Opinión

Sobre el error de Vox con el aborto

¿El aborto? Menudo error de bulto. Deben estar en Moncloa pletóricos. Cada vez que habla García-Gallardo, unos cuantos abstencionistas, desencantados con el PSOE, reciben una señal para ir a votar.

Hay dilemas éticos tan difíciles de resolver que sólo cabe desconfiar de quienes aspiran a solventarlos por la vía rápida. Uno de los más claros es el que plantea el aborto, dado que esta decisión -tomada en 90.000 ocasiones en España en 2021- aleja a un futuro individuo del disfrute de nuestro patrimonio más valioso, que es la existencia. Intentar alcanzar una conclusión sobre este asunto sin partir de este planteamiento equivale a tratar de describir un paisaje con una venda en los ojos. A partir de aquí, se puede comenzar a argumentar sobre los pros y los contras. Sobre los casos en los que es recomendable, necesario o improcedente.

Las aguas bajan tan turbias desde hace tanto tiempo que suele omitirse al abordar este tema que la decisión de abortar es compleja. Cualquier ser humano con cierta empatía es consciente de lo que implica, tanto para el feto como para la madre. Para esta última, siempre resulta difícil enterrar en su conciencia la pregunta, recurrente, “¿y qué hubiera pasado si...?”. Estas cuestiones van más allá que los engañabobos ideológicos. Son habituales y en ocasiones derivan en traumas de disolución lenta.

Por eso, reitero, el aborto es una opción -ni siquiera es fácil dilucidar la cuestión acerca de si debe ser un derecho- muy compleja. Una de esas cuestiones espinosas que no tienen una respuesta clara. Tal es así que la postura de los progresistas y de los conservadores podría cambiar en caso de que les tocara afrontar esa situación. ¿Estaría usted de acuerdo -en todos los casos- con que su hija de 15 años siguiera adelante con su 'embarazo accidental'?

La opción defendida por Vox, de ofrecer a las mujeres la posibilidad de escuchar el latido del corazón del bebé en gestación es, cuanto menos, efectiva, dado que el pálpito permite demostrar la evidencia tantas veces ocultada, y es que en el útero hay algo vivo, y no una criatura infrahumana, como se ha trasladado tradicionalmente desde los partidos de izquierda. Ahora bien, ¿hasta qué punto un sanitario, funcionario, tiene legitimidad para intentar modificar la decisión de una mujer a quien la legislación le garantiza la opción de abortar? Es evidente que la particular deberá recibir toda la información sobre los riesgos que supone la intervención para su salud, como ocurre en el resto de las operaciones, pero, ¿por qué debe el médico inmiscuirse en su decisión, reflexionada? ¿Hasta qué punto debe el individuo aceptar el papel moralizador del Estado en las decisiones de ese tipo?

Véase que no afirmo, sino que pregunto, dado que en este asunto no dispongo de una postura clara. Por un lado, la mujer que aborta toma una determinación fundamental sobre un proyecto de humano y ciudadano. Pero, por otro, ¿está legitimado el Estado para argumentar sobre un acto que la legislación garantiza?

¿Por qué debe el médico inmiscuirse en su decisión, reflexionada? ¿Hasta qué punto debe el individuo aceptar el papel moralizador del Estado en las decisiones de ese tipo?

Dicho esto, cuesta entender el motivo por el cual Vox ha desempolvado este debate ahora; y todavía más que lo haya dejado en manos de alguien de la poca monta de Juan García-Gallardo, quien emplea la arrogancia como arma ante sus evidentes carencias. Las que exhibió, entre otras, en esa rueda de prensa en la que bramó: "No sé mucho de embarazos". O las que mostró durante la entrevista que concedió hace unos días a Ana Rosa Quintana, con la que se enfrentó, ante su incapacidad para argumentar de forma solvente.

En el partido han pecado de novatos, de primos o de populistas, según se vea. Primero, por fiarse de alguien como García-Gallardo para representarlos. Pero, sobre todo, porque desempolvar este debate resultaba innecesario si se tiene en cuenta que el próximo 7 de febrero el Tribunal Constitucional abordará la sentencia sobre la Ley del Aborto. La decisión se ha conocido esta semana, poco después de la entronización de Cándido Conde-Pumpido. ¿Nadie pensó en Vox que no hacía falta tomar la iniciativa con este tema, a sabiendas de que se iba a programar próximamente la fecha del debate en el Constitucional y, por lo tanto, había quienes estaban dispuestos a dar el primer paso? En estos casos, la reacción suele ser más efectiva que la acción, dado que esta última suele estar barnizada con la irracionalidad de las ideologías.

