Queridos Reyes Magos:
Este año he intentado portarme lo mejor posible, aunque bien sabe Dios que he estado a punto de enviar a un sitio feo a mucha gente. También he dicho muchas palabrotas, especialmente al ver los informativos y escuchar lo que dicen esos mismos a los que me hubiera gustado mandar a lugares poco salubres y de olor inadecuada. Tampoco puedo decir que mi actitud haya sido muy buena, porque todo lo que veo me hace refunfuñar, protestar, ser desobediente, muy desobediente, en lo que atañe a lo que algunos mentecatos sobredimensionadamente remunerados me dicen que debo hacer para aprobar los estudios de buen periodista catalán, sensato, ponderativo, escurridizo, cobardón y, al fin y a la postre, lame botas de los de siempre.
Así y todo, he sido siempre puntual a la hora de decir las cosas, he mantenido la urbanidad que los del régimen no tienen hacia nadie y he mantenido en todo momento el aseo y pulcritud imprescindibles en quien se dedica a escribir, o sea, tener las manos limpias de enjuagues politiqueros y los bolsillos impolutos de sobornos u otras gabelas.
Es por eso que me atrevo a pediros unas cuantas cosas, en la esperanza de que vosotros, que todo lo podéis, las hagáis realidad. En primer lugar, me gustaría mucho que me trajeseis la dimisión de todo el Govern de la Generalitat, de todos los hipócritas que, sabiendo que lo que exigen es imposible, perjudicial y peligroso, insisten en el error solo por mantener apariencias y sueldo. Me conformaría con la de Quim Torra, pero como esto de pedir es gratis…
También me gustaría que se fuesen a su casa Ada Colau, los enchufados sistémicos, los manteros, los delincuentes, los ocupas mafiosos, los vividores de la subvención. Si, junto a esto, traes una buena brigada de limpieza que deje a mi ciudad como los chorros del oro y a policía que vele para que siga así, mucho mejor. Es decir, el kit completo, como aquellos míticos Juegos Reunidos Geyper o Todo el Oeste americano de la no menos mítica Comansi.
Lo que ahora os pediré sé que va a ser muy difícil, pero creo en vuestra capacidad de hacer los sueños realidad. Desearía con todas mis fuerzas que un partido político honesto, constitucional, democrático, limpio, inteligente, sinceramente comprometido con la justicia social, con los más débiles, con el bien común, ajeno a populismos y demagogias de cualquier tipo e integrado por líderes sensatos, incorruptibles y de nivel intelectual que no fuesen unos rígidos Madelman, con infinitos uniformes, sí, pero salidos del mismo molde. Si no fuese mucho pedir, que esto os lo deben pedir muchos constitucionalistas, sería muy chulo que ese partido no tuviera más ideología que el sentido común, que se financiase de manera limpia y que, una vez alcanzado el poder, no se desdijera de todo lo prometido.
Comprendería que no pudieseis cumplir mis peticiones, pero, ¿sabéis?, el niño que vive en mí aún recuerda aquellas tardes de víspera de Reyes cuando iba a la cabalgata junto con su amigo Pablete para luego, al volver a mi casa, encontrarme con el Rey Baltasar –siempre fuiste mi favorito, y que me perdonen Melchor y Gaspar– y a mi padre, con todos los regalos. Una confesión: mi padre, camarero, siempre trabajaba la noche de Reyes y no quería perderse mi carita al abrir los juguetes. El señor Miguel, que Dios tenga en su Gloria, al tener mucha amistad con el rey negro que era, casualidades de la vida, portero del cabaré donde trabajaba, organizaba aquella fantástica ceremonia, cargada de ese amor que solo las personas como mi padre ofrecen a quienes quieren de todo corazón. Por la relación que mantenemos desde mi infancia, por el recuerdo de mi progenitor, anarquista tolstoyano, cartagenero y hombre de bien como jamás he conocido otro, os ruego que, al menos, me traigáis alguna de las cosas que os pido.
Nada más. Se despide de vosotros este chiquillo que nunca dejó de serlo. Si veis a mis padres, a mi tiet, a mis suegros, dadles todos los besos que yo les daría si tuviera la suerte de poder seguir teniéndolos a mi lado.
Un besico para vosotros de este que os quiere.