Que el separatismo miente por naturaleza es cosa evidente. Lo último: pasar el típex por la página web de la Generalitat, omitiendo los dos pseudo referéndums y la DUI. Lo pueden consultar ustedes mismos aquí.
Si les da pereza hacerlo, cosa que comprendo perfectamente, se lo resumiré. En el apartado “La Generalitat contemporánea. Siglos XX y XXI” – por no meternos en la mixtificación que hacen de la institución catalana en épocas medievales, que eso sería otro asunto -, los responsables de la página institucional que pagamos entre todos han pasado un prudente y timorato borrador, omitiendo todos los despropósitos cometidos por los sucesivos gobiernos neoconvergentes y de Esquerra en los últimos años. No busquen ustedes la bromita convocada por Artur Mas el nueve de noviembre del 2014, aquella de la doble pregunta que dejó ojipláticos a los propios separatistas, porque no está. Tampoco encontrarán ninguna mención al 1-O convocado por Carles Puigdemont ni su proclamación de la república catalana, pues también brillan por su ausencia. No se mencionan las leyes de transitoriedad, ni los plazos de dieciocho meses, ni nada que no sea una anodina relación de fechas en las que, por arte de magia, unos presidentes se suceden a otros sin mayores aclaraciones.
Toma de posesión de Puigdemont
El colmo es cuando se dice, tras mencionar escuetamente que Puigdemont tomó posesión del cargo el 12 de enero de 2016, “El Gobierno español, en aplicación del artículo 155 de la Constitución española, convocó elecciones anticipadas el 21 de diciembre de 2017”. Así, como si hablasen de un horario de trenes. Ninguna explicación acerca de las razones que llevaron al gobierno a tomar esa decisión, ningún dato, ningún párrafo dedicado a relatar esos hechos de los que, en teoría, se sienten tan orgullosos y denominan “mandato popular”.
Ustedes se preguntarán el por qué de esa omisión, que no puede ser atribuible a ningún error o gazapo, y la explicación es tan sencilla como aterradora. Estas gentes solo saben manipular y les da igual hacerlo con sus propios seguidores, a quienes tienen engañados hasta las cachas prometiéndoles lo que saben positivamente que es imposible, como a muchas personas de buena fe que se acercan a examinar lo que denominamos “el problema catalán”. Han manipulado la política, los medios, las instituciones y, por descontado, la historia. De ahí que estén blanqueando oportunamente los sepulcros de sus propias miserias, de su colosal ridículo, de su chapuza, de su conducta impropia de quienes se reclaman tan y tan demócratas.
La tumba de su despropósito la han erradicado de manera tajante de la historia oficial de la Generalitat, porque ellos creen, y tienen buena parte de razón en hacerlo, que aquello que no se dice, no existe. En su estupidez, ignoran que existen dos poderosas armas para deshacer ese torpe intento de ocultación, a saber, las hemerotecas y la erudición. Sí, porque existe la erudición, señores, como dejó sentado en su día el injustamente ignorado Néstor Luján, y esa nos salva de caer en las burdas y zafias trampas de estos sujetos, que pretenden hacernos ver lo blanco negro y lo negro blanco.
Sin esa erudición todo lo que dicen los bonzos separatistas sería fácilmente creíble, de ahí su afán por controlar los medios, el mundo periodístico e intelectual, porque saben que, si se reflexiona y se analiza lo que han hecho desde hace años, su discurso se derrumba como un castillo de naipes. No es casual que sus cachorros callejeros se vuelvan cada vez más y más osados en sus acciones, ni que Torra le haga la corte a Otegui, porque el engaño se está desmontando a pasos agigantados y entonces solo les quedará el último y desesperado recurso de apelar a la intimidación física.
En cualquier país normal, que un gobierno borrase – censurase, más bien – cosas que ha hecho en su web oficial sería motivo de escándalo. ¿Se imaginan ustedes a Bush hijo suprimiendo la guerra de Irak o a Felipe González eliminando que primero estuvo en contra de la OTAN y luego a favor? Claro que no. Los separatistas son, lo he dicho en numerosas ocasiones, unos simples aprendices, unos becarios, unos parvenues que confunden gobierno con Tuiter e historia con Wikipedia. De ahí que crean que “editando” los hechos está todo solucionado.
Esa indigencia intelectual es sumamente peligrosa, pues de ahí nace el problema actual que no es otro que pensar que, siendo supremacistas aquí y pactando allá, pueden aguantar. Mala táctica que ni siquiera les es útil, más allá de que el gobierno de Pedro Sánchez sea tan malo como el de ellos, embarcado en unos presupuestos que están condenados antes de nacer y a que cada día salga un nuevo ministro que tiene una sociedad patrimonial. Vivimos una auténtica conjura de los necios, peor aún, de los mediocres, de los tontos a las tres que creen buenamente que borrando el hecho desaparece de la historia.
Su intento de blanqueo indica, también, otra cosa: su desesperación por quedar bien, por ser los buenos de la película, porque no se note el daño que han hecho, porque los que hemos sufrido su chulería quedemos como unos simples alucinados. “¿República? ¿Qué República?” parecen decirnos. Eso son ustedes, españolazos, que ya no saben qué hacer para desacreditarnos. Empeño inútil sería tal cosa, porque ese trabajo lo desempeñan magníficamente ellos mismos. A las pruebas me remito. Eso sí, que hábiles son blanqueando sepulcros. El de los Pujol, por ejemplo.