En su célebre “carta a la ciudadanía”, vaya cursilada, el presidente del Gobierno nos comunicó por escrito que era “un hombre profundamente enamorado” de su mujer. Felicidades a él y al objeto de su enamoramiento, nada hay que objetar a semejante declaración pública de amor. Aunque sí, quizás, a la reiterada utilización en el texto del término “esposa”, otra sublime cursilería.
Pero nada dijo Sánchez en su misiva acerca de los sentimientos que tiene frente a otra mujer, Isabel Díaz Ayuso, la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid. Nada dijo, pero lo demuestra casi a diario con sus actos y con sus palabras. Sánchez tiene claramente una obsesión con Ayuso, una tensión emocional no resuelta que le atormenta y que condiciona su acción política. Solo así pueden entenderse sus recurrentes ataques a una presidenta autonómica. Solo así puede entenderse que lance reiteradamente a sus sufridos y sumisos peones contra ella. Solo así pueden entenderse sus desesperados cambios de caballo en el PSOE madrileño para intentar derribar al fruto de su enfermiza obsesión.
Más siendo evidente el trastorno obsesivo emocional que padece Sánchez, tiene interés indagar sus posibles causas que podrían varias y no excluyentes entre sí. Una es el diferente respaldo electoral de cada uno en las elecciones en las que respectivamente se presentan. Ayuso obtuvo cerca de un 48% de los votos emitidos más que duplicando así los obtenidos por el candidato socialista -1.600.000 frente a 600.000-, logrando la mayoría absoluta en la Asamblea de Madrid. Sánchez tuvo que conformarse con un 31% que le dio solo el segundo puesto -detrás de Núñez Feijóo- quedándose a 55 escaños de la mayoría absoluta en el Congreso y perdiendo por goleada en el Senado ante el Partido Popular.
Puede afirmarse que el voto a Ayuso responde a una actitud 'pro' en tanto que el cosechado por Sánchez solo obedece en gran parte a un sentimiento 'anti'. Es una gran diferencia que, como no es imbécil, Sánchez la percibe y es otra causa de su tormento
Resulta fácilmente perceptible que Ayuso genera raudales de simpatía entre sus votantes que se muestran ilusionados con sus ideas, con sus políticas y con los resultados de su gestión. Frente a esto, los que votan a Sánchez lo hacen mayoritariamente por un sentimiento ancestral anti-derecha antes que por cualquier ilusión por el votado. Puede afirmarse que el voto a Ayuso responde a una actitud 'pro' en tanto que el cosechado por Sánchez solo obedece en gran parte a un sentimiento 'anti'. Es una gran diferencia que, como no es imbécil, Sánchez la percibe y es otra causa de su tormento.
La gestión económica de Madrid
Y luego están los resultados de la respectiva gestión en sus respectivos ámbitos de Gobierno, cuestión en la que los cosechados por Isabel Díaz Ayuso superan ampliamente en cualquier faceta que se quiera considerar a los obtenidos por Sánchez. Tanto da si hablamos de déficit público -3,5% del PIB en España, solo un 0,1% en Madrid- como si nos referimos a la deuda pública -105% del PIB en España, exclusivamente un 13% en Madrid-. Igual sucede con la tasa de desempleo -12,7% en España, 9,7% en Madrid-, con la inversión extranjera -Madrid atrae el 54% de la que llega a España-, con el turismo procedente del exterior -Madrid es el destino del 30% de los turistas procedentes de otros países cuando su población representa el 15% de la española- o con el crecimiento anual del PIB -el habido en Madrid en 2.023 ha superado al de España en un 11% -3% frente a 2,7%-.
Complementando lo anterior, sucede que frente al creciente intervencionismo y a la progresiva sobre regulación que tiñe las políticas de Sánchez, las de Ayuso representan un oasis de libertad económica. Que ante el constante dirigismo peronista del Gobierno estatal, la Comunidad de Madrid apuesta intensamente por las libertades individuales. Y que ante la generalizada corrupción que salpica al Gobierno, al partido y a la familia directísima de Sánchez, Ayuso está libre de culpa por más que los voceros políticos y mediáticos de Sánchez pretendan lo contrario.
Probablemente, el escenario descrito genera en Sánchez un torrente de envidia que es causa de la obsesión compulsiva que tiene con Isabel Díaz Ayuso. Un peligroso trastorno que, añadido a su infinito ego y a sus ilimitadas ansias de poder, configura un cóctel auténticamente explosivo. Ése es el presidente que gobierna España, obligado a hacerlo, además, con el apoyo imprescindible de una mayoría parlamentaria tan estrambótica como frágil, circunstancias que agravan aún más el desorden mental que habita en Sánchez.
Son los expertos en problemas de la mente los que deben intentar explicar con más rigor lo que padece Sánchez pero sus palabras, sus gestos y sus decisiones revelan claramente que el padecimiento existe y va en aumento. Para comprobarlo, basta con reseñar dos acontecimientos bien recientes. Uno, la utilización de la figura del Fiscal General del Estado en su guerra anti Ayuso hasta el punto de obligarle a actuar de un modo presuntamente delictivo. Dos, el envío de uno de sus más caracterizados fontaneros, Óscar López, a la enésima batalla contra la presidenta de Madrid. Fontanero que al presentar su aspiración a la presidencia de la Comunidad madrileña no se ha referido a ningún proyecto o intención que ofrecer a los madrileños limitándose a declarar que su único fin es acabar con Ayuso. Es decir, liberar a su jefe del grave trastorno obsesivo que le atormenta.
javcergar
09/12/2024 07:16
Por mucho que promocionéis a Ayuso, la abortista, no deja de ser una marioneta de MAR totalmente inútil fuera de Madrid.
John Wayne
09/12/2024 08:26
Ayuso no necesita el odio de Sánchez. Bastante tiene con sus propias actuaciones "presuntamente presuntas" y con el odio de su propio partido, en el que están dispuestos a acuchillarse unos a otros.
José Alejandro Vara
El concierto económico (solidario, je!) es anticonstitucional. Lo de ERC no puede salir tal cual lo filtran.