El sábado pasado, la Orquesta Nacional de España interpretó en el Auditorio Nacional dos obras muy distintas, pero unidas por el signo de la excepcionalidad. Bajo la dirección de la surcoreana Shiyeon Sung, escuché la Serenata 10 de Mozart, que se conoce como la Gran Partita, y la Noche Transfigurada, de Arnold Schoenberg. El crítico Pablo L. Rodríguez, que firmaba el texto del programa de mano, titulaba su reseña con el título que yo he puesto a mi columna: Dos hermosos terneros de seis patas. No hay nada que levante más interés en un lector desganado y caprichoso que un título provocador. Suelo leer los programas después de la audición, pero esta vez me superó, y mientras disfrutaba con la lectura del programa noté que me estaba naciendo el hilo de la columna que ahora tan generosamente está leyendo. El salto es, sin duda, un movimiento digresivo de primer orden, ya lo sé, pero los dos terneros con seis patas se me volvieron, por esas cosas que el cerebro tiene y yo sé explicar, en Pedro Sánchez y Pablo Casado.
Sánchez y Casado, de feria en feria
Hasta no hace mucho, los animales con malformaciones congénitas se exhibían en ferias y mercados previo pago de una moneda que permitía ver el trabajo de la Naturaleza cuando no quiere complacer al ser humano. Yo he visto eso, y porque lo vi siendo niño recuerdo la cara de un triste animal que se sentía tan observado como ausente de su diferencia. Al parecer, y vuelvo al concierto, mientras el estreno de la Serenata fue un éxito rotundo y produjo un efecto espléndido y grandioso, Noche Transfigurada fue recibida con críticas generalizadas, lo que hizo a Schoenberg preguntarse por qué una vez vistas la seis patas del ternero nadie se fijó en sus hermosos ojos, nadie en lo bonita que era su piel. El músico austriaco se hacía preguntas, y para mí tengo que tenía las respuestas. Nadie está en los detalles cuando el error, el equívoco o la barbaridad emerge fuerte y aparente.
Líderes cada vez más prescindibles
Sánchez y Casado recorren España, de congreso en congreso y de feria en feria, que eso es lo que parecen los congresos. Lo hacen sin darse cuenta de que son observados a la manera con que se miraba a los dos terneros con seis patas. La excepcionalidad ha terminado por igualarlos. Y ya se sabe que el cementerio está lleno de imprescindibles que una vez fueron excepcionales.
La gente pasa a un teatro, a un cine o un polideportivo y aplaude cosas que, una vez terminada la función, no podrá creer. Pero antes, y durante un rato, el personal le ha estado contando al hermoso ternero las patas. En la salida la vida vuelve a la normalidad. Y los problemas se parecen a los que había antes de la función.
Pedro es hoy un dirigente con cara de prescindible, cuyo pulso con Bruselas lo va a dejar tocado, si es que no lo hace su vicepresidenta Yolanda Díaz, una política vaporosa e inane que dice tener un proyecto que no explica, y mucho amor para lo que está por nacer. Y lo que nazca, nacerá a costa del PSOE, que hoy sufriría para llegar a los 100 escaños.
Mientras el partido se desangra
Casado es ese joven político que muchas madres querrían para su hija, pero al que el padre no le dejaría meter mano en la empresa. Si es verdad lo que dice Cayetana Álvarez de Toledo, que le ha dado el poder y el liderazgo a un político ciezano que estaría bien servido como diputado provincial en Murcia, Casado debería saber que juega con fuego y en contra del tiempo. Es poco el que tiene para cambiar esa imagen que refleja en la mirada de sus militantes y votantes, que ven en su persona a un político que ha hecho de la deformidad en las estrategias su bandera. Lo miran sus militantes con los mismos ojos que antaño mirábamos al ternero. Con admiración. Y con muchas preguntas: ¿Cómo pretende gobernar España si no puede gobernar a su partido? Se lo han dicho: Pablo estás jugando con cosas para las que no hay repuesto.
Y por eso lo miran expectantes cuando asegura que las cosas van bien mientras el partido se desangra y aploma, pero con un misterio muy particular: A mí me parece que a Pablo Casado se le está poniendo cara de Antonio Hernández Mancha, con la diferencia de que ya querría Teodoro García Egea parecerse a Arturo García Tizón.
Pedro y Pablo de congreso en congreso. La gente va y los ve, los escucha, vive esa realidad que el ojo humano puede aguantar mientras observa la deformidad de la mentira, y después se van a sus casas en la seguridad de que lo que ha visto y oído no puede ser verdad. Los dos dirigentes llaman la atención, cierto, pero uno sabe que si no gana las próximas elecciones saldrá de Génova 13. El otro bastante tiene con haber llegado hasta aquí sin contar una verdad, ni siquiera a los que lo hicieron presidente. Con la Unión Europea no le vale el señuelo, y como le pasó a Zapatero, Bruselas ordena y manda, y no pierde el tiempo con titulares de periódico.
España, mejor; el PP, bien gracias
Pedro dice: España está mejor. Pablo dice: Vamos bien, volveremos a ganar. Pedro dice lo que dice en contra de todos los indicadores económicos más fiables, UE, OCDE, Banco de España. Pablo dice lo que dice cuando tiene al partido a garrotazos en Madrid y Vox subiendo en las encuestas. Pedro habla y habla en el Congreso de los melancólicos socialistas madrileños, pero ni siquiera nombra a Isabel Díaz Ayuso. Se le habrá olvidado, ¿no creen? Pablo se va a Puertollano para sacar pecho, un día después de que Ayuso fuera recibida como la única estrella emergente del PP. Tiene guasa lo de Casado cuando aconseja a los suyos eso de vayamos a lo nuestro. ¿Qué es lo nuestro, Pablo?, se estará preguntando Ayuso.
Si los dos afirman que todo les va bien es que las cosas no van mal. Pero, ¿y si salieran tal día que hoy martes 16 de noviembre a la calle y preguntaran a la gente, votantes incluido, cómo les va?
Preguntemos qué piensan de Sánchez y qué de Casado, y entonces, sí, las respuestas saldrán a borbotones de lo harto que está el personal que les vota
Hace unos días les trasladaba un pequeño juego, el que me proponía un amigo: Dime en cinco segundos tres cosas que funcionen bien en España. Claro, los segundos se acababan y las respuestas no llegaban. Hagamos lo mismo. Salgamos a la calle. Preguntemos qué piensan de Sánchez y qué de Casado, y entonces, sí, las respuestas saldrán a borbotones de lo harto que está el personal que les vota.
Es lo que va de la actualidad, que controlan, a la realidad, que les destroza y aniquila. Dos líderes que se hacen trampas, y por eso se sienten cómodos viendo mística donde no hay más que mistificación.
Pedro y Pablo tienen un sentido controlado de la actualidad, que ellos mismos describen y prescriben a los suyos. Ninguno de los dos está en la realidad. Y por eso empezamos a verlos como si fueran dos hermosos terneros con seis patas. Irreales. Inseguros. Exagerados. De feria en feria. Pasen y vean.