. A ese carro se ha enganchado el PSOE

Ninguno de estos mentecatos seleccionados en su día por Pepiño Blanco -otra lumbrera- habrá leído a Santos Juliá y sus análisis de la utilización de la memoria histórica como trampa política. Nuestro gran historiador del siglo XX, en Demasiados retrocesos, publicado en marzo de 2019, poco antes de morir, denunció la instrumentalización de la “recuperación” de la memoria para resolver urgencias políticas. Con las falsificaciones se persigue la descalificación de la Transición española a la democracia, empezando por la monarquía parlamentaria. Venden que todos nuestros problemas se resolverían si los españoles condenaran aquel proceso y “erraran amnésicos por el mundo”. A ese carro se ha enganchado el PSOE.

La crítica de Juliá a quienes hacen política con la historia es hoy muy oportuna. Me imagino sus comentarios ante el protagonismo de uno de esos “historiadores de la tribu”, Fernando Martínez, que, al frente de una secretaría de Estado de la Memoria Democrática -¡santo cielo!-, está detrás del texto de la ley pactada con EH Bildu. Le alarmaba comprobar cómo colegas suyos pervierten el oficio contaminando la investigación historiográfica, que es “un saber crítico que aspira a la objetividad”, con la memoria, que es “una relación afectiva, subjetiva”, instrumentalizada en este caso como agitador de odio al servicio de objetivos electorales.

Se indignaba con esos activistas que falsifican la historia para “modificar la conciencia de un país”, como los que explotan la memoria antifranquista por motivos espurios. No es por las víctimas en las cunetas, es por votos. En este aquelarre de motivación política nunca defrauda el historiador Julián Casanova. Si Santos Juliá decía que había que guardarse de hacer política con la Historia, este académico militante no hace otra cosa. Justifica la ley como instrumento para poder gestionar la memoria de “ese pasado sucio” que el PP, “desde Fraga y Aznar a Feijóo”, querría esconder, en su opinión. Un tiro-fijo, este Casanova.

Los autores abruman con pruebas sobre la continuidad de los socios de Sánchez en el objetivo de los terroristas. En eso anda el PSOE, ya degradado a simple cachivache de la política española.

Pero la mitad de los electores socialistas rechazan esta norma pactada con Bildu. ¿Por qué? En la obra colectiva Eta. Terror y terrorismo (2021) se puede encontrar una respuesta que tampoco leerán los pepiños atrincherados. Demuestran cómo todo el independentismo vasco, el aseado del PNV y el duro de los herederos de ETA, tiene como objetivo “la promoción pública de una memoria blanda de la violencia” y de una narrativa del recuerdo al servicio del proyecto independentista. Los autores abruman con pruebas sobre la continuidad de los socios de Sánchez en el objetivo de los terroristas. En eso anda el PSOE, ya degradado a simple cachivache de la política española.

Mayoritariamente se piensa que este proceso de deterioro del PSOE ha sido provocado por Pedro Sánchez. Creo que se trata de un desenfoque. Más bien, ha sido el grado previo de degradación del partido el que hace posible que este soldado de fortuna haya llegado tan lejos. Por eso, es una ingenuidad esperar que supuestos líderes morales del socialismo -los Bono, Robles, Borrell, etc.- reaccionen contra tanta barrabasada. Ellos son parte del tinglado, y no harán nada.

Entretanto, a España se le va poniendo cara de Argentina. Les equiparan la irresponsabilidad fiscal y las falacias habituales, desde la identificación de gasto público con creación de riqueza a la obsesión por gravar con impuestos la actividad productiva, que no “a los ricos”. Incluidos resultados argentinos en aumento de la pobreza. ¿Socialdemócratas? Ni por el forro. Los pepiños tampoco leerán a Daron Acemoglu, que en El pasillo estrecho (2019) explica que no puedes ser un socialdemócrata reformista en compañía de comunistas.

Ese PSOE encastillado en Moncloa empuja inevitablemente hacia la mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo, y, si el líder del PP hace caso a quienes denunciamos los desastres sanchistas desde posiciones de izquierda liberal, huirá de la tentación de sustituir una política de tribu por otra. Por ahora, desgraciadamente, no podremos librarnos de doce meses con el peor gobierno en el peor momento.

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