El ayuntamiento de la Colau dice que la Jefatura de Policía de Vía Layetana tiene que irse. Según ellos, “molesta a los vecinos”. Sugerimos otras cosas que también pueden cambiar de sitio. Al lío.
Lo primero de todo, la Sagrada Familia. También molesta mogollón a los vecinos, hartos de saludar al mismo japonés siete veces, además de ser un símbolo del heteropatriarcado religioso fascista. Montserrat, no, porque, como todo el mundo sabe, allí fue donde Lenin escribió “Materialismo y empirocriticismo”. ¿A dónde se puede llevar piedra a piedra la obra de Gaudí? A Los Monegros. Sí señor, mucho espacio, erosión eólica abundante y ninguna visita, con lo que ahorramos a los orientales la contaminación religioso-decadente occidental.
Segundo, el palacete Albéniz y el de Pedralbes, residencias de la familia real en Barcelona. A Castelldefels, se reconvierten en bingos de carretera, y no se hable más. ¿Qué es eso de que la monarquía borbónica impuesta por una dictadura –porque es sabido que antes de Franco los borbones no existían– tenga dos casas en la Barcelona de las barricadas? Que sean lugares para ludópatas empedernidos y tietas ociosas que no hayan descubierto todavía las bondades de gritar como locas a la policía con un lazo amarillo. Lo que se saque, se dona a los CDR para que compren sudaderas nuevas, que las que llevan huelen a chotuno y son motivo de posible detección.
Las fuentes de Montjuic, sí señor, ¿a qué coño viene tanta agua, tanta lucecita y tanta música? A tomar por el saco, el agua para quien la quiera y los gintonics para los nuestros, tomados, eso sí, en lujosas terrazas, que la revolución cansa mucho. Somos sostenibles, ecológicos, estamos por la Pachamama, y despilfarrar el agua, aunque se recicle y provenga del enorme freático que atesora Barcelona, es un insulto hacia nosotras-nosotros-nosotres, que ni nos duchamos, ni nos depilamos ni empleamos desodorante porque eso es de franquistas. Esas fuentes, a Marina D’Or, el mayor parque de agua termal de Europa.
Por lo que respecta a los locales de partidos constitucionales, los mandamos a Madagascar, que aquí solo nos sirven para ir a pintarrajearlas y ya no nos trae cuenta, porque el precio de los espráis se ha puesto por las nubes
La biblioteca de Cataluña, a ver, ¿pa qué, si nosotras-nosotros-nosotres no leemos ni los folletos del Telepizza? A más a más, en esas estanterías no hay ni orden ni concierto ni rigor, e igual te encuentras libracos de fascistas sexistas machistas leninistas, yo que sé, el Pla, ¡menudo pájaro!, o D’Ors, otro que tal baila, o cosas de españolazos colonos genocidas como Unamuno, bueno, ese no, que Amenábar le ha hecho una peli metiéndose con la Legión, pero vaya, Ortega y Gasset, que eran dos, Menéndez Pidal, que también eran dos, o Camilo José Cela, que eran tres y absorbían varios litros de agua vía anal. A cagar a la playa, fuera la biblioteca y, ya si eso, iremos repartiendo libracos de los amiguetes que escriban, que tampoco son tantos porque lo nuestro es el Telegram, el Twitter y el postureo en las redes sociales. Vendemos los libros a peso y con lo que saquemos organizamos un macro botellón en el Fórum que, aunque eso sí que no sirve para nada, nos vine de miedo para organizar fiestorros. Alternativos, que conste, siempre alternativos.
Y por lo que respecta a los locales de partidos o entidades constitucionales, los mandamos a Madagascar, que aquí solo nos sirven para ir a pintarrajearlas y ya no nos trae cuenta, porque el precio de los espráis se ha puesto por las nubes. Los locales, casi que nos los quedamos, para que se instalen en ellos nuestros okupas, víctimas del capitalismo salvaje, el síndrome del hueso en la espalda y la gandulería aguda.
Eso sí, ni en Can PSC ni en CCOO o UGT deben tener miedo a esta última medida, porque a ellos no les afecta. Hemos dicho partidos o entidades constitucionales.
Y con la siguiente barbaridad que se les ocurra, seguiré contando.