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Opinión

Choque de tormentas: bursátil y económica

No es una mala noticia que las cotizaciones reflejen más los avatares de la economía real y de sus expectativas, que el tamaño y frecuencia de las inyecciones de liquidez de los bancos centrales

Quince años del gran cataclismo
Wall Steet (Nueva York)

En los mercados muchos conocen el dicho: “Wall Street is not Main Street”, contraponiendo el aspecto más especulativo de la economía, identificado con las grandes corporaciones que cotizan en bolsa, con las empresas locales y los consumidores. No es nueva la controversia acerca de si la evolución de los índices bursátiles es un indicador de la economía real.

Como en casi todo, en el término medio está la virtud. A pesar de campañas políticas que pregonan lo contrario, el que les vaya bien a las grandes empresas es un buen indicador también para las pequeñas. La cuestión es qué entendemos por “ir bien”. Por ejemplo, hace unas semanas Netflix presentó sus resultados del primer trimestre: 1.600 millones de dólares de beneficio; sin embargo, lo redujo en un 6,4% respecto al de 2021 y, además, perdió 200.000 suscriptores. Esto llevó a que perdiera en unas horas una tercera parte de su valor bursátil, e incluso más en las siguientes sesiones.

Creo que es un buen ejemplo de que una empresa puede ir muy bien pero bajar en bolsa. En el extremo contrario podemos hablar de Tesla, que subió como la espuma durante mucho tiempo mientras reportaba pérdidas año tras año. Esto ocurre porque las cotizaciones se mueven por expectativas, lo que no implica que sean ciertas por supuesto, ya que a veces, como vimos con Netflix, pueden verse defraudadas.

Si repasamos los últimos tiempos de Wall Street, tras varios años de fuertes subidas con el apoyo de un buen crecimiento económico, pero sobre todo, alimentado por toda la liquidez barata que le llegaba gracias a la política monetaria, cayó a plomo la segunda quincena de febrero de 2020 al descontar el parón económico que iban a suponer los confinamientos. Sin embargo, pronto, liderados por tecnológicas que ganaban más dinero que nunca gracias a la pandemia, rebotó con fuerza, y en 2021, según iba bajando el miedo al virus, volvió a la dinámica de marcar nuevos máximos históricos, algo que también ocurrió en enero de 2022 a pesar de que la alta inflación iba a significar un cambio en la política de la Reserva Federal.

Lo cierto es que Wall Street está viviendo en 2022 el tercer peor desempeño de su historia a estas alturas, muy dañado por las fuertes caídas del Nasdaq

Ese cambio produjo que surgieran unos descensos que se agudizaron con el comienzo de la guerra en Europa. Y aunque hubo un extraño rebote en marzo, lo cierto es que Wall Street está viviendo en 2022 el tercer peor desempeño de su historia a estas alturas, muy dañado por las fuertes caídas del Nasdaq. Tiene cierto sentido puesto que todo está peor que hace unos meses, y eso incluye a las expectativas: menor crecimiento, mayor inflación y, por tanto, menos beneficios empresariales (tanto por un menor consumo del previsto como por una reducción de los márgenes). Además, la Reserva Federal de los Estados Unidos ya ha subido tipos, y los va a subir varias veces más este año, mientras que, aunque BCE aún no lo ha hecho, en Europa ya se han encarecido las vías de financiación, tanto de estados como de empresas y particulares (el Euribor ya está en máximos de ocho años). Y la guerra ni tiene visos de acabarse pronto ni de que no siga influyendo negativamente durante mucho tiempo, incluso tras finalizado el conflicto bélico.

Sigue habiendo mucha liquidez y, por otro, hay falta de alternativas a la renta variable ya que el dinero huye de la renta fija debido a las subidas del tipo de interés

Sin embargo, y a pesar de las correcciones, Wall Street sigue cotizando muy por encima de los niveles prepandemia y sólo algunas bolsas europeas están claramente por debajo. La clave es que hay mucho fondo alcista en el mercado. Tantos años en los que siempre ha sido rentable comprar en las correcciones están llevando a muchos a pensar que esto es una tormenta pasajera y que ya hemos visto los máximos de inflación y los mínimos de crecimiento tras un primer trimestre decepcionante. Hay dos argumentos más que apoyan esta visión: por un lado, sigue habiendo mucha liquidez y, por otro, hay falta de alternativas a la renta variable ya que el dinero huye de la renta fija debido a las subidas del tipo de interés. Y tener el dinero parado con esta alta inflación es una pérdida segura. Sin el apoyo de la liquidez barata de los bancos centrales resultará difícil que las bolsas disfruten de la misma alegría que los últimos años. No sólo la Fed ya ha subido los tipos de interés, además a partir de junio empezará a reducir balance. El mejor ejemplo lo vemos en las criptomonedas, cuyos precios se han disparado desde que nacieron gracias a un contexto de política monetaria ultra expansiva que, al finalizar, las está empujando con fuerza a la baja, habiendo perdido el bitcoin, la primera y más importante, más de la mitad de su valor desde sus máximos de noviembre.

Eso explica por qué el Nasdaq lo está pasando tan mal y el Ibex está teniendo un mejor 2022 que otros índices contra lo que venía siendo habitual los últimos años, ya que no tiene empresas de tecnología de peso

Otro tema es nuestro Ibex, al que su composición sectorial favorece al fin. Cuando la pandemia se consideraba el mayor problema, las tecnológicas lideraban las subidas, y ahora que el virus preocupa menos andan más flojas y se han visto muy beneficiadas mineras, petroleras, eléctricas… y los bancos, contentos por los tipos de interés más altos. Eso explica por qué el Nasdaq lo está pasando tan mal y el Ibex está teniendo un mejor 2022 que otros índices contra lo que venía siendo habitual los últimos años, ya que no tiene empresas de tecnología de peso y los dos valores que más ponderan son Iberdrola y Santander. Aunque veremos qué ocurre este verano si la reducción de compras de BCE se traduce en un alza agresiva de la prima de riesgo del bono español.

En cualquier caso, en enero, ya con la inflación galopando, la Fed anunciando subidas de tipos y, como confirmaron los datos del PIB del primer trimestre, la economía resintiéndose, Wall Street parecía estar en un universo diferente a Main Street. Ahora sí parece que empiezan a convivir en el mismo planeta. Aunque a muchos accionistas no les guste nada, no es una mala noticia que las cotizaciones reflejen más los avatares de la economía real y de sus expectativas, que el tamaño y frecuencia de las inyecciones de liquidez de los bancos centrales.

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