Este pasado fin de semana, mientras centenares de contenedores ardían en Barcelona, Burgos, Logroño o Santander y mientras una turba nihilista formada por la cofradía de los magufos sin fronteras, los antivacunas voladores, la escudería de negacionistas de Miguel Bosé, unos cuantos delincuentes habituales y varios miles de adolescentes cocidos como piojos destrozaban las calles de sus ciudades y apedreaban a la policía, Vox se sumó a un club del que ya no podrá salir: el de los partidos que han apoyado y/o justificado el uso de la violencia para al consecución de sus fines políticos.
Un club formado por la antigua Herri Batasuna, ERC, JxCat, la CUP e incluso por Unidas Podemos, el club formado por todas las formaciones nacionalpopulistas de nuestro país, las de extrema izquierda y las de extrema derecha, todas ellas empeñadas en usar la polarización como herramienta política para llegar al poder.
Un club del que serían orgullosos miembros personajes como Nicolás Maduro, Jair Bolsonaro, Recep Tayyip Erdoğan, Viktor Orban, Vladimir Putin o el indómito Aleksandr Lukashenko. Todos ellos nacionalpopulistas de mucho boato y postín.
No, no me invento nada, aquí tienen el tuit lanzado por Ignacio Garriga, ya saben, el diputado de Vox que ejerció de portavoz en la fallida moción de censura y además candidato de Vox a presidir la Generalitat de Catalunya, es decir, uno de los más altos dirigentes del movimiento nacionalpopulista encabezado por Santiago Abascal.
Vox no estuvo con los ciudadanos que la sufrían, no estuvo con los comerciantes afectados por el vandalismo, no estuvo con los policías agredidos y apedreados, sino con los agresores, con los violentos
Podrá decir misa Olona, el abad del Valle de los Caídos o Jiménez Losantos y toda su troupe mediática ahora empeñada en salvar al soldado Abascal, pero en el momento en el que la violencia se adueñó de nuestras calles, Vox no estuvo con los ciudadanos que la sufrían, no estuvo con los comerciantes afectados por el vandalismo, no estuvo con los policías agredidos y apedreados, sino con los agresores, con los violentos.
Nacionalpopulismo en retroceso
Y es que, después de prometérselas muy felices tras las elecciones del pasado año y conjurarse para dar el sorpasso a un Partido Popular tremendamente debilitado, no han pegado una a derechas, valga la 'rebuznancia'.
Alineados con un nacionalpopulismo en franco retroceso en todo el mundo civilizado (las elecciones norteamericanas que se celebran mañana pueden ser la puntilla si se cumplen las previsiones y Trump sale despedido desde la Casa Blanca), su apuesta de dar el salto definitivo en las encuestas a lomos de una moción de censura tan irresponsable en lo político como chapucera en lo estratégico no ha hecho más que hundirlos aún más ante una ciudadanía española cada vez más harta de numeritos.
Y es precisamente en ese punto en el que surge esta nueva estrategia 'batasunizante', una huida hacia adelante nacida con la intención de hacernos olvidar el desastre de la moción de censura a base de alentar y justificar que los ciudadanos legítimamente cabreados por la gestión del gobierno salgan a las calles y rompan todo (literalmente) generando de esta forma el magma social que necesitan para su recuperación electoral.
Una huida hacia adelante que definitivamente les sitúa en el oscuro mundo al que realmente pertenecen, al ladito de los CDR de Puigdemont o de los comandos de terrorismo de baja intensidad de Jarrai/Batasuna.
Una huida hacia adelante que solo servirá para hundirles aún más, porque a pesar de que les votaron en las anteriores elecciones, ni al señor del chaleco acolchado que va a misa de 12 todos los domingos en los Jerónimos ni a la señora del visón y el collar de perlas de Badajoz les hace ninguna gracia ni las algaradas callejeras ni los contenedores en llamas, y ambos tienen ya claro que su voto va a volver al Partido Popular.