Opinión

Cataluña, entre la UCI y el limbo

Cataluña está en la UCI o en caída libre política. Pasan los días sin tener un gobierno fuerte y estable que gestione la convulsa situación que vivimos. Sin capitán de

  • Una manifestación independentista.

Cataluña está en la UCI o en caída libre política. Pasan los días sin tener un gobierno fuerte y estable que gestione la convulsa situación que vivimos. Sin capitán de barco, sin gobierno, con un candidato a la presidencia en funciones, no sólo desde las elecciones de febrero sino desde la inhabilitación de Quim Torra a finales de setiembre del año pasado. Se pierde ya la cuenta de los meses de inoperancia política catalana. Meses en los que la actividad parlamentaria es nula, en los que no hace falta pasar el aspirador por la alfombra roja que cubre las escalinatas de la noble Cámara porque nadie la pisa.

Dos meses después de celebrarse elecciones parece que nada importa más que la independencia para los dirigentes de Junts, parece –digo parece- a juzgar porque no han cuestionado en público la gestión de la pandemia por parte de ERC, ni de Alba Vergés ni de Pere Aragonés. Incluso en ocasiones toman la iniciativa de llevar a la interterritorial la propuesta para espaciar los días de vacunación entre la primera y la segunda dosis de la Pfizer para vacunar a cuanta más gente mejor en el menor tiempo posible, como están haciendo Francia o Italia. Una razonable iniciativa que debe ser aprobada por el Gobierno central, como casi todo en esta pandemia, aunque la gestión de la vertiente humana, es decir, la salud, corresponda a las autonomías.

La política de adoquines

Acabaremos la pandemia sin ley que la regule. Así nos va, con una Ley de Salud Pública de finales de los 80 que se queda coja ante la actualidad que vivimos. Lo de la gestión de la pandemia será quizás lo único que públicamente no le haya cuestionado Junts a ERC. Será también porque ellos ocupan otra cartera trascendental en el cumplimiento de la normativa como es la de interior. La diferencia de los resultados electorales entre ambos es mínima, casi simbólica, solo con un diputado de diferencia. Pero de simbolismos parece construirse la política actual, del adoquín de Albert Rivera, en un debate electoral de televisión al de Santiago Abascal en el Congreso.

Da igual lo que ocurre fuera de las paredes del Congreso, el Parlamento o las teles porque el espectáculo está servido. No sé a quién le importa que no haya gobierno en Cataluña, no es una anomalía que ERC y Junts nos agoten hasta la saciedad para llegar a un acuerdo al objeto de nombrar a un presidente de la Generalitat. Y fundamentalmente, para gobernar, es decir, para lo que viene siendo gestionar durante los próximos cuatro años lo que ellos consideran su “país”.

Nos tienen más acostumbrados a ponerse continuamente la zancadilla. No es cuestión de ahora, esto viene de lejos. ¿Qué nos hace pensar que ahora esta unión vaya a funcionar? Dilatan en el tiempo un acuerdo que nunca llega. ¿Alguien tiene en cuenta que hemos vivido un terrible año de pandemia, o los 19 muertos de las últimas horas, las más de 500 personas que se debaten entre la vida y la muerte en las UCIs de los hospitales catalanes? Todo parece un sinsentido, los catalanes estamos atrapados en un auténtico callejón sin salida, sin visos de avanzar. Quién critique la gestión de la pandemia por parte de ERC se equivoca. Ese no es el foco.

El fin del estado de alarma

La pandemia debían gestionarla todos con una lealtad institucional que no ha existido y que se va a convertir en situación insostenible cuando se acabe el estado de alarma. Porque se va a dejar a las comunidades a su suerte, como ya ocurrió el verano pasado, sin capacidad jurídica para ordenar según qué restricciones. ERC y los exconvergentes han crecido juntos, han gobernado, han vivido y convivido, se conocen y si no se entendían en coalición de gobierno antes de la pandemia, si ni la pandemia les ha unido no les va a unir nada jamás. Ni siquiera les une ya el proyecto de la independencia. Moncloa parece mirar hacia otro lado, ya tiene suficiente Pedro Sánchez con intentar que nos lleguen las vacunas prometidas. Vivimos en el cortoplacismo, a golpe de urgencia, de gestión de una pandemia en ocasiones errática, pero sin rumbo y tener claro lo que se pretende hacer con Cataluña. Ahora tocan las elecciones en Madrid, eso es lo que les importa. Cuídense, con mascarilla siempre.

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