No ha faltado ningún año a la cita. Desde que tenemos democracia, el debate y aprobación de los Presupuestos sigue siendo un momento cumbre. Y el legislador quiso dotar a las minorías de su día de gloria en el que pasar el platillo. Lo llevaron mal con las mayorías absolutas de Felipe González y de Aznar, y la primera legislatura de Mariano Rajoy les dejó a dos velas. Pero el balance de todos estos años es más que positivo para las minorías nacionalistas. El sistema fue diseñado en un escenario bipartidista, con vocación de alternancia, y para convencer a esos nacionalistas de que era beneficioso venir por Madrid a hacer política. Pero los tiempos adelantan que es una barbaridad, y ahora tenemos a cuatro partidos medio empatados, lo que puede generar el monstruo de que apenas cinco votos valgan un pastizal. Hay que mantener un debate general sobre los Presupuestos, pero las votaciones deberían ser partida a partida.
La historia demuestra que la existencia del paso previo de las enmiendas a la totalidad del proyecto de Presupuestos Generales es el momento feliz para los minoritarios. No recuerdo los tiempos de UCD, pero sí a Jordi Pujol en 1996 dejando caer al PSOE por corrupción después de haber sacado buenas tajadas en los años anteriores de la minoría socialista más endeble. Después ya fue para nota. Los votantes de Aznar gritando en la calle Génova “Pujol, enano, habla castellano” y el que terminó hablando catalán “en la intimidad” fue el propio Aznar, que para que no se le torcieran sus cuentas tuvo que entregar a la muy corrupta CiU, en los dos primeros años de legislatura, el control del Gestor de Infraestructuras Ferroviarias.
Lo de ahora puede acabar siendo una broma si el futuro confirma un escenario con cuatro partidos medio empatados, lo que puede generar el monstruo de que apenas cinco votos valgan un pastizal aún mayor"
Peor fueron los dos siguientes, cuando Pujol se hizo con la secretaría de Estado de Infraestructuras y Transportes. Entre el 3 y el 4 por ciento: hagan ustedes la cuenta de a cuánto nos salió cada diputado convergente. Por cierto, algún día nos contarán qué recibió Arzalluz por prestar los votos del PNV, o si solo se quedó en referirse a ETA como un Movimiento Vasco de Liberación. Pero unos Presupuestos son estabilidad, y por la estabilidad un gobierno hace lo que sea necesario, hasta entregar el rosario de la madre.
Zapatero también pagó su peaje por no ser capaz de conseguir la mayoría absoluta y ahora le toca el turno a Rajoy. La espada de Damocles de las enmiendas a la totalidad pende sobre la cabeza de todo gobierno que no llegue a 176 escaños. El año pasado la cuenta fue abultada. Si dejamos a un lado lo que sacaron los canarios, tanto Coalición Canaria como Nueva Canarias, el PNV se puso las botas: una rebaja de 1.400 millones de euros a descontar del Cupo, que sus empresas paguen menos en el recibo de la luz y una inyección importante para su AVE.
Para este año, los nacionalistas vascos se quieren apuntar la subida de las pensiones (han llegado a decir que representan las demandas de los sindicatos, casi nada) y engrasar el diálogo en Cataluña. Esta es la letra gorda, pero en unos días conoceremos la letra pequeña, la de las enmiendas parciales, las que se traduce en millones de euros. Está claro que mientras las distintas minorías catalanas buscan setas, la minoría vasca está encontrando Rolex.