Opinión

Cuando el turco se zampó al griego (clásico)

Aristóteles y la economía, valor de uso versus valor de cambio
Escultura de Aristóteles Yueh Chiang/Shutterstock

El griego fue el inglés del Mediterráneo. Hoy conserva el mismo nombre y buena parte de su léxico, aunque se haya distanciado del de Aristóteles, y sigue vivo en Grecia y algunos enclaves más. En uno de ellos, Anatolia, resto del Imperio bizantino, ha conservado grandes parecidos con el griego clásico y es noticia entre lingüistas porque está a punto de desaparecer.

La muerte no es una excepción, sino la norma. Decenas de lenguas europeas y miles en el mundo están condenadas a desaparecer en unas cuantas generaciones abandonadas por sus propios hablantes, que ya disponen de otra más útil. A los hablantes de aranés, les sirve más el español, como a los de aragonés o asturiano. A los hablantes de catalán rosellonés les sirve más el francés, como a los de vasco en los alrededores de Biarritz. También está en grave estado el bretón de Francia, el casubio de Polonia, el romanche de Suiza y muchas más, pero no en estado tan grave como el griego de Anatolia. Por eso la universidad de Cambridge quiere embalsamarlo mediante grabaciones antes de que desaparezcan sus últimos hablantes. Servirán para quienes se propongan investigar la evolución de la lengua helénica.

La literatura y el pensamiento clásico que hoy inunda occidente se inició en el siglo VIII a. C. en Grecia. Sorprende el alto nivel literario de aquel pueblo y cuesta explicar aquella repentina inmersión en el conocimiento. La época en la que se escribe la historia, el teatro, la filosofía y la poesía clásicas finalizó en el siglo IV a. C. El pensamiento y creatividad literaria no tiene paralelo en ningún otro momento de la historia de la humanidad: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Safo, Platón, Aristóteles, Demóstenes, Herodoto, Tucídides y Jenofonte, entre otros, dan prueba de ello. A la difusión de la unidad lingüística contribuyeron las campañas de Alejandro el Grande entre los años 356 y 323 a. C.

Estuvieron ligados con el griego todos los pueblos del Mediterráneo, algo parecido a lo que sucedió después con el latín, pero ese mundo cultural desapareció. Habrá que esperar muchos siglos hasta verlo de nuevo en el Renacimiento con la lengua italiana. Y siglos después con el español y luego con el francés.

El griego clásico fue muriendo lentamente en gran parte de sus dominios desplazado por la lengua de los romanos, el latín. Y si quedaba algo, que quedó, sobre todo en el imperio romano de oriente con capital en Bizancio, lo eclipsó la expansión del Islam. El griego de Bizancio se oscureció con la llegada de los otomanos, que empezaron a llamar Estambul a la ciudad inspirados también en el griego εἰς τὴν Πόλιν (eis ten polin), que significa "a la ciudad". Adoptaron la frase y la transformaron en İstanbul. Hoy el último reducto de aquella fuerza cultural está a punto de desaparecer.

Lo últimos hablantes

Con su imposible recuperación ha comenzado la carrera por salvar la extinción definitiva. Los hablantes que lo usan, descendientes de la región del Ponto, tal vez unos dos mil, prestan sus voces en grabaciones. Ha comenzado la carrera por disecar al griego póntico, único heredero directo del clásico. Se ha hablado durante miles de años en torno al Mar Negro, mientras sus locutores iban poco a poco siendo asimilados, expulsados o masacrados, según las épocas. Más de un siglo después de la fundación de la moderna República Turca, quedan los últimos hablantes, unos dos mil. Derivan su nombre del Mar Negro, llamado por los antiguos griegos Ponto-Euxino, Εὔξεινος Πόντος (mar oscuro o inhóspito). La histórica región turca del Ponto, centrada en torno a la actual ciudad de Trabzon, también toma su patronímico de este nombre histórico. La lengua de los griegos de esta región puente, que ellos mismos llaman Romeyka, no desapareció de Anatolia gracias a los hablantes musulmanes que no tuvieron que abandonar Turquía al mismo tiempo que el resto de los griegos.

El corpus de grabaciones permitirá descubrir los vínculos con el griego helenístico, su interés como puente vivo con el mundo antiguo, es decir, el comprendido entre las campañas de de Alejandro Magno y la conquista de la región por Roma, que, dicho sea de paso, no la consideró lengua extraña, sino que se apropió de ella como instrumento de conocimiento, que es lo que ha ocurrido siempre con las lenguas. La identificación del hablante con su lengua familiar y el rechazo a la que puede proporcionarle el acceso a un gran caudal cultural es una conducta reciente, yo diría que única en las regiones autonómicas de España.

El griego póntico es lengua ágrafa. Sobrevive en el habla de los ancianos de las regiones próximas a Trebisonda, actual Trabzon. Los jóvenes ya solo hablan turco. La ausencia de transmisión intergeneracional la condena a muerte.

Sirvan estas palabras de despedida al último vínculo vivo del antiguo imperio Bizantino con su lengua.

¿Quieres participar en la conversación?