Opinión

Begoña mon amour

Ahora resulta que Su Señoría el magistrado Peinado ha citado a Begoña, mi Begoña querida, a declarar por un

  • Pedro Sánchez y Begoña Gómez -

Ahora resulta que Su Señoría el magistrado Peinado ha citado a Begoña, mi Begoña querida, a declarar por un presunto delito de tráfico de influencias y corrupción en los negocios. Y ella, envuelta en una gasa de silencio digno y majestuoso cual capa de emperatriz bizantina, ha declinado decir nada. Pero no ha de quedar tamaña dama sin un caballero español que la idolatre, la defienda y eche su cuarto a espadas por ella, oh musa del honor y de la probidad, oh inspiración de corazones románticos. Y si Pedro Sánchez escribíole una carta de enamorado, pillín, que eres un pillín, no ha de ser menos este juntaletras, que no por menor estirpe tiene mayor nobleza la pluma, con perdón. Por eso te digo, Begoña, cual moderno Neruda, que “puedo escribir las cartas de recomendación más tristes esta noche, escribir, por ejemplo, La noche está estrellada y tiritan, azules, los contratos a lo lejos”. Y puesto que sobre tu cuello de cisne, blanco, impoluto, sobre el que se asienta cual moderna estatua griega tu cabeza que derrama una cabellera digna de Venus, pretenden caer los cepos de la justicia por esas presuntas relaciones con un tal Barrabés, y sus socios y demás gentes que no alcanzarán nunca a sentir por ti lo que yo siento, te digo como haría Boscán que “quien dice que la ausencia causa olvido merece por el PSOE ser olvidado. El verdadero y firme enamorado está, si está enjuiciado, más perdido”. ¡Oh témpora, oh mores, oh tiempo de los moros o algo así!

Ah, quién poseyera la métrica para plasmar negro sobre blanco ese amor que no tan solo yo, sino millones de españoles sentimos por ti. Pero no hay tinta ni calamares suficientes para proporcionárnosla, oh tu, presidenta y diosa, y decirte al estilo del gran Lope “Recomendar, atreverse, estar furioso, áspero, tierno, sanchista, esquivo, imputado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, comisionista y animoso… creer que la Bego en un infierno cabe, dar la vida y el cargo a un desengaño, esto es amor, quién lo cobró lo sabe”.

Sé que la fachosfera, los Milei y Meloni, los de la negación emasculada para la belleza sanchista, me tacharán de adulador. Bien está. Pero yo pregunto con una mano en el corazón y la otra en la cartera, que aquí nunca se sabe, ¿quién no se ha enamorado de un imposible?

Sé que la fachosfera, los Milei y Meloni, los de la negación emasculada para la belleza sanchista, me tacharán de adulador. Bien está. Pero yo pregunto con una mano en el corazón y la otra en la cartera, que aquí nunca se sabe, ¿quién no se ha enamorado de un imposible?¿Qué sabe el corazón enamorado de cosas pedestres tales como un Máster en Transformación Social Competitiva existiendo como existen las florecillas de alhelí? Ah, no, de por qué te estoy queriendo no me pidas la razón pues ni yo mismo entiendo a este pobre corazón, y al llegar la madrugada mi canción desesperada te dará la explicación. Hombre ya.

Begoña, este enamorado de tu persona, con permiso de Pedro I el Amnistiador, ha de coincidir con Baudelaire – léase bodeler – y decirte “Te adoro igual que a la bóveda nocturna, ¡oh vaso de tristeza, gran presidenta, y te amo tanto más, bella, cuanto más me huyes y cuanto menos me recomiendas”. Porque quién ama de verdad se sustenta solo de su amor y no precisa reciprocidad, señores, y este es el caso de mi modestísima persona, abrumada ante la radiante y esplendorosa Begoña, tocada por la mano de los dioses, ungida por las musas, que no misas, admirada dama primera o primera dama o la dama y el vagabundo, que uno ya no sabe.

No queriendo dar más pábulo a los envidiosos de siempre, finalizo dejo aquí mi glosa a tal dama, no querido dejarme en el tintero unos últimos versillos, estos míos, que dicen “Bego viajó en el avión del presidente ladino; no sabemos su destino, Zambia, Rabat, Portofino… ¡que más dará su camino, si la chica es un pibón!*” Qué, ¿ya puedo ser tertuliano en RTVE o todavía no?

*Nota Bene: lo de pibón es, obviamente, una licencia poética. Lo digo por si las dudas.

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