La destitución de Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria del PP demuestra la pobreza intelectual que invade la actividad política en nuestro país. En este caso, esa pobreza se ha revelado diáfana en el primer partido de la oposición. Que una mujer brillante haya tenido que marcharse de un partido por expresar su pensamiento, y que ese ejercicio de libre albedrío se confunda con un atentado a la autoridad del líder, ponen de manifiesto hasta qué punto esta democracia se ha convertido en una partidocracia enferma y sectaria.
Dibujada por muchos medios de comunicación como radical, en ese juego de binarias categorías que tanto gusta a las mentes simples, Cayetana ha sido objetivo tanto de sus rivales políticos como de sus compañeros de partido. De los primeros, por plantearles un debate valiente en el terreno de las ideas; de los segundos por haber osado ejercer la coherencia entre lo dicho y lo hecho, renunciando a la contemporización con quienes hace tiempo ya –nacionalistas y populistas– confesaron que su objetivo era derribar nuestra actual democracia.
El concepto de moderación
Consciente de los grandes males de esa democracia, la exportavoz parlamentaria del PP trabajó por que el partido diera la batalla a favor de la auténtica independencia judicial y por un gran pacto de Estado con el que salvar la Constitución y el sistema de 1978. Para ello, la 'radical' Cayetana propuso siempre tender la mano al PSOE para conformar un gobierno de concentración que dejara fuera del poder a nacionalistas y populistas. Si, como bien dice ella, el concepto de moderación en España lo fijan estos 'anti-sistema' hasta el punto de considerar ese gobierno de concentración una utopía, conviene respirar hondo, tomar distancia y prepararnos para el impacto porque, con estos pilotos al frente de la nave, el naufragio será seguro.
No se da cuenta el centro derecha que en la batalla cultural defendida por Cayetana, y a la que el PP ha renunciado, se halla la oportunidad de ensanchar su base social, haciendo realmente transversal a un partido que debe salir de la posmodernidad para explorar la racionalidad. Y en ese viaje que en España debe emprenderse sin más demora, habrá que anteponer la libertad individual y el criterio propio al dogma dictado por las pasiones identitarias que se nos recetan desde diversos púlpitos: el nacionalismo, el neo-feminismo, la “memoria histórica”… Cayetana argumentó contra todo eso, con rigor intelectual, firmeza moral y valentía, por eso la destituyeron. Ella ha negado que hubiera derrotados en esta escaramuza, pero sí los hay. El gran derrotado es el PP, que ha perdido a una excelente voz en el Congreso y a una gran oportunidad para convertirse en la ilusionante alternativa al pensamiento simple, infantiloide y volátil que caracteriza la 'corrección política' de este siglo XXI.
A quienes más beneficia esta decisión es a aquellos que siguen adelante con el proyecto disolvente de España contra el que luchaba Cayetana
Las ambiciones de esta mujer no pasaban por el chalaneo de baja estofa, por la fontanería partidista, por el “bajo vuelo gallináceo” que diría Ortega. Su mirada estaba fija en valores, ideas, proyectos de país. Más que deberse al partido, prefería pensar en el Estado; sus cálculos no estaban tanto en mejorar los resultados de las próximas elecciones, siguiendo el dicho 'DeGasperiano', cuanto en favorecer la Historia de las nuevas generaciones. Es, sí, una aristócrata de la política, en el sentido aristotélico del término: aquél que trabaja para superarse a sí mismo, para ser mejor y hacer mejor a la comunidad en la que vive. Resulta decepcionante ver cómo el espíritu del discurso que aupó a Casado a la presidencia del PP se disipa con esta fulminante destitución. Habida cuenta de la correlación de debilidades que caracteriza al centro derecha actual, y por mucho que el gobierno se halle enfrentado y en horas bajas, a quienes más beneficia esta decisión es a aquellos que siguen adelante con el proyecto disolvente de España contra el que luchaba Cayetana. Ahora, el campo esta expedito y estos arietes avanzan sin pausa.
Todos esos mansos (que no moderados) amantes de la 'disciplina de partido' deberían leer estos días el poema de Mario Benedetti titulado 'Unanimidad', donde el escritor uruguayo se burla de un personaje feliz por "no objetar ni desmentir a nadie, dichoso de que otros decidieran por él… hasta el día que se distrajo y, sin mala leche, hizo algo que lo diferenció de sus colegas de plural". Fue entonces cuando éstos, “sin tener en cuenta su currículo, lo condenaron por unanimidad”.
La destitución de Cayetana Álvarez de Toledo es una mala noticia para la libertad. Ha sido el inoportuno manotazo que, en plena oscuridad, apaga el brillo de una voz inteligente.