La “normalidad” del gobierno socialista pasa, entre muchas otras cosas, porque dentro de un cuerpo policial se persiga a quienes defienden la Constitución. Increíble, pero cierto.
Si cree en la unidad de España, el cumplimiento de las leyes, en que nadie está por encima de ellas y luce el uniforme de la policía autonómica catalana, ándese con mucho ojo. Los comisarios políticos separatistas le espían, tienen sus datos y pueden amargarle la vida y condicionar su carrera profesional. Son aquellos que desean una fuerza policial bajo el dictado del gobierno nacional separatista, como una encarnación moderna de la Gestapo, de la policía uniformada de gris, que muchos padecimos en nuestras propias carnes, o de aquella temida Brigada Político Social. ¿Exageración? Por desgracia, no. Dentro de los Mossos uno puede ser perfectamente un acérrimo defensor del separatismo y lucir estelada en las redes sociales a bombo y platillo sin que pase nada, pero, si se atreve a decirle a alguien que la república no existe y que es un idiota se le cae el artesonado del techo encima. La manera en que se ha retorcido todo en Cataluña es tan tremenda que hasta en la policía los buenos acaban por ser los malos y viceversa.
Los plumillas turiferarios del régimen no tienen la menor vergüenza en abundar en las pesquisas inquisitoriales del Conseller Buch, señalando en gacetillas abundantemente subvencionadas lo malos que son los policías autonómicos que no se entregan con fervor a la causa de Puigdemont y Torra. Acusan, en patético juego de palabras, a la BriVOX, suma de BRIMO y VOX, la brigada móvil del cuerpo y el partido de Abascal, de ser poco menos que una horda de vándalos. Aseguran que, con el ingreso de numerosos guardias civiles y policías nacionales en tiempos del malhadado tripartito, se pervirtió el espíritu de policía al servei de Catalunya, trocándolo por el de fuerza represiva, porque la policía española no puede ser más que eso. Desde la conselleria, así como desde partidos y medios de comunicación separatistas, existe una presión brutal sobre las personas que forman parte de este cuerpo de seguridad y que como, buenos profesionales, solo desean cumplir aquellas dos palabras mágicas “Servir y proteger”.
Dentro de los Mossos uno puede ser perfectamente un acérrimo defensor del separatismo y lucir estelada en las redes sociales a bombo y platillo sin que pase nada
En las comisarías la tensión es palpable, casi tanto como el silencio. Los compañeros no hablan entre ellos para evitar males mayores. La cobardía o inacción, hermanas gemelas, por parte de los mandos intermedios es cotidiana, porque nadie le planta cara al político de turno ni nadie quiere comerse el marrón de trasladarle a un subordinado una orden injusta. Mientras algunas taquillas lucen insolentemente pegatinas con esteladas, en la mayoría de ellas no hay nada. Silencio profundo, un silencio que se nota en el ambiente como una losa. Uno que ha sido, entre muchas otras cosas, profesor del Máster de Estudios Policiales de la UAB, conoce de lo que habla y puedo asegurarles que no existe espíritu de cuerpo en los Mossos, algo fatal para cualquier organización policial. Es imposible cuando ves a tus superiores lamer las botas del golpismo, dejándote a los pies de los caballos.
En las comisarías la tensión es palpable, casi tanto como el silencio
Esa caza de brujas que lleva a cabo gente “de confianza”, además de su connotación totalitaria, ofrece otro sesgo preocupante. El objetivo final de esa lista negra no es otro que, y citamos palabras escuchadas a un separatista de la ANC pronunciadas hace algunos años, “Poder neutralizar los elementos contrarios a la república catalana cuando se proclame”. ¿Qué quiso decir con neutralizar? ¿Qué los arrestase, que se les expulsase, que se les sometiera a juicio por traición o quizás insinuaba ir más allá?
Como interpretar palabras siempre se presta a equívocos, dejémoslo aquí. Pero, o se aplica la ley en serio, o no tardaremos en tener un conflicto serio. Y por serio quiero decir armado. Lo saben los separatistas, lo saben los cenáculos del mundialismo y lo sabe Soros. ¿Qué hace falta para que lo sepa el Gobierno de la nación? ¿Se lo digo?
Un muerto.