Los liderazgos más sólidos y reconocidos se construyen en tiempos difíciles, cuando con acciones y palabras se toman decisiones que marcan el rumbo de la Historia; en definitiva, cuando alguien es capaz de marcar la diferencia. En estos tiempos de política líquida, de falta de estabilidad y de valentía, este tipo de líderes no suelen ser frecuentesl; en una sociedad absolutamente mediatizada, la efectividad del mensaje genera más adhesión que la inteligencia mal promocionada o que la reflexión que desborda un tweet o titular de prensa. Tanto es así, que uno de los comentarios más generalizados en los mentideros políticos es “no es Winston Churchill” para referirse a este tipo de dirigencia política cuya solidez en términos políticos, retóricos o intelectuales está por debajo de los estándares esperados de quienes están llamados a liderar el espacio público.
Sobre el debate de si un líder es o se construye existe mucha literatura, doctores tiene la iglesia, quienes abogan por que hay un tipo de hacedores conocidos como “King makers”, una especie de asesores capaces de construir 'churchilles' de personas insustanciales; y quienes piensan, en términos platónicos, que debe existir una materia prima innata que tan solo poseen algunas personas llamadas a cambiar la historia. Desde la perspectiva de la psicología social, autores como Zimbardo explican el poder del contexto y cómo éste es definitivo para que las personas se conviertan en héroes o villanos, en lo que llama el factor situacional y sistémico.
Churchill, Mandela, Parks o Luther King son nombres fácilmente asociados con este esquema narrativo, porque con sus hechos demostraron sacrificios en pro de un bien mayor, el de los demás
En algún punto, donde coexisten todas las visiones, la historia está llena de personas que han conseguido adquirir el estatus de líder en mayúsculas, o lo que es lo mismo, la imagen arquetípica del héroe. La palabra “héroe” procede del griego, de una raíz que significa “proteger y servir”. Según Vogler, es aquella persona capaz de sacrificar sus propias necesidades en beneficio de los demás. Trasladado a la historia política, el relato arquetípico del héroe se ha identificado con grandes personalidades a los que decidimos llamar líderes, Churchill, Mandela, Parks o Luther King son nombres fácilmente asociados con este esquema narrativo, porque con sus hechos demostraron sacrificios en pro de un bien mayor, el de los demás.
Críticas y traidores
Es cierto, que la perspectiva histórica tiende a ser mucho más benevolente con este tipo de personajes de lo que lo fue su propia coyuntura. En la mayoría de las ocasiones son personas incomprendidas que toman decisiones que suponen un cambio que cuestiona las convenciones, y, por lo tanto, que promueven las críticas de aquellos que pretenden que venza el statu quo. Y probablemente, este es el gran sacrificio al que deben enfrentarse, nadar contracorriente, ser criticados, tachados de traidores, para desde su presente cambiar el futuro.
En nuestros días, ser valiente es algo muy complicado. Las críticas han pasado a convertirse en linchamientos públicos y accesibles a cualquiera con un perfil en una red social; los cambios están mucho más constreñidos por la disolución del poder real en mera capacidad de influencia. Sin embargo, hoy, no diré más que nunca, necesitamos personas en el espacio público capaces de asumir en primera persona sacrificios que solo serán recompensados en el futuro. Proteger y servir, sacrificarse por el beneficio de los demás. No mires hacia otro lado, porque tú mañana puedes ser un héroe.