Un favor a Moncloa, un hueso para su jauría mediática

No parece tampoco que quienes asesoran a Santiago Abascal le hayan transmitido una de las principales reglas del juego de la democracia española contemporánea, y es que la armada mediática que juró lealtad a Moncloa es mucho más amplia que aquella que se empeña en señalar la forma nefasta y el deje tiránico con los que Pedro Sánchez dirige el país. Los que han posibilitado indultos de interés ideológico y parlamentario; y la distribución de peones por instituciones de todo tipo, que están hoy al albur de los intereses del Gobierno.

Un ejemplo -aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid- fue el que sucedió el pasado 23 de diciembre, cuando el Consejo de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) se reunió para abordar las posibles sanciones a la SEPI por el asalto al Consejo de Administración de Indra del pasado verano. El asunto se tramitó en pocos minutos. Nadie levantó la mano allí ni dijo esta boca es mía. Ni mucho menos Mariano Bacigalupo, marido de Teresa Ribera y consejero del supervisor de los mercados por la gracia de Sánchez. El ejército mediático que sirve al Ejecutivo no vio un atropello en estos hechos. Ahora, ha descargado toda su artillería a la vista de que el asunto del aborto se le podría atragantar a la oposición. El señor Abascal debería tenerlo presente a la hora de tomar iniciativas sobre asuntos en los que no tiene nada que ganar.

El del aborto es un tema paradigmático en este sentido. ¿Cuántos votos le va a reportar a Vox este escándalo, más allá de los del votante de perfil 'conservador duro', que ya tenía? Al contrario, se los puede restar al Partido Popular, que, una vez más, ha vuelto a optar por la impostura. Por confundir al elector con vacilaciones. Mientras tanto, la maquinaria de prensa, radio, televisión y redes sociales del PSOE reaccionaba de forma hiperbólica ante lo acontecido en Castilla y León. “Mujer, te quieren negar el derecho a abortar”. Torpes en Vox. Muy torpes.

Editoriales de la prensa pro Moncloa

Es comprensible que estos debates surjan cuando hay un Gobierno cómodo, pero no es el caso. Los hábiles (muy hábiles) propagandistas de Moncloa llevaban varias semanas tratando de salir al paso de la polémica generada por la ley del 'sólo sí es sí' y la reducción de penas a los violadores que ha supuesto. García-Gallardo les ha echado un capote al plantear este nuevo debate. Ahora, García Ferreras y compañía editorializan sobre el aborto.

La pre-campaña electoral era más fácil de lo que parecía. La línea a seguir era evidente. Bastaba con hablar de agresores sexuales puestos en libertad, de indultos, de sedición, de malversación y, sobre todo, de economía, que es lo más inmediato y urgente. Porque existe una honda preocupación, e incluso una creciente angustia, cada vez que un español acude al supermercado y se cerciora de que ha aumentado el precio de los productos básicos. Todo ello, en el invierno en el que pagar la próxima factura de la calefacción obligará a muchos a realizar algunos malabarismos que hasta hace no mucho eran innecesarios, y que son sinónimo de empobrecimiento. ¿Para qué hablar del aborto en este caso?

Quien vence, lo suele hacer por desgaste del adversario o porque sabe conectar con los verdaderos problemas de los ciudadanos. ¿El aborto? Menudo error de bulto. Deben estar en Moncloa pletóricos

Si la oposición -y Vox en concreto- pisara más la calle, sería mucho más consciente de todo esto. También de que, salvo en épocas de enormes turbulencias, con el folclore, el patrioterismo y los debates más espinosos no se ganan elecciones. Quien vence, lo suele hacer por desgaste del adversario o porque sabe conectar con los verdaderos problemas de los ciudadanos. ¿El aborto? Menudo error de bulto. Deben estar en Moncloa pletóricos. Cada vez que habla García-Gallardo, unos cuantos abstencionistas, desencantados con el PSOE, reciben una señal para ir a votar.

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