No ha habido en la Convención del PP nada que no haya sido dicho pensando en VOX. Lo del pasado fin de semana es como esas consumiciones que uno encarga pero se beben otros. Es al partido de extrema derecha al que de forma diferida, que diría la señora Cospedal, va alimentar la reunión de un partido que hace poco tenía once millones de votos. El PP habla del futuro y saca al escenario a Aznar -tutelas y tutías- y da voz a Esperanza Aguirre, esa señora que ahora aparece y que sigue sin rubor instalada en su liberalismo de baquelita.
El lío ahí es tremendo, y el despiste casi general: sacan en procesión a Aznar cuando los mejores resultados de la historia del PP los ha conseguido Rajoy. Aznar, que hace una semanas decía eso de que quien mejor encarnaba a la derecha era Rivera, y del que Martínez Maillo señaló hace medio año que no lo entendían cuando abría la boca. ¿Y ahora sí? Sacando a Aznar no se acaba con la sangría de votos, y menos a base de banderas y más banderas. Contienes la fuga de votantes con ideas, estrategias y claridad en los mensajes. Y con valentía, sin miedos ni complejos.
Sacando a Aznar no se acaba con la sangría de votos, y menos a base de banderas. Contienes la fuga de votantes con ideas, estrategias y claridad en los mensajes
Seguirá el desgaste mientras el PP no encuentre su autonomía ideológica y lo haga sin complejos. Por mucho que digan que son un partido de centro-derecha no terminarán siéndolo. Le sucede lo mismo al PSOE cuando debajo del puño y la rosa colocan la leyenda de “somos la izquierda”. ¿Y?
La convención popular se ha cerrado con mucho fuego artificial, y, como queda dicho, con un desmesurado uso de la bandera de España para instalar al personal en el mundo de las emociones y poco más. Se equivocan los que piensan que la Convención ha consolidado el liderazgo de Casado. Pues miren, no. Se consolidará el día que gane las elecciones. Y si Moreno Bonilla es un líder, y así lo trata la actual dirección del PP, allá ellos. Se engañan, disparan en su propio pie, y acaso tengan necesidad de ello. Juguemos a que vamos bien y pensemos que hemos ganado Andalucía con los peores resultados de la historia. Ellos verán.
¿Recuerda el lector una idea, una sólo, que valga la pena considerar y sirva para ganar las próximas elecciones? No, no la hay. Lo que hay es una sensación bien perfilada de que el conclave del PP se ha hecho para reforzarse ante VOX, ese partido al que José María Lasalle, ese raro y lúcido militante del PP, califica de partido fascista postmoderno a falta de correajes. Y mucho flamear de la bandera española, y mucha invocación a la unidad. ¿Estarán así hasta el 26 de mayo?
¡Qué oportunidad ha perdido Albert Rivera de demostrar que esa idea histérica que lleva dentro el partido de Abascal está lejos de Ciudadanos!
No, a este partido no lo han nombrado, pero estuvo presente en todos y cada uno de los discursos. Hacían que no existía, pero la mayoría de los que hablaron lo hicieron pensando en los que se fueron al partido de extrema derecha, por un lado, y a Ciudadanos, por el otro, mas que a los que estaban allí sentados, confundidos, liados, temerosos y sabedores de que sólo haciendo un buen diagnóstico encontrarán una buena solución. No pasó. Por eso no es baladí preguntarse para quién o quiénes han hecho al cónclave del pasado fin de semana. ¿Para los que estaban allí sentados o para los que se fueron?
Y con este panorama político Pedro Sánchez habla de moderación y recrimina a Casado y a Rivera que se echen en manos de VOX; él, que está a merced de la voluntad de los independistas catalanes y los proetarras de Bildu. Y Ciudadanos, que a lo que se ve nadie lee los periódicos ahí, que a estas alturas pide una alianza de los constitucionalistas. ¡Qué bien hubiera hecho Rivera apoyando al PP quedándose fuera del Gobierno que VOX ha hecho posible en Andalucía; qué bien! ¡Qué oportunidad ha perdido de demostrar que esa idea histérica que lleva dentro el partido de Abascal está lejos de Ciudadanos! Terminarán todos melancólicos a base de tanto esfuerzo inútil. Y cientos, miles de ciudadanos sin saber a quién votar. Ni hoy ni dentro de cuatro meses.