Opinión

Casado, aléjate de Vox

Ni soflamas ni insultos. Ni verbo agresivo ni aspavientos ruidosos. Casado ha optado por templar su discurso y distanciarse del 'efecto Vox'

  • Pablo Casado, en un acto del Partido Popular

Vox o no Vox, he aquí el dilema. En la campaña andaluza, Pablo Casado bajó al sur para taponar la vía de agua que amenazaba con hundir a su partido. La embestida de Vox fue tan estruendosa que el líder del PP tuvo que reaccionar, desmesurado e intenso. Adoptó un tono agresivo, radicalizó algunas posiciones, abrazó causas inciertas, recurrió incluso a un lenguaje inopinado… “El PP se derechiza”, clamaban los socialistas. “Nos alejamos del centro”, advertían los barones menos ‘casadistas’. La operación funcionó. El PP logró cinco o seis escaños más de lo que aventuraban los sondeos y una carambola postelectoral le abrió a Juanma Moreno el camino a la presidencia.

Ni todo el monte es orégano ni toda España es Andalucía. “Aléjate de Vox”, le aconsejaban de nuevo las voces más timoratas, una vez desalojada Susana Díaz de la Junta. En principio, Casado no hizo mucho caso y se significó con incendiarias intervenciones en el Congreso de los diputados. “Felón”, “traidor” y “socio de los golpistas”, le increpaba a Pedro Sánchez, ante el gesto torcido de algunos de sus correligionarios. Casado temblaba ante el tsunami de Abascal y le hacía frente a su modo, arrojando a los socialistas calderadas interminables de aceite hirviendo. 

Una vez convocadas las elecciones y sumidos ya en la vorágine de la precampaña, el líder del PP ha decidido aplacar su verbo y serenar su ánimo. Sellada la fuga de votantes hacia Ciudadanos, el partido pasmado, ha orientado su estrategia hacia territorios más amables, hacia senderos más consolidados. “Ni el aborto, ni Franco”, comentó a su equipo de confianza. Ni entrar al trapo de las descalificaciones de la izquierda, ni mimetizarse con la ola verde que se sigue extendiendo por España. El PP es el PP, es mucho PP y no se admiten imitaciones.

Sellada la fuga de votantes hacia Ciudadanos, Casado ha orientado su estrategia hacia territorios más amables. 'Ni el aborto, ni Franco', ha comentado a su equipo de confianza

Este fin de semana ha surgido el Casado más compacto. Fue en Ferrol, territorio 'comanche' para el nuevo PP, tierra de Feijóo, siempre al acecho, desconfiado y a la espera de algún tropezón. Fue un discurso ponderado y redondo. Habló de bienestar social y destrozó, sin aspavientos, la demagógica maraña de los ‘viernes sociales’ con los que nos castigará Sánchez de aquí al 28-A.

Casado es un gran orador, un afilado dialéctico. Eso es sabido. El mejor gladiador del Hemiciclo. En Ferrol, sin embargo, se apeó del ritmo mitinero y actuó como el líder de un partido de Gobierno. Repasen su mensaje sobre el "blindaje fiscal" al ahorro de los pensionistas. Un Casado prudente, mesurado, positivo, pragmático, sin necesidad de recurrir a la épica altisonante o a una gestualidad vacía.

La democracia no tiene la obligación de ser homérica. Es más bien tediosa, monótona, sin sobresaltos. A las seis de la mañana, que sea el lechero. “Nada tan hermoso como la dulce costumbre”, decía Cansinos Assens.  Vivimos tiempos falsarios en los que se han desterrado determinadas virtudes, como la austeridad, la sencillez, la decencia, la honestidad, la integridad, la ética. Echen un vistazo al Gobierno de Sánchez y lo comprobarán. Media docena de ministros pillados en trampas fiscales o en pecados peores y ahí siguen, dando lecciones de ejemplaridad. Hasta Duque amenaza con concurrir por Alicante. "La mejor política es la prosperidad", decía Thatcher. Aquí lo que domina es el griterío y el eslogan, el tuit y la monserga. Las performances de Iván.

La templanza de Casado nada tiene que ver con la desidia de Rajoy, que libró a España, es cierto, de la hecatombe económica, pero que no quiso salvarla del desastre secesionista o del virus de la corrupción. El actual líder del PP va a mostrar una beligerante firmeza en dos asuntos clave: La unidad de España y la seguridad nacional. Es decir, el separatismo y la defensa de la ley. Por ahí ataca Abascal y ahí se encontrará con un PP bien armado. El resto de su plan es un mix de coraje y sensatez.

Aventuran los demóscopos que, de no existir Vox, ahora mismo PP y Cs se llevarían 190 escaños al saco. Sortilegios de augures. Vox está para quedarse

Casado necesita tiempo. Las elecciones generales le han salido al paso cuando aún no ha saneado su partido, no ha ordenado sus filas, no ha recompuesto los daños ni subsanado las averías. Con estos bueyes tiene que arar. Cuenta a su favor con un partido con experiencia de gestión, bien desplegado territorialmente y con unos cuadros capacitados. También tiene, según confiesa, eso que se llama “un proyecto para España”. Algo que aún está por demostrar. En el Ferrol apuntó el camino. Hay dudas, siempre las hay en el PP. ¿Maroto o Teo? ¿Gallardón o Esperanza? ¿Aznar o Rajoy? El PP de Casado, ha de ser la respuesta. Para eso ganó, para eso le votaron los afiliados.

Aventuran los demóscopos que, de no existir Vox, ahora mismo PP y Cs se llevarían 190 escaños al saco. Sortilegios de augures. Aquí está Vox y se va a quedar. Y le va a hacer daño, eso es seguro. Pero la obsesión de Casado ha de estar en otro frente, el de pararle los pies a quien es capaz “de dar peso al humo”. Sánchez y sus sortilegios de gran impostor. Es ahí donde ha de concentrar sus esfuerzos y desplegar su vigor. Por ahí pasa su destino.

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